viernes, 23 de diciembre de 2011

Final Fantasy

Es como… como cuando el tempo es de dos, siendo uno realmente, y de repente se ejecuta un tresillo. Ese instante en el que el corazón te da un vuelco y te sorprendes a ti mismo escuchando una canción que nunca te había gustado, y que ahora te gusta.

Como cuando lo escuchas de su boca, sabiéndote propietario de sus palabras (aunque él sea dueño de tu alma), y tienes la extraña sensación de que te acaba de besar, aún estando sus labios separados de los tuyos por la infinitud de puntos de la línea recta que los une, naturalmente de forma imaginaria. Pero la imaginación es todo lo que me queda. Al fin y al cabo, creé una fantasía basada en lo que me dijeron que era la realidad.

Y en esa fantasía las imágenes se distorsionan y se tuercen. El continuo espacio-tiempo tiene una nueva dimensión indescriptible en lenguaje humano alguno, y que sólo se puede percibir con los oídos del alma. Es algo así como un la-do-mi, seguido del instante de tensión que te genera el sol#, su sensible. Es la sensación de sonreír cada vez que el acorde queda inconcluso, y el deseo consecuente de nunca llegar a la tónica por miedo a perder el momento de eternidad que provoca ese nunca caer y reposar.

Y, extrañamente, cuando tocas fondo lo llaman “Cadencia Perfecta”. Pues si la perfección reside en la conclusión, prefiero llegar a ella suicidándome desde la Dominante, sabiendo que disfruté más de la imperfecta sensación de nunca haber muerto en el acorde de tónica.

Nunca sabes cuando pueden escribirte unos versos… (ni tan siquiera si éstos tendrán alguna rima). Ni si ésta fantasía llegará a su final antes de tu solo de guitarra.

D.

viernes, 2 de diciembre de 2011

Boys don’t cry

Aunque era previsible, lo cierto era que no lo quise ver venir hasta que lo tuve encima. Y aún es esa situación la sensación tampoco terminaba de ser desagradable. Supongo que es ese famoso sí pero no del que todos hablan y nadie puede concretar. También supongo que intentar concretarlo equivale a que se te escape entre los dedos… como se te escapa el tiempo entre los dedos cual fina arena del desierto del Tiempo…

Sé que no es mi forma usual de escribir, pero tampoco mi estado mental es el usual. En el fondo sabía que, tarde o temprano terminaría tocando fondo, o al menos el fondo que toda ousía en mi situación puede permitirse. Sí, no… ¿sí? Tal vez… no; eso es volver al hoyo. Pero en el hoyo se está bastante calentito.

Tenemos roles definidos: todos esperan que actúes de acuerdo a lo que estén acostumbrados a esperar de ti, para luego catalogarlo en una de sus lista de “normalidad” y “anormalidad”, que se ajustan al perfil que tú, en tu santa inocencia, te dignaste a crear en sus mentes sin, ni tan siquiera, haber pedido existir. Llegas y te dicen que esto es así, así y así. No te salgas. ¿Porqué? ¿Acaso yo pedí estar aquí? ¿Contigo, quizá? ¡En serio! ¡No lo pedí! ¡No me pongáis el maldito caramelo detrás del escaparate, si no puedo alcanzarlo! Bah…

Y juro solemnemente sobre la Constitución de 1717 que… que… mierda. Se me ha olvidado.

¿Pero sabes lo que sí sé, y que no se me olvida? Que nos vamos a morir. Tú. Yo. Ellos. Hoy. Mañana. Al otro. Y, que, aún sabiéndolo, todos seguirán pensando que lo “correcto” es que los chicos no lloren. Pues nada.

Eros for no one. Total, tampoco se encarnaría en ninguno de vosotros. Le gustan demasiado los chicos inteligentes y con demasiadas cosas para pensar.

domingo, 20 de noviembre de 2011

Fire to the Rain

“I set fire to the rain, and I threw us into the flames. When we fell, something died, cause I knew that that was the last time, the last time…”

Y era la sensación de que, a pesar de estar bajo una de las lluvias más bonitas que mi alma pudiera contemplar a través de sus cinco ventanas, no había nada más allá de ese vacío que nacía en alguna parte de mi mismo y que desde hacía algún tiempo me acompañaba; esa sensación se extendía por toda la procesión. Por un momento me extrañé de la situación, y mi mente se alejó de la escena. ¿Porqué había personas llorando? ¿Hacia dónde van?…

El clima era frío, y el ambiente era gris y triste. El atípico desfile parecía ir acompañado de una voz invisible que cantaba un requiem entre los invitados al mismo. Éste se filtraba entre lamentos y se ensalzaba con los llantos y las plegarias, y se alzaba en aquél cielo poblado de nubes negras, que también lloraba. Un ataúd presidía la escena. Mi ensoñación se vio turbada por una oleada de familiaridad, y un húmedo escalofrío me recorrió la espalda. El vacío se manifestaba en mi rostro y comencé a tener la incomodidad de sentirme demasiado rodeado de personas, que, por otra parte, parecían esperar alguna reacción por mi parte. Me comencé a agobiar, y se mezcló con el vacío. Mis ojos se perdieron en el infinito y el ataúd pasó a formar parte de mi único y personal cosmos. Alrededor no había más procesión y sólo los elementales del agua de la lluvia, la tierra húmeda bajo mis botas, el viento que ondeaba mi despeinado cabello, y el fuego de las antorchas acompañaban ese momento de eternidad, como los únicos lo bastante impersonales como para perdonarles que no comprendieran un ápice de lo que yo estaba viviendo…

Y no fueron mis ojos los que lloraron. Fue mi alma la que, con un desgarrador lamento, puso fin a mi tortura e incendió la lluvia a mi alrededor hasta su mismísima génesis y, durante un solo instante en aquél tardío atardecer, el cielo se tiñó del color de la sangre, una sangre que emanaba de un hueco donde, tiempo ha, estuvo algo que llaman corazón.

D.

Doña_Juana_-la_Loca-_(Pradilla)

martes, 15 de noviembre de 2011

Symphony of the Night

De alguna forma la noche olía a otoño. Ciertamente las calles estaban algo vacías, pero tenían ese encanto que sólo pueden tener las noches de entre semana, en las que la ciudad duerme a la espera de la rutina diurna, tan segura y asumida que ni la ficción de la muerte puede arañar con su lejano susurro (“a mi eso, nunca”, supongo que pensarán). Naturalmente, la magia de los pequeños detalles no sólo se manifiesta cuando la luna se alza sobre tejados llenos de gatos que le cantan con la nostalgia de un niño que creció demasiado tarde, sino que está presente a lo largo de toda la jornada, solo que de noche es más fácil recrearse en ellos sin que te molesten demasiado.

Te detienes e intentas escuchar la melodía de las sombras que los espíritus errantes, tan ilusorios como las mismas estrellas que de alguna forma existen más allá de la contaminación,  interpretan cual banda de músicos callejeros sin más aspiración que la condena de repetir sus temas en partituras mojadas a modo de pena por atreverse a sentir algo más allá de lo establecido. Es más, de alguna forma pasas a ser parte de esa aurora de almas sin cuerpo que devienen en una infinita espiral de melancolía underground, buscando de entre los mortales a aquellos músicos que, al igual que ellos, se atrevieron a sentir en algún momento, y que por ello son capaces de oírles entre los ruidos de los coches. Esta noche necesitan en su banda de ultratumba algún que otro instrumento de más para completar sus lúgubres sinfonías, así que me decidí a cantar con ellos.

Una vez más el aire se teñía de gris y azul. ¿Frío? Sí, quizás, pero de alguna forma el espíritu de uno es capaz de sentirse más vivo entre muertos que entre la muchedumbre dormida. Dormir… soñar… como dije una vez (o igual no lo dije y sólo lo pensé) ¿que mejor estado de vigilia, que en el que sabes que estás dormido?

D.

jueves, 10 de noviembre de 2011

Noise

Todo suena demasiado fuerte. Mis oídos no aguantan la presión. Ni el prrrrrrr de los coches, el piiiiii de sus bocinas, el waaaaargh de los vecinos chillando, el ffffffff de mi ordenador, ni el clak, clak, clak de las teclas. La habitación está más triste de lo normal. El aire no se mueve ni para ceder paso a mis dedos tecleando. Me pongo la capucha y miro mi reflejo por encima de la pantalla, casi con pereza, como si me diera corte que el que me devuelve la mirada afligida; el encapuchado arquea las cejas… sabe lo que pienso y siento. Sabe todo lo que yo sé, y hasta diría que más. Sujeta la púa de mi guitarra con los dientes y la cambia de sitio: eso también hace demasiado ruido. Es algo así como un tec, tec, tec.

Paro de teclear y abro una de las carpetas del PC, buscando música… algo debe de haber que no haga tanto ruido. Comienza a sonar un piano que interpreta algo suave en tonalidad menor. Por encima se asoma tímidamente una vocecilla femenina. Apenas está cantando. Es más como un susurro afinado. La melodía crece ligeramente y se mantiene, para volver a caer. Ahora estribillo; parece que la chica es tímida… apenas se atreve a cantar. Esta canción tiene demasiado sentimiento… Segunda estrofa y alza la voz. Parece que ha cogido confianza… habla de algo relacionado con besos… besos… ¿qué son los besos? ¿qué significan? La chica comienza a alzar la voz y parece que apenas le cuesta no llorar; su última nota es un falsetto a capella.

¿Puede acaso surgir la pasión de otra forma que no sea el conflicto? En cuanto al amor… quizá en otro momento disertaré sobre el amor…

D.

martes, 8 de noviembre de 2011

1, 2, 3… Music!

Nota, acorde y arpegio… dúo en G, púa y algo de bluesclásico capricce a base de cuerda y arco… y cantamos un poquito de soul… Y así comienza el chun, chun, pá de la semana.

La canción comienza, las luces se apagan, el público aguanta la respiración… una nota incrementa la tensión: es tan sólo un punto en el espacio infinito, pero infinitamente más colorido que el más vivo de los colores… arpegio arriba… arpegio abajo… y los cuerpos comienzan a vibrar con la emoción; es el momento de la encarnación de Apolo.

El arte es la capacidad de la Voluntad para manifestarse y crear… así que, ¿porqué no usarla?

D.

lunes, 31 de octubre de 2011

Insomniac

“In this farewell there’s no blood…”

Yo y mis dilemas, mis dilemas y yo… a la mierda con todo, después de lo que me acaba de pasar más me valdría morirme y no resucitar hasta mañana por la mañana a las siete. ¿Te imaginas estar tranquilamente en tu cama y que de repente mires a tu izquierda y…? Uhm… Bah, si, total, tampoco quedaría creíble simplemente por haber sido escrito en este blog.

¿Que cómo me siento? Me siento con unas ganas de cantar que lo más probable es que como no reviente mis tímpanos con Bullet for my Valentine e imagine que ya domino el screamo mi cabeza va a implosionar de la misma forma que un cuaderno implosiona cuando escribes con un boli mágico la raíz de menos uno. A estas alturas quedaría redundante remarcar que me estoy volviendo loco, por el hecho de ser anormal… lo que no recuerdo es la palabra que usó este chico el otro día… en cualquier caso, me vale con Sum 41 y Linkin Park para relajarme.

