“I always sleep with my guns when you’re gone…”
La melodía inundaba la habitación tiñéndola de una atmósfera suave y sensual. La dulce voz de la chica que nadaba en ella rozaba los acordes con la punta de los dedos de una forma grácil y atractiva, mientras las largas notas del bajo acompañaban aquella seductora oscilación de su cadera, de la mano de una batería que, con cierta pereza, marcaba el ritmo del conjunto. De repente la voz desaparece y la habitación cambia de atmósfera; se vuelve más íntima. Entonces emerge quebrada y se convierte en un susurro sobre la base, y los pensamientos se disparan excitados por la vibración del aire que les rodea, surgiendo las emociones con el encanto de una sirena sobre la superficie del mar haciendo brillar sus cabellos con las gotas de agua iluminadas mágicamente por una radiante luna llena. Al son del encuentro de la voz con el solo de guitarra se encuentran también los sentimientos en el mundo de lo intangible y, a pesar de la distancia de las voluntades que los amarran, comienzan a bailar y a vibrar con cada nuevo compás.
D.
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