Si los dragones solo te permiten ver con quién estoy o dejo de estar, es que funcionan igual que los de todo el mundo: por y para la superficie. Quizá sus alas te impiden ver el cielo, su fuego queme tus recuerdos y su humo obnubile tu mirada. Os creía más inteligente, príncipe. Igual es tiempo de liberarlos y volar con tus propias alas.
Aún así ésta entrada tiene otro propósito. Como introducción, una suave pieza de piano y violín de igual título que el de éstas palabras. Desde esa melodía escribo mis palabras, a la luz de las velas, en ésta noche de la Anciana… Y no. Ésta vez no se trata de romances, ni cartas de amor, ni sentimientos escondidos; abre tu mente y sentirás lo mismo que yo, mientras mi alma escribe a través de mis dedos.
Tantas son las preguntas, y cada nueva pregunta genera una respuesta. Todo participa de todo y todo está relacionado. Todo fluye y todo vuelve a fluir y nada permanece estático. La Tierra, el Agua, el Fuego y el Viento no son sino el mismo elemento en diferentes estados de vibración de la materia, así como en el litoral del río termina la Tierra y comienza el Agua, que muere allá donde yace el desierto de Fuego sobre el que galopa el Viento dibujando las arenas de la Tierra. Así como nada se sostiene sin su opuesto y todo nace de dos principios, dos es el número elegido por dos dioses para generar la Vida y, consecuentemente, la Muerte. Y así como el placer no existe sin el sufrimiento, ni el Cielo sin la Tierra, ni arriba sin abajo, ni la Verdad sin la Falsedad, ni la Perfección sin lo Burdo, ni el Amor sin el Odio, el hombre no existe sin su alma, ni el alma sin el hombre.
Si aún percibes que la Vida es un conjunto de casualidades y la Muerte es su ausencia, que el placer, el sufrimiento, el Amor y el Odio son tan solo unas reacciones químicas de un cerebro accidentalmente desarrollado, que el Cielo es un conjunto de gases que conforman la atmósfera y la Tierra es materia orgánica e inorgánica amontonada o que la perfección es imposible y tan solo queda lo burdo, es que quizá, en algún momento de la Vida elegiste la Muerte, o quizás la Muerte sobre la Vida, que decidiste quedarte con el placer antes que con el sufrimiento o con el Odio antes que con el Amor, quizá preferiste vivir en la Tierra a surcar el Cielo, o volar por el Cielo en lugar de acariciar la Tierra… quizá ya elegiste entre el alma y el cuerpo.
Y, ahora sí, el Jardín Secreto existe en el cuerpo. Pero sólo con el alma encontrarás la llave.
D.
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