Es curioso la cantidad de veces que me han repetido la frase “¿Filosofía? Te pega.” ¿Se puede saber a qué tipo de persona le “pega” la Filosofía? Hasta donde sé soy de ese sector de personas que, dentro de lo anormal, y últimamente de lo “subnormal”, se comportan con cierta decencia y dignidad. Que progresivamente iré perdiendo a medida que las experiencias ontológicas y estéticas en los atardeceres preinvernales se repitan a sí mismas hasta que la obviedad salte a la vista y yo me haga el harakiri. Y sí, he escrito “harakiri”, y no “seppuku”. Y no, no me estoy quejando. Necesito desahogarme para no matar a los niños del vecino que parece que esta noche de Halowe’en se han propuesto martirizarme y no dejarme dormir.

¿Cosas buenas de mi vida? Que tengo una mente como una catedral.

¿Cosas malas? Que tengo una mente como una catedral.

Creo que acabo de decidir sobre la marcha que no eres más que otro de mis caprichos, y así se va a zanjar la historia (y suponiendo que el lenguaje cuántico fuera computable y legible, aquellos que están leyendo estas líneas leerían a la vez un “duerme conmigo, por favor, sólo una noche más” para darse cuenta de la inmensidad del espacio circundante a la parcela que ocupa mi mente, y lo jodida y estúpidamente absurdas que resultan TODAS y CADA UNA de las convenciones humanas que nos rodean, con sus normas, sus banderas, sus colores, y sus etiquetas. Odio las etiquetas, y mira que era difícil que yo odiara algo. ).

¿Porqué tantas etiquetas? ¿Porqué no liberarse de tanta historia? Dios… ¿Has pensado alguna vez en cuánto puedes llegar a gritar sin emitir sonido?

Pero, ¿sabes qué? Tampoco me vas a leer. Y aunque lo hicieras nunca sabrías que escribo para ti. Así que simplemente voy a añadir un “y desperté en ese momento con el sabor agridulce que produce la vuelta a la realidad con la sensación de haber vivido un rato que, si bien fue agradable, no quedó en mucho más que el vaho de un suspiro que se pierde en la inmensidad del invierno”.

D.

martes, 25 de octubre de 2011

So long goodbye…

“Hold me now, cuz I couldn’t even if I tried… I don’t wanna go, but it’s time I gotta say goodbye.

Mi corazón se detuvo un instante y las lágrimas se congelaron en cuanto rozaron el aire, aún haciendo más frío dentro de mi que fuera. Un leve suspiro puso en marcha mi sistema respiratorio y el aire, como agujas de cristal, salió en una desgarradora pero silenciosa sinfonía en forma de vaho. Caí al suelo. No hallaba consuelo en el vacío de respirar, no tenía sentido; y cada vez que intentaba refugiarme en mi propia alma sentía que caía y caía, como en un pozo sin fondo, oscuro y frío.

El pasado era añicos de un momento interminable, en el que todo se torna en nada porque no estás. Tantas cosas que decir, que esperar, que vivir… vivir… ¿acaso terminamos de darnos cuenta de qué es vivir? ¿acaso tú llegaste a darte cuenta? Y ¿porqué todo se sigue moviendo? ¿porqué todo se mueve sin ti? Sonrisas y abrazos que dejan el devenir y Dios sabe adónde te lleva esa estrella que te alejó de mi, que se llevó la luz que siempre tuviste por mirada.

¿Cómo describir una sensación que atraviesa el alma cuando al mirar a tu alrededor te das cuenta de que ni siquiera encuentras la tuya propia?

Y… aún así… de alguna forma… estás…

Estás en mi. En mi mente. En mis emociones. En mi corazón y en mi propia alma que aún cantando el requiem más triste que oídos jamás escucharon, me aseguran que, en algún lugar seguirás oyéndome reír y te alegrarás al verme sonreír. Que no hubo un “adiós”, que fue solo un “hasta luego”.

Para las señoritas Fernández, de un amigo que sabe que cuando sonríes pensando en alguien, ese alguien, esté donde esté, sonreirá pensando en ti.

D.

Umbreon’s Dream

“Like you wanna touch, you wanna taste… show me where to meet you on the late night, till daylight… got me thinking ‘bout all thing’s I’d do to you… why don’t you come over here?”

Y si vuelve a sonar lo vuelvo a pensar, como cada noche antes de irme a dormir. Aunque si este sueño fuera real y no un mero capricho, trascendería el espacio y el tiempo y el dormir volvería a tener sentido. Extrañamente, al tener cada vez menos sentido, tiene cada vez más sentimiento... Pero esta vez era una vez extraña… ésta vez el sueño era voluntario… y simplemente porque el mundo volvía a cambiar, y no sólo mi percepción de él, el ojo de Dios se posaba en aquello que mi voluntad deseaba...

Y encima ahora cualquier momento merece canción. Eso es lo bueno de todo. Que ahora hay una canción para cada momento, y todos los momentos merecen una canción que cantar a pleno pulmón en el metro ante la extraña mirada de los durmientes…. pero, oye… ¡que dormido tampoco se está tan mal!

Pues, ¿qué mejor vigilia que en la que sabes que estás soñando?

If me want, will me want always more?

D.

jueves, 20 de octubre de 2011

Dasein, y nada más

“Please take me away, I’m sick of everyone to blame… I’m not okay, but I’ll find this way… It’s hard to keep toghether when you don’t know where to start.”

El mundo se detiene a mi alrededor y mi mente frena en seco. De forma casi siniestra, se pliega la realidad sobre sí misma y el ente que era comienza a existir como nunca antes lo había hecho… como le ocurrió a Antoine Roquentin, que no sabía si era el mundo el que había cambiado o si el cambio se produjo en él. Quizá no se propuso pensar que, en realidad, ambos lo hicieron, en tanto que el mundo y el nuevo existente son una realidad única e indivisible. Él comenzó a ser consciente de la realidad que le rodeaba: fue consciente de su ser, y del ser que lo rodeaba. Y así sobrevino la náusea que le producía el contacto con eso en lo que él había cambiado… el guijarro… la hoja de papel… y el mundo se convertía en un lugar oscuro y decadente, profundamente humanista. Se convertía, así, en el primer existente que precede a la esencia. Claro que, en su caso, Dios no existía. Pero, ¿qué le ocurre a una esencia que preexiste antes de ser esencia, pero que tiene una noción de la divinidad? Supongo que es algo así como preguntar qué es lo que queda de Dios después de que éste te de una paliza y tú le des la espalda.

El proceso es lo de menos; lo que realmente interesa es la sensación. Una sensación, por otra parte, altamente indescriptible sin el uso de la lírica. Claro que podría jugar a lo de siempre, y simplemente limitarme a hablar de los pensamientos de mente a mente, pero la experiencia ontológica, ésta vez, me arrastra hacia lares más filosóficos y menos mágicos. Así pues, y abandonando las artes arcanas en pos de unas herramientas "más humanas”, me ajustaré a las reglas de la Lógica y la Argumentación, aplicadas a la narrativa, a riesgo de permanecer con el sentimiento de culpabilidad de estar haciendo trampas.

El mundo se detiene a mi alrededor y mi mente frena en seco. De forma casi siniestra, la realidad se pliega sobre sí misma y se convierte en una, y el ente que era comienza a existir como nunca antes lo había hecho. Los pensamientos dejan de fluir una milésima de segundo infinita. No existes. No eres. Quizá sería incluso más correcto explicar que ni existía ni era. Y en el frío abismo encontré una nada que siendo, no era, que sin moverse, no se movía… y yo, sin respirar, no respiraba. Es confuso, lo sé. Entendido de cierta forma, se podría decir que no daba la orden de no respirar, a causa del no ser inmóvil que hacía de condición de posibilidad de aquella. Pero después creí oír un sonido que mi mente decodificó como la armonía más real de aquella nada, insustancial pero audible. De golpe, la realidad volvió a su ser y el mundo dejó de ser, para pasar a ser yo, y yo, a su vez, fui ser. Y por ende, fui el mundo. Y el mundo me hablaba mirándose al espejo. La realidad se desplegó y retornó la dualidad, y así lo inmóvil y lo móvil volvieron a fluir, y mi rostro volvió a teñirse de negro y blanco; y la sangre volvió a fluir por mis venas, unas venas que partían de mi corazón y se extendían por todo aquello que iba y venía, subía y bajaba, se calentaba y enfriaba.

Y una vez más la aplastante metafísica transnatural, inmanente, trascendental y necesariamente ideal se sobreponía a su homónima sobrenatural y trascendente, necesariamente real. ¿Dónde estás, Dios?

D.

miércoles, 12 de octubre de 2011

Sensation

El hombre que se complace en los objetos de sensación, suscita en sí el apego a ellos; del apego surge el deseo; del deseo el apetito desenfrenado; del apetito desenfrenado dimana la ilusión; de la ilusión la desmemoria; de la desmemoria, la pérdida del discernimiento; y por la pérdida del discernimiento perece el hombre.

(Gita 2:60-68)

El discípulo se lamentaba ante su maestro:

—Ya ni siquiera encuentro disfrute en lo placentero. Mi mente está tan insatisfecha que incluso las cosas agradables han dejado de serlo para mí. Hasta lo deleitable se toma amargo.

—Cuando la mente no está en equilibrio y sosiego, no se puede disfrutar de nada, efectivamente —dijo el maestro.

—Pero ¿por qué? —preguntó angustiado el discípulo.

—Lo entenderás mejor si haces lo que te diga. Busca un enfermo grave y dale un tazón de leche dulce. Después vuelve aquí y cuéntame lo sucedido.

Aunque la petición era muy extraña, el discípulo decidió hacer lo que le pedía el maestro. En el pueblo se enteró de que había un enfermo muy grave. Acudió a visitarlo, con un tazón de leche dulce y se la dio a beber, ayudándole a incorporarse lo necesario para tomarla. El enfermo, al probar la leche, hizo una mueca de asco y protestó:

—¡Qué amargo está esto!

Cuando el discípulo le contó el hecho al maestro, éste dijo: —¿Te das cuenta? Si la mente no está bien, nada está bien.

Cuando hay amargura en la mente, esa amargura se proyecta e impregna incluso lo más bello y placentero. La mente que no ha evolucionado puede hallar diversión y aburrimiento, placer y dolor: pero jamás la dulzura que solo procura una mente en la que han brotado factores de iluminación como la sabiduría, el contento, el sosiego y la compasión.

D.

jueves, 6 de octubre de 2011

Walking Dead

 

Siempre pensé que nunca es demasiado tarde para retirarse, pero es quizá ese sentimiento de masoquismo autoimpuesto aquello que me impide abandonar una perspectiva victimista que me hace depender en exceso de mis propias creaciones mentales. Éstas, por otra parte, no son más que humo en un mundo con mentalidad de borrego, incapaz de reconocer algo más que lo que se van a poner a diario. Pero, claro, siempre generalizando. No todos piensan en su ropa, ¿verdad? Aún así ese no es el enfoque de este texto.

