viernes, 23 de diciembre de 2011

Final Fantasy

Es como… como cuando el tempo es de dos, siendo uno realmente, y de repente se ejecuta un tresillo. Ese instante en el que el corazón te da un vuelco y te sorprendes a ti mismo escuchando una canción que nunca te había gustado, y que ahora te gusta.

Como cuando lo escuchas de su boca, sabiéndote propietario de sus palabras (aunque él sea dueño de tu alma), y tienes la extraña sensación de que te acaba de besar, aún estando sus labios separados de los tuyos por la infinitud de puntos de la línea recta que los une, naturalmente de forma imaginaria. Pero la imaginación es todo lo que me queda. Al fin y al cabo, creé una fantasía basada en lo que me dijeron que era la realidad.

Y en esa fantasía las imágenes se distorsionan y se tuercen. El continuo espacio-tiempo tiene una nueva dimensión indescriptible en lenguaje humano alguno, y que sólo se puede percibir con los oídos del alma. Es algo así como un la-do-mi, seguido del instante de tensión que te genera el sol#, su sensible. Es la sensación de sonreír cada vez que el acorde queda inconcluso, y el deseo consecuente de nunca llegar a la tónica por miedo a perder el momento de eternidad que provoca ese nunca caer y reposar.

Y, extrañamente, cuando tocas fondo lo llaman “Cadencia Perfecta”. Pues si la perfección reside en la conclusión, prefiero llegar a ella suicidándome desde la Dominante, sabiendo que disfruté más de la imperfecta sensación de nunca haber muerto en el acorde de tónica.

Nunca sabes cuando pueden escribirte unos versos… (ni tan siquiera si éstos tendrán alguna rima). Ni si ésta fantasía llegará a su final antes de tu solo de guitarra.

D.

viernes, 2 de diciembre de 2011

Boys don’t cry

Aunque era previsible, lo cierto era que no lo quise ver venir hasta que lo tuve encima. Y aún es esa situación la sensación tampoco terminaba de ser desagradable. Supongo que es ese famoso sí pero no del que todos hablan y nadie puede concretar. También supongo que intentar concretarlo equivale a que se te escape entre los dedos… como se te escapa el tiempo entre los dedos cual fina arena del desierto del Tiempo…

Sé que no es mi forma usual de escribir, pero tampoco mi estado mental es el usual. En el fondo sabía que, tarde o temprano terminaría tocando fondo, o al menos el fondo que toda ousía en mi situación puede permitirse. Sí, no… ¿sí? Tal vez… no; eso es volver al hoyo. Pero en el hoyo se está bastante calentito.

Tenemos roles definidos: todos esperan que actúes de acuerdo a lo que estén acostumbrados a esperar de ti, para luego catalogarlo en una de sus lista de “normalidad” y “anormalidad”, que se ajustan al perfil que tú, en tu santa inocencia, te dignaste a crear en sus mentes sin, ni tan siquiera, haber pedido existir. Llegas y te dicen que esto es así, así y así. No te salgas. ¿Porqué? ¿Acaso yo pedí estar aquí? ¿Contigo, quizá? ¡En serio! ¡No lo pedí! ¡No me pongáis el maldito caramelo detrás del escaparate, si no puedo alcanzarlo! Bah…

Y juro solemnemente sobre la Constitución de 1717 que… que… mierda. Se me ha olvidado.

¿Pero sabes lo que sí sé, y que no se me olvida? Que nos vamos a morir. Tú. Yo. Ellos. Hoy. Mañana. Al otro. Y, que, aún sabiéndolo, todos seguirán pensando que lo “correcto” es que los chicos no lloren. Pues nada.

Eros for no one. Total, tampoco se encarnaría en ninguno de vosotros. Le gustan demasiado los chicos inteligentes y con demasiadas cosas para pensar.