domingo, 29 de noviembre de 2009

When fairies are gone

A word... a sound... a sight...
And staring at the snowy landscape I wonder where all my fairies had gone. Last time I saw them I was with you... but you are gone... so far… so cold… and now, laying here in the cold snow I can’t think properly. When did you say goodbye? When you decided to run away of my life?
I close my hand a little bit more than before and feel the silver necklace cutting my skin… one last thought… an incredibly sweet sadness in your eyes… and then… nothing. Not a word… not a sound… not a sight…
And fairies are gone carrying the pieces of my once alive broken heart with their tiny mischievous hands.

jueves, 12 de noviembre de 2009

What hurts the most...


Es increíble cuánto te puede cambiar la vida una palabra...


Alguien la pronuncia. Tú la asimilas. El tiempo se detiene y tienes sensación de vértigo. Piensas que a ti no te puede estar pasando esto. Porque esto le pasa a los conocidos, a los amigos de conocidos, a los amigos de tus amigos, pero no a ti. Te sientas y no sabes si llorar de rabia, de ira o de impotencia e intentas buscar a alguien para echarle la culpa. Tienes al médico delante y tienes a tus familiares que están sintiendo lo mismo que tú. La presión en el pecho no te deja respirar. Sollozas. En tu cabeza comienzan a formarse imágenes a partir del torbellino de preguntas, deseos y oraciones que progresivamente se condensan y se empujan las unas con las otras. No lo puedes aguantar y te dejas llevar por las emociones, al tiempo que alguien que estaba esperando el momento en qu te fallaran las fuerzas te sujeta y tu le abrazas y lloras en su hombro, bloqueando cualquier tipo de pensamiento racional. No. Ahora no quieres pensar. Ahora solo quieres llorar y gritar y reprocharle a Dios el mal en el mundo.


Pasan unas horas y el pronto se te pasa. Ahora es cuando toca pensar. Piensas que hace tan solo unas horas todo era perfecto. Era solo una afonía, te repites una y otra vez. Y ves el mundo desde otra perspectiva. Mientras andas por la calle te fijas un poco más en la gente te sorprendes a ti misma envidiando a las demás personas que no comparten tu situación. Los ves felices paseando, ajenos a tu dolor. Y es en estos momentos cuando te das cuenta de lo efímeras que son las cosas. De que una palabra puede hacer eco en tus oídos incluso después de haberla escuchado tiempo ha, y que, incluso en la distancia, sigue destilando su veneno como el primer día. Empiezas a apreciar lo que tienes como si en cualquier momento pudiera esfumarse para siempre. Empiezas a querer con el corazón. Y es que sólo cuando pensamos que vamos a perder algo empezamos a apreciarlo de verdad. Ves la vida desde otra perspectiva y te haces el firme propósito de seguir adelante con la máxima ilusión y la máxima energía.


Incluso en la soledad de ésta noche que te parece más oscura que ninguna que hayas vivido, sabes que no estás sola. Sabes que sigues teniendo a tu familia, a tus amigos y a Yonki. Y sabes que me tienes a mí. Ánimo.

domingo, 8 de noviembre de 2009

Over my head


Los días de lluvia… ah, cómo los echo de menos. Ha pasado tanto tiempo desde la última vez que, desde lo alto de mi torre, escuché el suave plop que las gotitas cantaban a ritmo aleatorio para una ciudad incapaz de disfrutar de su sencillez…


Inspiro. Expiro. Inspiro… suspiro. Con los ojos cerrados echo hacia atrás la cabeza y dejo que la lluvia se deslice por mi rostro. Las gotas me acarician como cristales helados: un leve roce en los ojos, otro en la nariz, otro en los labios. Sonrío y vuelvo a abrir los ojos. Desde aquí se ve tan bien mi ciudad… De forma pausada y tranquila llevo mis manos al borde de mi camiseta que se suspende sobre el cinturón de mi pantalón y lo agarro con fuerza, para luego tirar y sentir el abrazo de la noche sobre mi torso ahora desnudo.
-Libertad- susurro, y sonrío.


No hace falta ni que piense en ello. Tan pronto no están como sí que están. Y ahora estaban. Agito una, agito otra: todo en orden. Poco a poco noto cómo mi sistema nervioso se extiende hasta el extremo más alejado de aquellas dos nuevas extremidades que sobresalían de mi espalda e insultaban a la oscuridad de la noche con un negro aún más profundo y brillante. Un, dos, tres, y de un salto caigo al vacío.


La velocidad, el aire en la cara, mis manos cortando el cielo nocturno. Ahora no se oye el plop. Ahora todo vuela a mi alrededor, y disfruto intensamente de la sensación de estar siendo purificado a medida que atravieso la tormenta desafiando a la gravedad.
Veo gente. Escucho el tráfico. Huelo la humedad. Degusto la lluvia. Toco el cielo… Siento el vacío. Ahí estaba de nuevo la sensación de que todo se estaba yendo al garete. Entonces Dorian comienza a susurrarme.
-Dan asco y pena.-
Yo le contesto
-No saben lo que hacen.-
-Y tampoco les importa.-
-Nadie les ha enseñado a pensar.-
-Los borregos no necesitan pensar.-
-No eligieron ser borregos.-
-Tú no eres un borrego.-
-Porque yo soy diferente.-
-¿Diferente? ¿Quién lo dice?-
-Nadie. Simplemente lo se.-
-Vale, pero que sepas que no tienen solución. Están condenados.-
-No si yo lo impido.-
Dorian ríe.
-Él lo intentó y mira dónde estamos.-
-Yo no soy Él.-
-Pero te encanta jugar a serlo, ¿verdad?.- Vuelve a reir.
Silencio.


En el fondo, ¿quién me manda a mi a meterme en éstos líos?Ahora es cuando lo dudo: ¿Libertad?