Quizá es por que me siento solo en mi separatividad que me encuentro a mi mismo incapaz de resolver de forma favorable los conflictos de mi mente y mis emociones, o quizá simplemente nunca fui tan avispado como se esperó. Quizá simplemente mi sendero transcurre por aquí, o yo quise que transcurriese por aquí. ¿A qué habría de dedicarse alguien con vocación contemplativa en un mundo en el que eso no existe? Eso sí, lógicamente demostrado queda que los Vampiros tampoco.

Los largos paseos por el cementerio de París se reiteran en un día a día plagado de muertos vivientes que tienden a sonreírme reconociéndome como uno de los suyos. 

Muerdo luego existo. Rawr.

 

D.

miércoles, 5 de octubre de 2011

Goodnight Moon

“I always sleep with my guns when you’re gone…”

La melodía inundaba la habitación tiñéndola de una atmósfera suave y sensual. La dulce voz de la chica que nadaba en ella rozaba los acordes con la punta de los dedos de una forma grácil y atractiva, mientras las largas notas del bajo acompañaban aquella seductora oscilación de su cadera, de la mano de una batería que, con cierta pereza, marcaba el ritmo del conjunto. De repente la voz desaparece y la habitación cambia de atmósfera; se vuelve más íntima. Entonces emerge quebrada y se convierte en un susurro sobre la base, y los pensamientos se disparan excitados por la vibración del aire que les rodea, surgiendo las emociones con el encanto de una sirena sobre la superficie del mar haciendo brillar sus cabellos con las gotas de agua iluminadas mágicamente por una radiante luna llena. Al son del encuentro de la voz con el solo de guitarra se encuentran también los sentimientos en el mundo de lo intangible y, a pesar de la distancia de las voluntades que los amarran, comienzan a bailar y a vibrar con cada nuevo compás.

D.

lunes, 3 de octubre de 2011

The Vampire’s Waltz

La fascinación y el embeleso de aquél segundo despertar del ser dio paso a un inmenso vacío, uno más profundo que el más profundo mar, más silencioso que el atardecer en un cementerio, más angustioso que la sensación de no poder respirar. El “despertar” del que había sido partícipe tiempo atrás apenas me había abierto los ojos para mostrarme una realidad decadente y brillante, tosca y hermosa… mi interior seguía pujando por sintonizarse con aquello que me rodeaba, pero, si bien mi perspectiva era radicalmente diferente, las dos realidades continuaban en discordia.

El mundo pretendía hacerme creer, de nuevo, en la necesidad de los moldes. De esa forma abandoné el viejo mundo para entrar en uno completamente nuevo, lleno de resplandores y de Luz, un concepto que, entre otras cualidades, era en Sí mismo esperanza, Justicia, bondad. La vida parecía desplegarse a mi alrededor y mis acciones parecía adecuarse, y cada vez más, a mi destino. Las leyes de ese nuevo mundo funcionaban, y lo hacían muy bien. Extrañamente, la vida que me rodeaba parecía la misma; era yo, al fin y al cabo, el que había cambiado. Tristemente la historia ha de enlazarse con un “pero”. Y ese “pero” ha echado abajo ese nuevo mundo.

Las leyes que se extendían ahora a mi alrededor eran, en el peor de los casos,  absolutamente fascinantes y universales y brillaban a la Luz de unos Misterios que conformaba y proporcionaban su vitalidad a ese nuevo mundo. En él, todas las almas tenían un propósito, una dirección, un destino, solo que (¡ah! y aquí está el pero) no todos tenían la suerte de ser conscientes de su realidad ontológica. Para ellos eran seres en  sí mismos, pero no para sí. Los llamaban durmientes, pues, a estos habitantes del viejo mundo. Los Hijos de la Luz, es decir, los habitantes del nuevo mundo, orgullosos de ostentar un conocimiento que les convertía en seres mejores que los durmientes se compadecían de ellos mientras celosamente guardaban sus secretos, su Luz, al resto de las almas, bajo la creencia de que “no todos pueden ver la luz sin quedarse ciegos”. Digamos, pues, que vivían a la sombra que su propia Luz generaba. Comencé a ver que ver a la luz de esa Luz no era necesariamente Bueno; o, quizá, sería más correcto decir que esa Luz no iluminaba mi interior. Sí, vivía en un mundo nuevo, pero no me saciaba. No se adecuaba a mi ser, ese ser que había que destruir para poder ser uno con el Todo, ese estado de inutilidad máxima al que se llegaba a la sombra y a espaldas de aquellos a los que te rodean. Era, pues, un querer a todos para, consecuentemente, y de una forma cruelmente hipócrita, no querer a nadie. Y así olvidé, lenta pero progresivamente, lo que era el Amor.

Esa altruista crueldad hacia mis semejantes, los durmientes, me convertía en una especie de semidiós, poseedor de la Verdad última, y me otorgaban un elevado rango desde el que ostentar mi compasión por el mundo. Me convertí en un Hijo de la Luz, y, por segunda vez, me perdí a mi mismo en una sombra que yo estaba generando.

El segundo despertar fue casi tan abrupto como el primero. Si aquél tuvo lugar durante la luna llena, y fue solidificado con el amanecer, fue la ausencia de esa luna la que me llevó a querer desear una segunda muerte. Aquella noche la luna resplandecía por su ausencia. Los durmientes dormían y solo la criatura de la Luz que habitaba en mi parecía intranquila, como si la luna nueva la inquietara. La Muerte se presentó en forma de melodía, súbita e inesperada, pero tremendamente atractiva. La criatura se revolvió en mi interior y pujó por deshacerse de ella. Pero mi Voluntad se lo impidió. Lentamente me dejé arrastrar por sus encantos y mi ser entró en éxtasis. Las dudas me asaltaron; el Amor se manifestaba con negros ropajes y tendía su mano hacia mi. Aquella mitad del mundo que hasta ahora parecía carecer de entidad surgió ante mi con una fuerza sobrenatural. La muerte me abrazó por segunda vez.

Y con esa segunda muerte llegó una segunda oportunidad.

D.

martes, 27 de septiembre de 2011

Arkhé (ἀρχή)

Con el transcurrir de los acontecimientos que transforman constantemente tu contexto, vas cayendo en la cuenta de cuánta razón tenía Heráclito el Oscuro al aseverar que no puedes bañarte dos veces en el mismo río, que todo fluye, que todo cambia. El arkhé es el fuego, siempre en movimiento.

Una de las conclusiones más lógicas. o al menos más razonables, desde una perspectiva de supervivencia, es que tienes que fluir y adaptarte para seguir el curso de ese río: tienes que cambiar con las corrientes, esquivar las posibles rocas que te puedan bloquear el camino. Tienes que cambiar con tu cambiante entorno o perecer anclado en un pasado que Dios sabe si existió, que ahora no existe y que jamás existirá de nuevo.

¿Porqué planteo ésta reflexión? (se preguntarán algunos). Porque (ay de mi, pobre ingenuo) acabo de caer en la cuenta de que, en un mundo en el que todo cambia y nada es estable, ni eterno, no tiene cabida un principio tan elemental como el alma. Ni el amor. Ni la amistad.

Por eso decidí salirme del río y contemplar (theoréticamente) desde una posición estática en su dinamismo (ojo con el concepto) y personal el eterno devenir de la vida, compartiendo la orilla del río con aquellos que, al igual que yo, prefieren seguir creyendo que el incesante fluir de la vida no implica necesariamente “dejarse llevar por la corriente”. Y por eso ahora aquellos que siguieron río abajo, se pierden en el horizonte de mi conciencia, lenta, pero inexorablemente.

De esta forma, aquellos que viven “fuera del río” tienen tan sólo dos caminos: vivir como bestias, o vivir como dioses.

D.

lunes, 26 de septiembre de 2011

Hagakure Sunset

“A usted le toca elegir: la filosofía más elevada, o una simple escuela de magia.”

La tarde estaba siendo apacible y tranquila. La sombra de los árboles se intercalaba con los últimos destellos del Gran Astro formando un curioso contraste entre la luz y la sombra. Las hojas crujían bajo mis sandalias y apenas se oía el canto de las aves, que mantenían el bosque en un silencio casi místico; toda la escena invitaba a la introspección. Tras sentarme recostado levemente sobre uno de los troncos, y depositar mi espada sobre el lecho de hojas, me concentré en mi entorno. Volqué mis pensamientos en aquél curioso contraste de luz y sombra que producía aquél apacible atardecer y reflexioné sobre la dualidad, el poder y la responsabilidad. En las profundidades de mi mente algo comenzó a despertarse y comencé a sumergirme más y más hasta alcanzar la sensación de vértigo. Al abrir los ojos vi enfrente de mi a un gurú dando clase a un grupo de jóvenes discípulos. La clase transcurría sin tensión ni aburrimiento; él explicaba, ellos escuchaban con atención. Parecían no verme, así que permanecí espectador de la escena, silencioso y atento. En un determinado momento, los discípulos le pidieron que les revelara el sagrado «mantra» por el que los muertos pueden ser devueltos a la vida.


«¿Y qué pensáis hacer con una cosa tan peligrosa?», les preguntó el gurú.


«Nada. Sólo es para robustecer nuestra fe», le respondieron.


«El conocimiento prematuro es peligroso, hijos míos», dijo el anciano.


«¿Y cuándo es prematuro el conocimiento?», preguntaron ellos.


«Cuando le proporciona poder a alguien que aún no posee la sabiduría que debe acompañar al uso de tal poder»


Los discípulos, no obstante, insistieron. De modo que el santo varón, muy a su pesar, les susurró al oído el «mantra» sagrado, suplicándoles repetidas veces que lo emplearan con suma discreción. En ese momento la escena se distorsionó y volví a elevarme con aquella sensación de vértigo, tan familiar. Ahora veía a los jóvenes paseando por un lugar desierto, y vi que tropezaron con un montón de huesos calcinados. Con la frivolidad con que suele comportarse la gente cuando va en grupo, decidieron poner a prueba el «mantra» que sólo debía ser empleado previa una prolongada reflexión, como había indicado el gurú.


Y en cuanto hubieron pronunciado las palabras mágicas, los huesos se cubrieron de carne y se transformaron en voraces lobos que les atacaron y les hicieron pedazos. La escena se desvaneció entre colmillos centelleantes y alaridos de terror. Para cuando me di cuenta, estaba de vuelta en el bosque, con sus luces y sus sombras y la paz que lo caracteriza.

Dándome por satisfecho en mi respuesta, recogí mi espada y proseguí mi paseo; al poco tiempo, alcancé el límite del bosque cantando una melodía que sólo los árboles y el viento podían entender.

D.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

E-motion

Las emociones son fenómenos psicofisiológicos que representan modos de adaptación a ciertos estímulos ambientales o de uno mismo.

