lunes, 22 de marzo de 2010

Bushi-Do



Finto, bloqueo, salto y golpeo… pero no doy en el blanco. Me separo de mi oponente con un ágil salto hacia atrás. No estoy concentrado. De hecho me cuesta pensar. No paro de golpear y golpear mientras mi enemigo bloquea y desvía mi espada con la misma facilidad con la que el viento zarandea una pluma. A medida que los instantes se suceden me doy cuenta de que mis músculos tensionados comienzan a cansarse.


La esgrima es como una canción. La espada es tu instrumento y los movimientos son su melodía, mientras que la punta dibuja premeditadas siluetas en el aire. Solo se oye el sonido de la hoja cortando el viento y el rugido de los aceros al morderse. Lo demás no importa.
La esgrima es arte. Al igual que las otras artes, necesita de la inspiración de un sentimiento para poder llevarse a cabo. Un duelo sin sentimiento es como un cuadro sin pintura. Si esa emoción es turbulenta, tu arte será agresivo, mientras que si es pacífica será el equilibrio lo que demostrarás con cada movimiento.


La esgrima es como la vida. En ése preciso momento se condensan todos los segundos de tu existencia y mides cada respiración sabiendo que puede ser la última. Tus ojos solo perciben los gráciles movimientos de la espada del oponente y tus oídos captan cada latido de tu corazón, bombeando la adrenalina que genera una situación de riesgo. Es en el duelo cuando comienzas a apreciar lo que tienes y lo que puedes perder en un descuido. Un instante y todo desaparece.


Todo o nada.


Por eso es una canción, un arte y como la vida. Porque condensa entre luchador y luchador todo el sacrificio y el esfuerzo que día tras día ha puesto cada uno de ellos y ahora se juega. Pero cada uno de los guerreros sabe que hay cosas peores que morir. Y ¿por qué se lo juegan TODO? Porque han llegado a ese punto habiendo aprendido la lección más importante de todas: que todo importa.

Y ahí estaba yo, que sin aprender la lección me había lanzado al combate hecho una furia. Y estaba perdiendo.
-El Bushido exige sacrificio y un aprendizaje y aprehensión de los antiguos valores que tiempo ha regían tu vidas y que ya no vives: honor, valor, piedad, austeridad, equilibrio... honestidad. Todavía queda un largo camino que recorer.-dijo Dante.

sábado, 20 de marzo de 2010

No feelings, please


Me acerqué al lugar sin saber porqué. Quizá era el propio morbo de ver cómo otros lo pasaban mal… quizá quería afianzar lo que tenía para valorarlo un poquito más. En mi iPod seguía sonando la melodía que tanto me hacía pensar en ti… “I don’t wanna talk about it, cos I’m in love with you…”. De hecho creo que todas las canciones de Avril Lavigne me hacen pensar en ti.
El caso es que mientras llegaba al viejo caserón gris vi cómo un chico salía en bici con una extraña sonrisa y un brillo en los ojos empapados en lágrimas. Pasó como un rayo a mi lado y se perdió en el horizonte.


-Otro que se va pensando en la felicidad- se mofó Dorian.

-No seas tan duro, todavía le queda por conocer… ahora viene lo mejor.- Le dije.

-Y tanto…- rió y luego permaneció en silencio.


Un largo silencio. Sí… lo cierto es que una vez fui como él. Una vez entré y salí de aquel viejo caserón gris que se alzaba sobre la colina. Aún recuerdo aquella fría e inexpresiva mirada… aún recuerdo las palabras: “como ya sabe, en nuestra casa están prohibidos los sentimientos. Por lo que deberá dejarlos ahí”, mientras señalaba el paragüero.


Sacudí la cabeza mientras una fría ráfaga de viento me devolvía a la realidad. Creo que es hora de irse.


-Mira, ahí va otro…-señaló Dorian con una sonrisa fría.


-Ahí va.- respondí con un destello de melancolía en los ojos.- Pero tenemos que dejar éste lugar ya. Hay que encontrar a Dante…- le dije mientras echaba a andar.


-Dante…- murmuró Dorian.


Mientras me alejaba imaginaba cómo aquella pobre alma dejaba sus ojos y sus labios en el paragüero.