Psicológicamente, las emociones alteran la atención, hacen subir de rango ciertas conductas guía de respuestas del individuo y activan redes asociativas relevantes en la memoria.

Fisiológicamente, las emociones organizan rápidamente las respuestas de distintos sistemas biológicos, incluidas las expresiones faciales, los músculos, la voz, la actividad del SNA y la del sistema endocrino, a fin de establecer un medio interno óptimo para el comportamiento más efectivo.

Conductualmente, las emociones sirven para establecer nuestra posición con respecto a nuestro entorno, y nos impulsan hacia ciertas personas, objetos, acciones, ideas y nos alejan de otros. Las emociones actúan también como depósito de influencias innatas y aprendidas, y poseen ciertas características invariables y otras que muestran cierta variación entre individuos, grupos y culturas.

*  *  *

Porque nunca controlamos los límites de nuestro psique, nuestras respuestas fisiológicas ni nuestra conducta, ha de haber otro que nos controle. Si no, ¿qué responsabilidad, real y justa,  tendríamos sobre las consecuencias de nuestras emociones? ¿Acaso pecaríamos por existir? ¿por vivir? ¿por sentir? Las emociones atraen y repelen, se organizan, nos alteran la percepción y la concentración… ¿no sería mejor llevar un bozal? Claro que también podemos reprogramarnos… Y éste es el panorama de los durmientes, que inconscientes sienten en el mundo fenoménico y su ciego positivismo les hace hasta dudar que tienen una mente, que no sabrían si situar en su cabeza o en su corazón (cuando, en realidad, está en el ombligo).

Pero ¿qué ocurre cuando aquel otro que nos controla es uno mismo? ¿Hacia dónde, pues, habría de conducir ese otro sus sentimientos? Cuando el mundo queda bajo sus pies y no atiende a razón más elevada que la Verdad, cuando la diversidad se convierte en Unidad y las leyes en Ley, allí donde lo muerto no puede aplicar su ley sobre lo Vivo… allí donde lo racional y lo irracional coinciden bailando sobre el filo de la navaja y sus caminantes se visten del níveo color de la rosa que nunca llegó a formar parte del Sacro Oficio… ¿Podrá un grito de angustia deslizar consuelo en su alma?

Y así, una parte de sus emociones seguían siendo el primum mobile que blandía su espada. Quizá por eso el Lado Oscuro decidía acompañarle cada noche desde aquella luna que se perdió a sí misma en su reflejo, por falta de luz propia.

D.

lunes, 19 de septiembre de 2011

Philosophy

El mundo y Dios; dios y el Mundo. Los dioses de aquí; y Aquellos de allá. La vida y la Muerte; Vivir y morir. El motivo de la existencia y la búsqueda del Camino propio más allá de la mera, aunque frecuente, opinión… ¿porqué Filosofía?

Los Misterios, de toda índole, son una fuente inagotable de Sabiduría incapaz de satisfacer a los más ávidos bebedores del Conocimiento, si esa avidez no es controlada… aquellos que buscan fracasan por varios motivos, como bien todos sabemos: cuando el Sembrador se acerca, parte de la semilla cae el borde del Camino, y nunca llega a crecer; parte en las piedras y no crece por falta de raíces; parte en zarzas que terminan ahogando el crecimiento de la cosecha; parte en tierra buena y fecunda, y crece alta y vigorosa.

En el comienzo de los Tiempos sólo los más aventurados eran dignos de conocer estos Secretos, tan bien guardados por los Hierofantes y sus discípulos bajo la supervisión de los imponentes hermanos bastardos  y amantes, guardianes del Nilo. ¿Porqué habría de ser diferente hoy en día? El Conocimiento, y su correspondiente aplicación, no te hace rico: te hace libre.

Ergo, no es para aquellos que no quieren oír. Y, lo reconozco, la vida ignorante es la única “buena vida”. El problema está en que aquello que te encuentras al echar un vistazo es de una belleza tan sublimemente cegadora que sólo los ojos preparados para verlo no se quedan ciegos.

Filosofía es pasión por conocerlo todo, hablarlo todo, entenderlo todo, vivirlo todo y al máximo, y también al mínimo; la búsqueda incesante del Porqué de los porqués, de la Razón última y primera, y de la intermedia, pensamientos que elevan el espíritu y sentimientos que quitan el aliento por su vivacidad y colores… el hecho de inspirar y espirar se convierte en la más fascinante de las experiencias si tu mente es capaz de seguirlos sin perder un solo instante… elevarse y caer, suspenderse en el aire por un momento… vivir entre un cruce incesante de espadas, dominar los elementos y por encima de todo conocerse uno mismo… incluso releer este párrafo sin respirar e intentar absorber su esencia es, también, Filosofía.

Hombre, conócete a ti mismo y conocerás el Mundo y a los dioses.

D.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Moonlight

La noche del alma era como llamaban a ese sentimiento. Para alguien no acostumbrado a reflexionar le resultaría un estado meramente transitorio en el incesante giro de la rueda de la vida en la que viaja, que le causa cierta incomodidad y malestar, y quizá algo de indisposición.  “Un mal día”, digamos. Otros, quizá sí más dados a pensar sobre sí mismos y el mundo, entenderán la esencia de esa mágica noche y se sentirán abrumados por el aullido de los perros a la luna llena, tendrán la sensación de andar hacia atrás y la tentación se presentará en forma de agradable, aunque ilusorio, refugio hacia el que escapar de su Yo más interno.

La magia de la noche de la luna llena, pues, residía en su capacidad para estancarnos. Tenuemente visualizamos el Camino… sabemos que está ahí… pero el miedo y el cansancio amenazan nuestra determinación y la roen como un ácido al abrazar un metal. Está, sí, y sabemos hacia dónde continua, pero parece que aquél que realmente complace nuestros deseos más masoquistas es el sádico que llevamos dentro; y es en ese momento cumbre cuando ambos se complementan bajo una luna que nunca jamás brillará con su propia luz.

El guerrero alza su espada y presenta sus plegarias al astro de plata mientras pronuncia en voz baja una plegaria con el corazón, una plegaria que reza día tras día para que su arma, parte de su cuerpo y prolongación de su esencia pueda mutilar los demonios a modo de entrenamiento para, un glorioso día, derrotar al mismísimo Diablo y, por ende, a Dios.

D.

martes, 13 de septiembre de 2011

The Hanged Man

Donde el camino es más duro, allí debes ir, y lo que el mundo desecha, recógelo. Lo que el mundo hace, no lo hagas; en todas las cosas camina en dirección contraria al mundo. Así te aproximarás a lo que estás buscando.

D.

From me to me. From me to you.

“Wait. How long would you wait?”

¿Martes trece? ¿En serio?

Fascinante; ¿porqué no te acercas un poco más y me lo dices al oído? O mejor… ¿porqué no se lo susurras a mi alma? Creo que estoy empezando a caer en la cuenta de que está más despierta que mi cuerpo.

Ah, no. Perdona.

Se me olvidó que no sabes hablar de alma a alma.

¿Que te gustaría aprender?

Tendría que pensármelo…

Al fin y al cabo…

¿Qué?

¿Seguro?

¿Y qué estarías dispuesto a dar?

D.

Watashi siente que…

“Cause I’m for real, are you for real? I can’t help myself, is the way I feel. When you look me in the eyes like you did last night, I can’t stand to hear you saying goodbye.”

Alguien me dijo una vez que no podemos evitar sentir. Al menos no los que estamos aquí, más abajo. Aquello que podemos controlar es qué hacer con lo que sentimos. Entonces, naturalmente, ejercitamos un control que en última instancia tiene la finalidad de atar o liberar esa energía que con el sentir generamos. 

Decimos que los sentimientos duelen, que nos hacen sufrir pero, ¿cuántos de nosotros seríamos capaces de prescindir de ellos si se nos diera la opción? Y aún así no son ni la mitad de banales y superfluos de lo que imaginamos.

¿Cómo actuarías si supieras que aquellos que están a tu alrededor supieran exactamente lo que piensas y sientes? ¿Te avergonzarías? ¿Te sentirías incómodo?

Algo me dice que tengo que dejar de recrearme en este texto, porque tiene pinta de ir a más.

Uhm… siento la falta de claridad; necesitaba escribirlo y ahora ha quedado incompleto (I can’t help myself, is the way I feel). Supongo que cumplirá su función para conmigo, igualmente y, quizá, para con los demás. Y supongo que en esto consiste el control. Ñá.

D.

martes, 30 de agosto de 2011

Bloody Murder

Tear me open, I believe. God will send you back to bleed, and no one can deceive what is ment to be… and “bloody murder” we will scream…

No acostarse a dormir a partir de cierta hora es políticamente incorrecto, al menos en aquel mundo al que Demian no pertenecía. En ese otro mundo, el de lo políticamente correcto, la gente que respiraba conscientemente a esas altas horas de la noche, bajo el políticamente incorrecto abrazo de una luna que, por salir a esas horas, era tan tenebrosa como el ángel Lucifer, y acaso era peor sonreírle abiertamente, ya que la sinceridad que pudiere conseguirse de este gesto se convierte en el más grosero y prohibido pecado. Por supuesto, dentro de lo políticamente correcto. Tarde o temprano te terminas preguntando por lo “políticamente correcto” y su validez.

En el exhaustivo análisis que no me apetece hacer, mi instinto combate por liberarse de un yugo políticamente correcto, por un mundo de apariencias y formalidades donde el camino del hombre ya está trazado: todos tienen claras tus metas, todos saben lo que tienes que hacer, todos lo pasaron peor que tú en una época anterior y, claro, es de ser bien agradecido y políticamente correcto el aprovechar esas oportunidades que el destino generosamente te presta y que a esos, más antiguos que tú, se les negó.

Y luego (o antes) está el dinero. El bendito dinero; ¿para qué la lapis philosophorum, teniendo un sustitutivo más rápido y fácil de adquirir?. ¿Tan bajo has caído que un fajo de billetes mágicamente materializado en tus narices te devolvería la sonrisa? Te juro que si es eso aquello que necesitas para volver a sonreír lo materializaré para ti, y me convertiré en un nuevo tú que compra las sonrisas con dinero. Te juro que por verte sonreír condenaría mi alma a la bajeza y al pillaje en mis vidas futuras como castigo por emplear las fuerzas de la Naturaleza para tan innobles propósitos.

No me puedo dormir. No quiero dormirme. Es ahora cuando quiero un maldito grito que me diga “estás en lo correcto, sigue tu camino”, pero la negación de la Tierra y el silencio del Cielo permanecen inalterables. Es en estos momentos cuando tienes la certeza de una soledad incomunicable que ni el beso más cálido podría disipar, esa certeza de que sabes que lo que te dirán al intentar contarle a alguien “lo que te pasa” no quieres oírlo, porque sabes que no es verdad, porque en el mundo de aquél que te consuela no existen los gnomos, las sílfides, las ondinas ni las salamandras, que los dragones se quedaron atrapados en los límites de las gastadas páginas de los cuentos de Hadas, desechadas en pos de un estilo de vida cuyo parámetro de medida moral es la estadística; cuentos de Hadas que, por otra parte, sigues leyendo antes de irte a dormir, como último bastión que te separa de “ellos”.

-De cuentos de Hadas no se vive.- te dicen. ¿De qué se vive, pues? ¿Qué fue de los héroes que blandían la virtud como arma, de las miradas que al cruzarse detienen el corazón de sus dueños, de los besos que resucitaban el cuerpo y el alma, de la magia de los magos que envolvía los bosques y los castillos y hacían del mundo un lugar mejor al derrotar a la hechicería de las brujas? ¿De qué se vive? ¿De dinero? ¿De dinero?

Y luego tengo el desparpajo de hablar de Dios, con ligereza, con orgullo, con convicción, como me dicen, cuando lo único que hago es sacarme el corazón del pecho y con el rostro y las manos sangrando lo blando hacia el firmamento gritando de desesperación por una señal que me marque sobre el papel el límite entre la cordura y la locura, entre lo real y lo imaginario, entre mi corazón y mi alma. Y el resto tiene la cara de gritar que esta vida no es más que un “asesinato sangriento” a manos de unos pocos, cuando son los muchos y su pasividad quienes lo permiten, porque lo contrario sería políticamente incorrecto. ¡Al diablo lo políticamente correcto!

¿Cómo demonios se escriben las lágrimas, si no es con la pluma del alma y la tinta de la sangre? Hasta que no veamos al Cielo llorar no despertaremos. Y para entonces será tarde.

D.

martes, 23 de agosto de 2011

The Controlled don’t know…

…what to do…

Los símbolos y sus significados. El hombre y Dios. Dios y el hombre. ¿Cómo hacer partícipe al discípulo de tan grandes Misterios, si aún ve con los ojos?

Nos perdemos discutiendo en la materia sobre la materia, sin llegar a atisbar que ni tan siquiera el mundo que creemos “externo” existe fuera de nosotros. Al fin y al cabo ¿qué es lo real, sino lo convenientemente estético? Y así podríamos volver a perdernos en el lenguaje. Quizá el exceso de positivismo nos ha hecho un poco idiotas. Por lo menos no tenemos las (des)ventajas de los atlantes…

El tiempo de mis opiniones está tocando a su fin. Cada vez me resulta más y más difícil emitir una perspectiva, ya que el hecho de buscar un punto sobre el que dar un juicio me cierra la puerta del juicio contrario, o simplemente diferente, y me rebaja a un nivel con demasiada tierra. Y, aunque necesite tierra, también necesito agua, aire, y fuego

Iba a opinar, como casi siempre, sobre cierto tema de relativa actualidad, pero en lugar de eso terminé por escribir esto. ¿Con qué objetivo? Supongo que con el de alienarme a mí mismo y circunscribirme en mi propia autodestrucción a través de los ya recurrentes cuatro elementos de la Naturaleza (clásica), en busca de la quintaesencia alquímica, del perdido Santo Grial al que sólo tres de los doce caballeros de la Tercera Mesa llegaron, y uno volvió, y en el que sólo yo parezco seguir creyendo. Quizá, simplemente, me estoy volviendo loco (uhm, galletas)… hay veces en que no sé, como decía Merlín, si estoy soñando o si alguien me sueña a mí. Necesito desahogarme, escarparme, necesito ritmo y melodía en demasía y sin armonía consistente, necesito ese apego que viscosamente se extiende a mi alrededor y que mis coetáneos utilizan para imitar a las gaviotas de Nemo, porque siento que me deslizo cuesta abajo y sin frenos hacia un lugar en el que la nada no es el todo, sino, efectivamente, la nada. Por otra parte, disfruto de la caída. Y el viscosismo me da un poco de… uhm… repelús.

Es como…

Uhm… no. Quizá todavía es demasiado pronto. Hay demasiado aire avivando el fuego.

D.

lunes, 22 de agosto de 2011

Iacobus

The road goes ever on and on…

Quizá proponerse relatar la aventura de forma íntegra sería pedir demasiado. Probablemente cambiaría datos, olvidaría pequeños detalles, confundiría el tiempo y el espacio, y a veces ni tan siquiera sabría si realmente llegamos a vivir lo que cuento, o si, por otra parte, fue un sueño más en una de las cálidas (y no tan cálidas) noches de verano en que dormimos bajo un cielo gallego teñido de historias (y galletas).

Las sensaciones y emociones tampoco serían fáciles de comunicar. Aquí Dios sabe si por intimidad, o como pretexto para enaltecer la figura de aquellos que caminamos en busca de algo más de lo que solemos encontrar en nuestra cotidianeidad, no sería conveniente exponer aquello que llegamos a vivir… no es, tampoco, que lo que ocurrió en el Camino se quedara en el Camino… aunque en el caso del poni sí que fue así.

También tuvieron un papel importante las ideas que se crearon. Lejos de comenzar a divagar sobre las mismas como acostumbro a hacer cada vez que alguien saca el tema, sí que cabría señalar que se crearon nuevas ideas y se compartieron las propias, mezclándolas con las ajenas y, en ambos casos, éstas y aquellas flotaban sobre nuestras cabezas bailando al ritmo de nuestras botas (o botines, o chanclas).

Por último, y no por ello menos importante, tenemos el alma. Nuestro alma que comenzó cargando con el peso de las aspiraciones, los ideales, las esperanzas y, en definitiva, con todo lo que la vida había hecho de nosotros hasta poner el primer pié en el Camino. En éste caso, e inversamente proporcional a lo que ocurría con nuestras mochilas (al menos con la mía), el espíritu de cada uno de los caminantes se iba aligerando de los recuerdos de una vida acomodada (aunque se llegara a echar de menos a quinientos metros de Palas de Rei) y comenzaba a volar libremente entre los árboles y campos, entre las montañas y los valles, a través de las iglesias antiguas y albergues cada vez más llenos de turigrinos (o perituris, según el evangelio apócrifo de San Javier), entrelazándose con almas ajenas y llegando a considerarlas propias y cercanas como nunca esperaste que fuera a suceder.

En mi caso, que ni aún tratándose de mí podría poner la mano en el fuego a la hora de dar crédito a aquello que relato: los hechos, los sentimientos, las ideas y el espíritu se combinaron al final de la etapa en forma de lágrimas a modo de capítulo final, aunque la sensación fue más bien de prólogo. Pero eso no es más que el omega de esta aventura.

Los protagonistas… bueno, éramos cinco, principalmente, a veces siete, y a veces incluso más. Dedicarles unas palabras a todos sería difícil e injusto, porque todos merecen más de lo que pudiera escribir, y a veces, como en el caso de cierto italiano, sería casi inmoral no dedicarle, al menos, un capítulo entero, precisamente por la dudosa moralidad de sus despedidas. Pero como todavía no alcanzo la infinita capacidad de la teodicea: gracias David, Javier, Paloma y Ana. Gracias, también, a Encarni y a Lola, y a Andrea y Max. Supongo que gracias a Miguel y a Lorenzo también… al fin y a cabo nada habría sido como fue de no ser por todos. ¡Ah! ¡Y por supuesto a Neptuno!

Así pues, como probablemente tendría que escribir un libro sobre la peregrinación, y el objetivo de este texto dista mucho de tal meta, habrá que conformarse con saber que no salimos como entramos, que me llevé más de lo que traje (menos el poni; quiero un poni) y que estoy radiante de algo muy parecido a la felicidad por todo aquello que ni aún los más remotos tiempos y paisajes podrán borrar de la memoria de mi alma.

Quiero un poni. (O empiezo a decir la edad de cada uno).

Á.

domingo, 24 de julio de 2011

Sócrates y el Triple Filtro

En la antigua Grecia, Sócrates fue famoso por su Sabiduría y por el gran respeto que profesaba a todos. Un día un conocido se encontró con el gran filósofo y le dijo: “¿Sabes lo que escuché acerca de tu amigo?”


- Espera un minuto - replicó Sócrates. Antes de decirme nada quisiera que pasaras un pequeño examen. Yo lo llamo el examen del triple filtro.

- ¿Triple filtro?

-Correcto; -continuó Sócrates - antes de que me hables sobre mi amigo, puede ser una buena idea filtrar tres veces lo que vas a decir. Es por eso que lo llamo el examen del triple filtro. El primer filtro es la verdad. ¿Estás absolutamente seguro de que lo que vas a decirme es cierto?

- No -dijo el hombre-, realmente solo escuché sobre eso y...

- Bien. -dijo Sócrates -Entonces realmente no sabes si es cierto o no. Ahora permíteme aplicar el segundo filtro, el filtro de la bondad. ¿Es algo bueno lo que vas a decirme de mi amigo?

- No, por el contrario...

- Entonces, deseas decirme algo malo sobre él, pero no estás seguro de que sea cierto. Pero podría querer escucharlo porque queda un filtro: el filtro de la utilidad. ¿Me servirá de algo saber lo que vas a decirme de mi amigo?

- No, la verdad es que no.

- Bien -concluyó Sócrates-, si lo que deseas decirme no es cierto, ni bueno, e incluso no es útil, ¿para qué querría saberlo?

D.

sábado, 23 de julio de 2011

On the brightside

I  am a man of six feet tall just looking for some answers in a world that answers none of the at all… I’ll say “hi”, but no reply to the letters that you write because I found some piece of mine…

“Cause I’m only as tall as my heart will let me be,

and I’m only as small as the world will make me seem.

And when the going get’s rough, and I feel like I may fall,

I look on the brightside: I’m roughly six feet tall.”

Recuerda estas palabras, Koalita.

D.

viernes, 22 de julio de 2011

¿Cansado de pensar?

¿Qué responder esa pregunta? ¿Cómo se puede estar cansado de pensar? Analicemos…

El pensamiento es a la mente como el aire a los pulmones (la magia reside en ser capaz de controlarlos). Son su producto, efecto de la causa de su existencia, efecto a su vez de la existencia de la Conciencia. Y hasta aquí voy a leer. No podemos “no pensar” (en principio), pero sí podemos “controlar lo que pensamos”. Es frecuente que éste ejercicio sea difícil para alguien no acostumbrado a “pensar” de forma consciente y controlada. Pero vamos a la raíz de la cuestión y a su consecuente respuesta, lo que implica abandonar el vasto campo de la metafísica.

Puedo “cansarme” (en el sentido físico) de pensar, ya que, como actividad del cuerpo Humano, desgasta y consume energía. Ésta parte se arregla durmiendo. Como duermo, no me cansa pensar mucho más que entrenarme físicamente, comer, andar o cualquier otra actividad cotidiana.

Si la pregunta se refiere a si me cansa escribir, no; no me cansa. La escritura es un vehículo de expresión de mi conciencia, un medio de plasmar mis reflexiones y compartirlas con quien quiera y pueda leerla. Si me cansara escribir no creo que tuviera utilidad mi blog. Es como preguntarle a un músico si le cansa tocar su instrumento.

Si, por otra parte, la pregunta va dirigida a si me “cansa la reflexión constante”, la respuesta, necesariamente, vuelve a ser “no”. El ser Humano vive dormido por la embriaguez de los sentidos. El mundo que creemos “real” no es sino una interpretación subjetiva de nuestra mente de aquello que nos rodea. Y necesito, constantemente, la reflexión de “quién soy”, “porqué soy” y, sobretodo, “para qué soy”. No puedo limitarme a “pensarlo un rato” y volver a lo “cotidiano” porque son respuestas que, debido a su trascendentalidad, no puedo obviar. No puedo hacer lo que vulgarmente se considera como “vivir” y “disfrutar” sin saber ni tan siquiera porqué existo; no me vale el “bueno, ya que estamos aquí, a disfrutar” y “a vivir”. Créeme, ni tan siquiera entendemos una millonésima parte de qué consideramos vivir.

No soy agnóstico porque considero que aquél que piensa que no podemos llegar a la Verdad, peca de pereza y carece del valor y la constancia de  buscarla. No soy místico ni ascético porque considero que si la Verdad está en alguna parte, está entre todos nosotros y por eso necesito del mundo de los “vivos” para buscar. No soy creyente de ninguna religión, porque no me puedo limitar a estudiar y memorizar un dogma que aplicar a mi vida diaria: necesito de la experiencia científica y una férrea Fe como aire y agua para mi existencia. Y, por encima de todo, no soy perfecto, pero si no tendemos a esa perfección nunca saldremos de esa mediocridad tan generalizada.

Obviamente, es mi opinión; puedes entenderla, o no, compartirla o rechazarla.

En cualquier caso, creo que la respuesta, simplemente, es “no, no me cansa pensar”.

Ad infinitum.

D.

jueves, 21 de julio de 2011

What am I to say?…

…I’m alright chopped in apathy.

Si a Dios se llega por la Luz, ¿porqué no llegar a través de la Oscuridad también? Al fin y al cabo, parece ser un Sendero de tan difícil andar como el primero, y lo complementa. Y no, no estoy hablando de la Oscuridad de la que os creéis capaces los profanos… celos, envidias, robos, mentiras, crueldad… es no son sino muestras de debilidad y mediocridad a las que estáis acostumbrados, producto de vuestra somnolencia terrenal. A veces ciertas perspectivas te generan más repugnancia que pena. Y luego compasión. No. No hablo de lo que en vuestra sociedad de zombies llamaríais “mal” y ser “malo”… hablo de una Oscuridad más allá de todo entendimiento, una Oscuridad que, al fin y al cabo, te lleva hasta la presencia del mismo Dios. Una Oscuridad iluminada con la Voluntad, la Sabiduría y la Intuición más altas… una crueldad que ensalce el alma… un odio tan intenso como el amor que ni tan siquiera conocéis, tan absortos en vuestro concepto de “yo” que os incapacita percibir que “tú” eres exactamente igual que el de al lado, y la única diferencia es un egoísmo más o menos desarrollado. Al fin y al cabo, una Oscuridad tan grande como la Luz de la que carecéis, que si se os ocurriera atisbar y dejar de imitar burdamente os llevarían al borde de la locura y os cegaría deseando el más pronto de los renaceres.

Como dijo Jesús, que vea quien tenga ojos y escuche quien tenga oídos.

D.

miércoles, 20 de julio de 2011

El sendero del Mago

El mago observa los ires y venires del mundo,

pero su alma habita en el ámbito de la luz.

El paisaje cambia, el observador permanece igual.

El cuerpo es sólo el sitio al que los recuerdos llaman hogar.

Merlín prefería evitar que lo vieran los mortales, pero en ocasiones se le podía ver una tarde de verano haciendo equilibrio en un pie, al borde de un campo. Los campesinos curiosos se le acercaban, pero Merlín permanecía como una estatua, sin emitir sonido alguno o reconocer su presencia. En esas ocasiones, Arturo pensaba que su maestro parecía una garza vieja acechando a un pez en el pantano. Un día, después de que Merlín había pasado horas contemplando el estanque, el niño no resistió la tentación de preguntarle qué era lo que miraba.

- No lo sé con exactitud, contestó Merlín. Vi una libélula y quise mirarla más de cerca. Se atravesó en mi camino como un sueño fugaz, pero al cabo de un momento olvidé si la libélula era mi sueño o si yo era el de ella.

- ¿No es obvia la respuesta?, preguntó Arturo.

Merlín le propinó un golpecito en la cabeza y le dijo:

- Tú crees que tus sueños existen aquí adentro. Pero como yo me encuentro en todas partes, ¿cómo puedo saber cuál parte de mí sueña a otra?

D.

sábado, 16 de julio de 2011

At the edge

Los sentimientos afloraron con el primer acorde de la canción y todo mi espíritu vibró con intensidad. Al principio, como ya era costumbre, mi mente hizo el trabajo de raciocinio, para reconducir esas vibraciones y convertirlas en canción, y mi consciencia comenzó a separarse de la situación, en un esfuerzo, ya reiterativo, por objetivarla… y empecé a sentir conscientemente.

Noté una leve presión en el pecho; me temblaban las manos mientras agarraba mi guitarra y una tímida sonrisa se asomaba en mi rostro. Todo mi cuerpo parecía más debilitado, más frágil, y una extraña sensación se apoderaba de mis pensamientos, que apenas podía distinguir en la mezcla entre los eternos opuestos y complementarios amor y odio que hervían en algún rinconcito de mi mente, ahora bajo la estricta supervisión de una voluntad consciente que no la dejaba rebelarse más de la cuenta.

Si tuviera que explicar la sensación, diría que era como estudiar la fauna en la Naturaleza, siendo la propia fauna la que se estudia a sí misma en su entorno. Es la sensación de ser la roca y sentir cómo te fragmentas por el calor, ser la flor y ver cómo absorbes vitalidad del Sol, como ser el pájaro y contemplar cada detalle del vuelo, cada movimiento del ala, cada soplo de aire bajo las plumas. Y no es poesía; es ciencia.

D.

viernes, 15 de julio de 2011

La Biblioteca del Viejo I

Por J. Tyrson

...porque todo esto ha ocurrido...

....tal  vez... a alguno de nosotros...


El viejo me observó con una mirada arrugada, fría y gris.

Si no me hubieran hablado de él, si no hubiera recorrido gente, países y situaciones para llegar hasta él en ese momento, seguramente me hubiera marchado. Ni siquiera hubiera entrado a aquella pocilga que era la casa del viejo. Y mucho menos hubiera caminado tantos kilómetros por aquel páramo.

Todo parecía gris, como él, como el polvo que parecía cubrirlo todo. Su edad era..., era…, no sé. No lo sé. Viejo, eso sí, muy viejo. Arrugado, se movía con un poco de dificultad, y con los ojos ardientes, brillantes, como vidrios vivos.

Pero ya estaba allí, ¡al fin! Podría haber llegado antes, sin gastar tanto dinero, sin viajar tanto y preguntarle a tanta gente. Lo único necesario para encontrarlo había sido desearlo, necesitarlo fervientemente.

Todavía no me explico bien cómo llegué a esta cabaña. Ni me importa mucho. Había encontrado al viejo, a la persona que tiene todas las respuestas del mundo.

Lo que me desilusionó fue el aspecto de todo aquello. Él era gris, como ya les conté, la cabaña era muy diferente por dentro de lo que parecía por fuera. Hubiera esperado encontrar una cómoda estancia rural, estufa a leña, reposeras y todo lo demás. Pero no. allí estaba yo, sentado frente a una máquina de escribir con un papel en blanco. Y el viejo que me miraba, parado frente a mi, casi agazapado. Por detrás, se veían paredes y más paredes, enormes, repletas de estantes, cubiertas de libros. Era, evidentemente, mucho más grande por dentro que lo que se veía por fuera. Pero preferí no pensar en esa distorsión. Lo importante era saber preguntar, era una oportunidad única.

El viejo me miraba y esperaba.

Dudé, temí. ¿Por qué a último momento la duda y el temor, cuando uno verdaderamente va a saber, va a entrar en un universo diferente? ¿Por qué?

Tenía mil preguntas, tenía series interminables de preguntas. Temas a desarrollar, asuntos en los que profundizar. Y ahora que estaba allí...

-¿Qué es Dios? –fue lo que atiné a decir con temor a que esa situación desapareciera.

Me pareció que el viejo sonreía ante la pregunta. Tuve la amarga sospecha de que era una pregunta reiterada.

Se dio vuelta y fue hasta la biblioteca. Buscó, miró, pensó, eligió un libro, pequeño, viejo, lleno de polvo, como todos los demás. Lo abrió. Me pareció que movía la cabeza, satisfecha.

Cuando me lo dio, vi el título de un cuento. Comencé a leer.


DIOS ESTABA SOLO

Cuando mi Padre coaguló, fui en toda mi dimensión. Todo mi ser era la totalidad.

Dentro de mí, la luz era mi luz, la oscuridad era mi oscuridad, y la infinita potencia de la existencia latía impaciente.

Me regocijé en ella. Era punto y fui onda, era posibilidad y fui infinito. Había creado el espacio y el tiempo. Una pequeña contracción... y fue la materia.

Y de pronto, una extraña fuerza que provenía de mi devenir dio lugar a la vida. Me contemplé en ese proceso y me maravillé, impulsé el devenir y la vida fue más y más compleja, más y más maravillosa. Pero una extraña ansiedad surgía, algo misterioso e incomprensible venía desde el fondo de mi eternidad.

De pronto, se hizo evidente, mi omnipotencia no era tal, había algo que no comprendía: el por qué de mi creación. Supe, que averiguar ese por qué, era la razón de mí ser. Y conocí la angustia.

En un supremo esfuerzo por saber di existencia a mi máxima obra, y para que fuera perfecta, la hice a mi imagen y semejanza. Y fue el hombre en el universo. Pero allí mismo finalizó mi potencia creadora en cumplimiento de una misteriosa ley que no comprendía.

Miré al hombre y no me vio. Ya no había creación, tan solo transformación. Y una lenta entropía comenzó a devorarme.

Grité y el hombre no me escuchó, lo vi buscarme sin encontrar, lo vi pensar sin comprender, lo vi intentar amarme sin conocerme. Y vi cómo me dividía con desesperación. Conocí la soledad... y lloré.

...................................................................................................................................................

El día era gris; sin frío ni calor, sin lluvia, sin sol. Si no fuera, nada cambiaría.

El hombre caminaba por el parque. Él también era gris.

-¿Habría cambiado el mundo si no hubiera nacido?- se preguntó, como tantas otras veces.

Y como tantas otras veces quedó paralizado sin encontrar una respuesta.

El hombre no parecía tener una edad definida, ni nada que, de alguna forma, lo hiciera diferente, a no ser por los tres o cuatro libros que apretaba bajo su brazo. Solamente el muy leve arrastrar de sus pies y los hombros un tanto caídos, permitían sospechar una vida en la que ni siquiera había fracasado, porque no era consciente de haber intentado nada.

Se sentó en un banco de la plaza, frente a la iglesia.

Contempló, al frente, la estructura pétrea y gris, símbolo de un deseo impreciso e inconfeso.

Miró hacia abajo, hacia los libros que descansaban en sus rodillas. Y en ellos vio la síntesis de la soberbia humana que, en la infinita pequeñez de su percepción hacía esfuerzos titánicos por trascender un devenir que no llegaba a comprender.

Se sentía cansado, muy cansado. Su tiempo, sin hitos y sin referencias, casi había desvanecido el viejo mordisco de la soledad.

Recordó sentirse solo hace años cuando, siendo muy niño, en la escuela, todos se rieron de él al orinarse encima. O cuando vio que aquella muchacha a la que amó en silencio se casó con su compañero más querido. Después la soledad y él fueron uno, sin nada ni nadie que hiciera evidente esa condición.

Su mirada, un tanto desenfocada, vagó por el entorno. La iglesia, el cielo, la gente que pasaba, todo era gris, sin sentido, disociado.

No supo cuando sus ojos quedaron fijos en aquel cantero. Ni cuando comenzó a sentir cómo, de lo más recóndito de su alma, surgía en silencio un alarido desgarrador.

-¿Por qué?- se preguntaba, sin saber si era él quien lo hacía.

Sintió una extraña sensación de irrealidad, angustia, miedo, algo le estaba pasando. ¿Era verdaderamente en él que sucedía?

Quiso levantarse para salir de allí, pero sus ojos continuaban prisioneros de aquel cantero.

Estaba petrificado, ya nada más existía, solo él, el cantero y la realidad de su observación. En esas tres entidades algo monstruoso, grotesco y chocante acontecía: el hombre gris estaba viendo llorar a una flor.

Y allí, en esa coordenada insignificante y casi despreciable del tiempo y del espacio, la realidad del mundo y del Universo comenzó a hacerse pedazos.

Por esa grieta de percepción vio llorar a todas las flores, a todos los hombres, a toda la vida sin saberlo, y sin lágrimas.

Y él, solo, omnipotente y majestuoso como un Gran Hacedor, supo que, con su propia observación, podía cambiarlo todo y detener el llanto del Universo. Porque esa realidad ocurría en su propia conciencia, y en ella todo lo era.

Procuró serenarse, objetivar el poder de su voluntad. Escuchó, pudo oír las voces del tiempo, de todos los tiempos. Miró, y vio el infinito. Quiso amar, y entonces comprendió el maravilloso instante de sincronismo que había dado lugar al milagro. Miró la iglesia, los libros, rió. Miró la vida, y fue feliz. Miró en su interior y supo que él también podía hacer milagros, siempre lo había podido.

...................................................................................................................................................

Comprendí. Supe que existía desde que alguien pensaba en mí. Supe que era eterno desde que alguien me comprendía. En algún lugar del Universo, en una recóndita partícula de mi ser, eso había ocurrido. El Propósito de la vida, el ansia de mi creación tenían esa sencilla explicación, que alguien me conociera, un hombre gris lo había hecho. Y juntos, el hombre y yo, comprendimos el Propósito de mi Padre: que la vida fuera cada vez más y más perfecta. Y que alguna vez, alguien lo descubriera a él.

La creación podía continuar, el hombre llegará a hacerlo. Y a los ojos del hombre no fui justo ni injusto, ni malo ni bueno, simplemente fui, más sencillo, más grande, más cerca... Y el pecado desapareció del mundo de los hombres. La ley superior del Cosmos se cumplía, el hombre y yo fuimos uno. No estaba solo.

...................................................................................................................................................

El hombre comenzó a caminar por el parque, erguido, sonriente. Todos lo miraban y le sonreían mientras una nube de pájaros lo acompañaba y las flores cantaban a su paso.

El hombre ya no era gris, el día tampoco. Ya no estaba solo.

...................................................................................................................................................

La creación continuaba, y en el Cosmos, un Universo detenía su fatal entropía.

fin


Terminé. debo confesar que me sorprendió un poco. yo siempre había pensado que..., no sé..., algo más formal, mas ordenado, no tan dependiente...

¿Dónde quedaba todo aquello del bien y del mal?

El viejo me miraba y levantaba las cejas, me estaba apurando a la próxima pregunta. Yo quería pensar un poco. Me agarré de lo último que estaba pensando, no sea cosa que mi oportunidad terminara allí, dejándome más confuso que cuando llegué.

El Bien y el Mal.

-¿Y el Diablo, qué es eso del Diablo y el Mal?

Iba a redondear más la pregunta, pero ya tenía otro cuento en las manos.

(continuará)

D.

domingo, 10 de julio de 2011

Forgiveness and Love

Estaba el Buda meditando en la espesura junto a sus discípulos, cuando se acercó un detractor espiritual que lo detestaba y aprovechando el momento de mayor concentración del Buda, lo insultó lo escupió y le arrojó tierra.

Buda salió del trance al instante y con una sonrisa plácida envolvió con compasión al agresor; sin embargo, los discípulos reaccionaron violentamente, atraparon al hombre y alzando palos y piedras, esperaron la orden del Buda para darle su merecido.


Buda, en un instante percibió la totalidad de la situación, y les ordenó a los discípulos que soltasen al hombre, mientras se dirigía a este con suavidad y convicción diciéndole:


“Mira lo que has generado en nosotros: nos has expuesto como un espejo muestra el verdadero rostro. Desde ahora te pido, por favor, que venga todos los días a probar nuestra verdad o nuestra hipocresía. Has visto que en un instante te llené de amor, pero estos hombres, que hace años me siguen por el mundo meditando y orando, demuestran no entender ni vivir el proceso de la unidad y quisieron responder con una agresión similar o mayor a la recibida.

Vuelve siempre que desees, eres mi invitado de honor. Todo insulto tuyo será bien recibido, como un estímulo para ver si vibramos alto, o es sólo un engaño de la mente que ve la unidad en todo”.

Cuando escucharon esto, tanto los discípulos como el hombre, se retiraron de la presencia del Buda rápidamente, llenos de culpa, cada uno percibiendo la lección de grandeza del maestro y tratando de escapar de su mirada y de la vergüenza interna.

A la mañana siguiente, el agresor, se presentó ante Buda, se arrojó a sus pies y le dijo en forma muy sentida.

“No pude dormir en toda la noche, la culpa es muy grande, le suplico que me perdone y me aceptes como discípulo.”

Buda, con una sonrisa en el rostro, le dijo: “Eres libre de quedarse con nosotros, pero no puedo perdonarte”.

El hombre, muy compungido, le pidió que por favor lo hiciera, ya que él era el maestro de la compasión, a lo que el Buda respondió:

“Entiéndeme: para que alguien perdone, debe haber un ego herido; solo el ego herido, la falsa creencia de que uno es la personalidad, es quien puede perdonar: después de haber odiado, o resentido, se pasa a un nivel de cierto avance, con una trampa incluida, que es la necesidad de sentirse espiritualmente superior, a aquel que en su bajeza mental nos hirió. Solo alguien que sigue viendo la dualidad, y se considera a sí mismo muy sabio perdona a aquel ignorante que le causó una herida”.


Y continuó: “No es mi caso, ya que te veo como un alma afín, y no me siento superior, no siento que me hayas herido, solo tengo amor en mi corazón para ti, y no puedo perdonarte; solo te amo. Quien ama, ya no necesita perdonar.”

El hombre no pudo disimular una cierta desilusión, ya que las palabras de Buda eran muy profundas para ser captadas por una mente llena todavía de turbulencia y necesidad, y ante esa mirada carente, el Buda añadió con comprensión infinita:

“Percibo lo que le pasa, vamos a resolverlo: Para perdonar, ya sabemos que necesitamos a alguien dispuesto a perdonar. Vamos a buscar a los discípulos, que en su soberbia están todavía llenos de rencor, y les va a gustar mucho que les pidas perdón. En su ignorancia se van a sentir magnánimos por perdonarlo, poderosos por darle su perdón, y tú también vas a estar contento y tranquilo por recibirlo; vas a sentir un reaseguro en su ego culposo, y así más o menos todos quedarán contentos y seguiremos meditando en el bosque, como si nada hubiera pasado”

Y así fue.

miércoles, 6 de julio de 2011

Cogito Ergo Svm

Hombre, conócete a ti mismo y conocerás al Universo y a los Dioses.

miércoles, 29 de junio de 2011

Emotional Archeology

I likE wAlkiNg doWn thE rAin... nO onE KnoWs tHat Im cryiNg... Y porqué? Porqué siempre me toca estar así? Siempre triste, melancólico... La vida no da muxas alegrias, x lo menos a mi. Today at least life has given me these beautiful rain. Y es verdad. I love rainy days. Siempre pense k el amor de mi vida llegaria en un dia de lluvia, k las historias de amor se volvian más románticas cuando estás mojado x el aguak cae del cielo... Y no ves a nadie en la calle... y estas tú... y está...

Y éste texto en cursiva, con sus faltas de ortografía y su lenguaje adolescente, despreocupado y sincero, es una reproducción parcial de un texto que escribí hace exactamente tres años y cuatro meses, es decir, con diecisiete años, en un blog que tenía en Internet por aquél entonces. Es curioso cómo el tiempo pasa. Obviamente, conociéndome, no es aleatorio este ratito de arqueología emocional.

Lo cierto es que la tarde estaba siendo, si no perfecta (porque me faltabas), sí mágica. La suave brisa del atardecer acariciaba los muros de la Catedral de Sevilla y envolvía el ambiente cargando una melodía de guitarra española que hacían del lugar el santuario perfecto para la expansión de las sensaciones más espirituales que el ser humano pueda alcanzar: el deleite de la belleza del hombre y su mundo. Por mucho que los más ateos y aquellos que se consideran de “corte liberal y progresista” opinen mal en contra de la religión, lo cierto es que el  Universo, y Dios, han sido los artífices de las mayores hazañas de la humanidad en el campo de las Artes y la Belleza. Incluso en el Renacimiento el ensalzamiento de la Humanidad y el rechazo explícito de lo divino generaban belleza a partir de Dios por necesitar de la negación de Él mismo para sustentarse como ideología.

Pero no es el debate teológico ni artístico aquello que quiero transmitir esta calurosa noche de verano andaluz, sino el gozo que al son de la melodía de guitarra y respirando el peculiar azahar de mi ciudad natal me transmitía la omnipotente imagen de una Catedral que me ha visto nacer y crecer, sonreír y llorar, tropezarme y aprender, y que siendo testigo de mis mayores tragedias, romances y comedias, se sigue alzando sobre el cielo, inspirándome la seguridad de futuras aventuras que me harán madurar y, quizás, alcanzar el esplendor que sus centenarias piedras visten con orgullo mientras vela el sueño de todos los sevillanos.

Cualquiera que compare los dos textos bien podría deducir que son de dos personas diferentes. He crecido. Estoy madurando. Seguiré tropezando mas seguiré aprendiendo.

Si tuviera que reescribir el texto hoy, sería algo así:

I love walking down the rain, so no one knows that I’m crying… ¿Porqué? Porque pienso en ti. Y he aprendido que hay lágrimas de felicidad o gratitud, y que la tristeza y la melancolía se olvidan con el tiempo y solo quedan los buenos recuerdos; el lastre del rencor o el odio se deja atrás y aquello que nos parecía gigante no es más que una mota de polvo comparado con tu yo de hoy. La vida da tantas alegrías como penas, y de ambas habremos de seguir aprendiendo para seguir viviendo. Es cierto. El amor llegó un inesperado día de lluvia, y sí, las historias de amor siempre serán más románticas bajo la misma, cuando estás mojado por el agua que cae del cielo… y no ves a nadie en la calle… y estás tú… y estoy yo… y está la estatua de piedra de la señora.

D. & Aarik

martes, 28 de junio de 2011

La casa de los horrores


La guerra de Afganistán. Ese gran conocido por muchos y desconocido por todos. La muerte de los dos soldados españoles al frente de batalla desconcierta a la nación: “Qué horror” exclaman algunos, y se me vienen a la mente tantos ejemplos que escribirlos uno a uno implicaría escribir una novela de terror. A riesgo de parecer insensible al dolor ajeno, el verdadero horror es la reacción de la nación ante la muerte de estos dos soldados. El horror reside en la hipocresía de, ya ni tan siquiera despertar al completo, sino de abrir ligeramente los ojos cuando la realidad nos salpica en la cara.

Dos soldados. Dos. Dos vidas humanas que valoramos por encima de las demás simplemente porque “son de aquí”. ¿Y las demás qué? ¿Qué hay de los centenares de familias y miles de niños que mueren cada día por inanición o sed, o recluidos en fábricas de ropa en las que trabajan de sol a sol para que los del “qué horror” puedan vestir sus marcas y seguir comprando sus refrescos? Horror es el que causa una sociedad que sacrifica la capacidad de impresionarse y su verdadera capacidad de sentir el dolor ajeno en pos de un confort mediocre con el que ni tan siquiera pueden aspirar a la felicidad pero que se valen con “subsistir” en un sistema político que miente, obstruye, abusa y no recibe oposición porque sigue habiendo fútbol y televisión.

Dos vidas que se suman a la lista de fallecidos por la lucha interminable de poder en el que los que se sacrifican no son los que están en sus despachos, sino aquellos al frente de batalla (ojo, los de ambos bandos), aquellos que son explotados para el bienestar hipócrita de unos pocos, aquellos que mueren dentro de nuestras fronteras por falta de recursos para comprarse algo para comer, aquellos de los que pasamos de largo al caminar por la calle y llegamos a mirar incluso con desdén y por encima del hombro, sin el derecho de comprarse la vida por falta de recursos. Eso sí que es un horror.

¿Adónde estamos llegando? Seamos sinceros con nosotros mismos y en vez de mirar hacia afuera miremos un poco nuestro ombligo (que, ya puestos, se nos da bastante bien), y dejemos la hipocresía de exclamar al aire “¡qué horror!” para después apagar la televisión, la radio o tirar el periódico a la basura y sumergirnos de nuevo en nuestra rutina despreocupada sin ni tan siquiera interiorizar el horror, y tras entenderlo llegar a plantearnos que quizás, y sólo quizás, tenemos la capacidad de cambiar el mundo si de verdad quisiéramos. La pregunta es ¿queremos?

Á.Meléndez

martes, 21 de junio de 2011

I mizz you




"¡Uy!... ¿Qué es esto?"

Dije mientras me llevaba el jersey e inspiraba.

"Huele a ti."

Sí, lo sé, lo sé... Ojalá no tuviera que recurrir a estas cosas para imaginar que sigues por aquí. Pero así es la vida... a veces vas... a veces vienes... y mientras vayas y vengas y vengas y vayas todo estará en su sitio.

Aunque si a mi me preguntaran... prefería que no te fueras... y Sora piensa igual.

Y eso... que te echo de menos.

La Falacia del siglo XXI

Como todos sabemos, la Puerta del Sol de Madrid era hervidero de actividad. Con cientos de personas acampadas, perfectamente organizadas y con el único objetivo de manifestarse por un futuro mejor, o al menos digno, y lo llevaron a cabo de la manera más pacífica y ordenada. Cualquiera que haya paseado por sus calles lo habrá visto: un montón de jóvenes apostados alrededor de sus tiendas de campaña e innumerables puestos al más puro estilo zoco que recuerda a los bazares de oriente medio, entre los que se encuentran biblioteca, enfermería, e incluso plantaciones de comida en los alrededores de las fuentes de ésta famosa plaza de la capital. Miles de españoles y extranjeros se pasean por el centro cada día y al grito de “no nos mires, únete” algunos, en especial los más mayores, manifiestan incomodidad e incluso desdén o reproche en la mirada. Algunos incluso responden con insultos a las invitaciones de los jóvenes con frases como “perroflautas, poneos a trabajar”. A trabajar, ¿en qué? ¡Si gracias a vosotros no hay de eso!

Que España está mal todos lo sabemos. Pero la cuestión se resbala cuando lo aceptamos. La manifestación del 15M es un movimiento juvenil que, si bien con las ideas poco consolidadas y algo difusas por la falta absoluta de cobertura mediática decente y honrada, y algunos opinan que por la edad de los manifestantes, protestan por un mundo que hemos heredado de sus mayores y que nos toca vivir y no aceptamos. Es probable que los más mayores, más que conformes con este mundo, en el que ya llevan más años que los más jóvenes, estén acomodados y den por sentada una situación que racionalizada es de todo menos normal. Y es lo que se presenta, una sociedad que no gusta, un gobierno corrupto (que son dos palabras que implican tantas, pero tantísimas vidas que habría que tener cuidado y mucho fundamento al escribirlas o pronunciarlas), un sistema financiero que explota los recursos del planeta y que se antepone a cualquier poder y unos medios de comunicación que no informan, que manipulan y son mercenarios del mejor postor.

La generación de nuestros padres y más aún de nuestros abuelos, vive acomodada en un sistema que es absolutamente insostenible y es, efectivamente, algo que no se puede consentir y que los jóvenes no están dispuestos a consentir. Las generaciones anteriores, esas que miran con desdén a los “perroflautas” de la Puerta del Sol, tienen tan asimilado y arraigado el sistema financiero y “político” actual que es como el pez que se acostumbra a vivir en aguas contaminadas y “más o menos” ve que es capaz de subsistir sin mucho alboroto. Pero los jóvenes, que disponen de unas tecnologías y unos medios de comunicación, así como una capacidad de información sin precedentes en la Historia de la humanidad que les permiten ver más allá de estas “sucias aguas” que un “mar más limpio” es posible, ya que no se puede consentir que las generaciones anteriores vivan en el planeta como si fueran la última generación, dejando a las venideras un legado que Dios sabe qué ocurrirá.

Lo que se pretende con el 15M es quitar de la mente de las personas que España tiene una juventud dada al alcohol, las drogas y las fiestas, y dar la imagen de una nueva tierra en la que se pueda existir con libertad y dignidad, donde dejen de exprimir los poderes a los ciudadanos y exista transparencia y no la falta de ética profesional de la que se hace gala a diario en la falacia que son los medios de comunicación del siglo XXI, así como demostrar que no, que porque muchos lo acepten no es lo que se quiere. Dejemos que los mayores cumplan el tópico español de “mucho ruido y pocas nueces”, ya que mientras ellos se sentaban en el salón viendo la tele, otros dormían al cielo raso en la Puerta del Sol.

http://www.youtube.com/watch?v=Tm88QAI8I5A (ésta canción ilustra bastante bien la idea del texto; para el que no sepa francés que se busque la traducción… merece la pena).

Á. Meléndez

lunes, 20 de junio de 2011

Estática y Dinámica de la Sociedad del Consumo

el_mundoUn rápido y superficial vistazo a nuestro mundo de hoy en día, suponiendo que pudiéramos ser objetivos y aún nos quedara capacidad para impresionarnos, nos revelaría un ser humano que presume de sofisticación y poder tecnológico: la cumbre de la civilización. Una cultura y una sociedad ordenada que vive en grandes urbes y cuya estructura, insisto: a primera vista, es estable y segura. Habría casi que decir estática. Pero, ¿desde cuándo el mundo ha sido estático? Un análisis de la situación, a “segunda vista” y algo más cercano revelaría una verdad que aunque todos conocen, muchos aceptan: la dinámica del mundo es el dinero. El poder económico. De modo que ya tenemos los dos polos del mapa completo de la realidad: una percepción estática, en la que ciudadanos del mundo viven el transcurso de una sociedad invariable, o más bien indestructible y aparentemente omnipresente, y una percepción dinámica en la que se aprecia que el primum mobile de las motivaciones humanas, el poder, y la capacidad de cambio la tiene el sistema financiero: es aquello que da vida a lo inerte e inmóvil. Analicemos, pues.

Siguiendo con el estudio de la realidad contemporánea, y cada vez sumergiéndonos más y más en el complicado sistema, comenzamos a entender la aparente “falta de naturalidad o equilibrio” dentro de la estática. Al igual que en todos los procesos naturales, existen dos “polos” de una misma realidad para que exista un equilibrio, y efectivamente nuestra sociedad de consumo feliz tiene una contraparte: aquello que llamamos tercer mundo y el consecuente abuso de sus habitantes y culturas, la sobreexplotación de los recursos planetarios y la pronto irreparable contaminación a la que se está sometiendo nuestro medio ambiente. ¿Y qué es lo más fascinante de todo? Que nos da igual. Al fin y al cabo, tenemos excusas.

Tenemos la excusa de la rutina, la excusa del alimento, la excusa de las relaciones sociales, del qué pensarán, de qué me pondré para salir, de qué tengo que hacer la semana próxima para el trabajo... y un eterno etcétera que incapacita la mente consciente para producir cambios porque el cerebro humano tiende a acomodarse al mínimo estado de energía (como todo cuerpo físico) y se automatiza. Y aquí es donde entra la fascinante máquina de control de nuestros días: sabemos que nos venden ropa que probablemente manufacturen con explotación infantil, e, insisto, lo sabemos, ¡y la seguimos comprando!; nos venden comida basura como si fuera sana, y sabemos que es comida basura, ¡y la seguimos comiendo!; el planeta, nuestro hábitat, insisto en un intento de subrayar, nuestro medio ambiente y sin el cual no podríamos existir, se consume lentamente y se muere, y lo sabemos, ¡y nos da igual!

Estas líneas son un mero análisis superficial de nuestra situación, ya que la verdadera realidad de nuestra realidad está en todas partes, en la aparente estática de nuestro alrededor, y en la aparente dinámica del sistema financiero. Y tan solo hay que llegar a entender que de nosotros, las personas, los seres humanos, dependen el crear movimiento en la estática, y de hacer que cese en la dinámica.

Á.Meléndez