domingo, 24 de julio de 2011

Sócrates y el Triple Filtro

En la antigua Grecia, Sócrates fue famoso por su Sabiduría y por el gran respeto que profesaba a todos. Un día un conocido se encontró con el gran filósofo y le dijo: “¿Sabes lo que escuché acerca de tu amigo?”


- Espera un minuto - replicó Sócrates. Antes de decirme nada quisiera que pasaras un pequeño examen. Yo lo llamo el examen del triple filtro.

- ¿Triple filtro?

-Correcto; -continuó Sócrates - antes de que me hables sobre mi amigo, puede ser una buena idea filtrar tres veces lo que vas a decir. Es por eso que lo llamo el examen del triple filtro. El primer filtro es la verdad. ¿Estás absolutamente seguro de que lo que vas a decirme es cierto?

- No -dijo el hombre-, realmente solo escuché sobre eso y...

- Bien. -dijo Sócrates -Entonces realmente no sabes si es cierto o no. Ahora permíteme aplicar el segundo filtro, el filtro de la bondad. ¿Es algo bueno lo que vas a decirme de mi amigo?

- No, por el contrario...

- Entonces, deseas decirme algo malo sobre él, pero no estás seguro de que sea cierto. Pero podría querer escucharlo porque queda un filtro: el filtro de la utilidad. ¿Me servirá de algo saber lo que vas a decirme de mi amigo?

- No, la verdad es que no.

- Bien -concluyó Sócrates-, si lo que deseas decirme no es cierto, ni bueno, e incluso no es útil, ¿para qué querría saberlo?

D.

sábado, 23 de julio de 2011

On the brightside

I  am a man of six feet tall just looking for some answers in a world that answers none of the at all… I’ll say “hi”, but no reply to the letters that you write because I found some piece of mine…

“Cause I’m only as tall as my heart will let me be,

and I’m only as small as the world will make me seem.

And when the going get’s rough, and I feel like I may fall,

I look on the brightside: I’m roughly six feet tall.”

Recuerda estas palabras, Koalita.

D.

viernes, 22 de julio de 2011

¿Cansado de pensar?

¿Qué responder esa pregunta? ¿Cómo se puede estar cansado de pensar? Analicemos…

El pensamiento es a la mente como el aire a los pulmones (la magia reside en ser capaz de controlarlos). Son su producto, efecto de la causa de su existencia, efecto a su vez de la existencia de la Conciencia. Y hasta aquí voy a leer. No podemos “no pensar” (en principio), pero sí podemos “controlar lo que pensamos”. Es frecuente que éste ejercicio sea difícil para alguien no acostumbrado a “pensar” de forma consciente y controlada. Pero vamos a la raíz de la cuestión y a su consecuente respuesta, lo que implica abandonar el vasto campo de la metafísica.

Puedo “cansarme” (en el sentido físico) de pensar, ya que, como actividad del cuerpo Humano, desgasta y consume energía. Ésta parte se arregla durmiendo. Como duermo, no me cansa pensar mucho más que entrenarme físicamente, comer, andar o cualquier otra actividad cotidiana.

Si la pregunta se refiere a si me cansa escribir, no; no me cansa. La escritura es un vehículo de expresión de mi conciencia, un medio de plasmar mis reflexiones y compartirlas con quien quiera y pueda leerla. Si me cansara escribir no creo que tuviera utilidad mi blog. Es como preguntarle a un músico si le cansa tocar su instrumento.

Si, por otra parte, la pregunta va dirigida a si me “cansa la reflexión constante”, la respuesta, necesariamente, vuelve a ser “no”. El ser Humano vive dormido por la embriaguez de los sentidos. El mundo que creemos “real” no es sino una interpretación subjetiva de nuestra mente de aquello que nos rodea. Y necesito, constantemente, la reflexión de “quién soy”, “porqué soy” y, sobretodo, “para qué soy”. No puedo limitarme a “pensarlo un rato” y volver a lo “cotidiano” porque son respuestas que, debido a su trascendentalidad, no puedo obviar. No puedo hacer lo que vulgarmente se considera como “vivir” y “disfrutar” sin saber ni tan siquiera porqué existo; no me vale el “bueno, ya que estamos aquí, a disfrutar” y “a vivir”. Créeme, ni tan siquiera entendemos una millonésima parte de qué consideramos vivir.

No soy agnóstico porque considero que aquél que piensa que no podemos llegar a la Verdad, peca de pereza y carece del valor y la constancia de  buscarla. No soy místico ni ascético porque considero que si la Verdad está en alguna parte, está entre todos nosotros y por eso necesito del mundo de los “vivos” para buscar. No soy creyente de ninguna religión, porque no me puedo limitar a estudiar y memorizar un dogma que aplicar a mi vida diaria: necesito de la experiencia científica y una férrea Fe como aire y agua para mi existencia. Y, por encima de todo, no soy perfecto, pero si no tendemos a esa perfección nunca saldremos de esa mediocridad tan generalizada.

Obviamente, es mi opinión; puedes entenderla, o no, compartirla o rechazarla.

En cualquier caso, creo que la respuesta, simplemente, es “no, no me cansa pensar”.

Ad infinitum.

D.

jueves, 21 de julio de 2011

What am I to say?…

…I’m alright chopped in apathy.

Si a Dios se llega por la Luz, ¿porqué no llegar a través de la Oscuridad también? Al fin y al cabo, parece ser un Sendero de tan difícil andar como el primero, y lo complementa. Y no, no estoy hablando de la Oscuridad de la que os creéis capaces los profanos… celos, envidias, robos, mentiras, crueldad… es no son sino muestras de debilidad y mediocridad a las que estáis acostumbrados, producto de vuestra somnolencia terrenal. A veces ciertas perspectivas te generan más repugnancia que pena. Y luego compasión. No. No hablo de lo que en vuestra sociedad de zombies llamaríais “mal” y ser “malo”… hablo de una Oscuridad más allá de todo entendimiento, una Oscuridad que, al fin y al cabo, te lleva hasta la presencia del mismo Dios. Una Oscuridad iluminada con la Voluntad, la Sabiduría y la Intuición más altas… una crueldad que ensalce el alma… un odio tan intenso como el amor que ni tan siquiera conocéis, tan absortos en vuestro concepto de “yo” que os incapacita percibir que “tú” eres exactamente igual que el de al lado, y la única diferencia es un egoísmo más o menos desarrollado. Al fin y al cabo, una Oscuridad tan grande como la Luz de la que carecéis, que si se os ocurriera atisbar y dejar de imitar burdamente os llevarían al borde de la locura y os cegaría deseando el más pronto de los renaceres.

Como dijo Jesús, que vea quien tenga ojos y escuche quien tenga oídos.

D.

miércoles, 20 de julio de 2011

El sendero del Mago

El mago observa los ires y venires del mundo,

pero su alma habita en el ámbito de la luz.

El paisaje cambia, el observador permanece igual.

El cuerpo es sólo el sitio al que los recuerdos llaman hogar.

Merlín prefería evitar que lo vieran los mortales, pero en ocasiones se le podía ver una tarde de verano haciendo equilibrio en un pie, al borde de un campo. Los campesinos curiosos se le acercaban, pero Merlín permanecía como una estatua, sin emitir sonido alguno o reconocer su presencia. En esas ocasiones, Arturo pensaba que su maestro parecía una garza vieja acechando a un pez en el pantano. Un día, después de que Merlín había pasado horas contemplando el estanque, el niño no resistió la tentación de preguntarle qué era lo que miraba.

- No lo sé con exactitud, contestó Merlín. Vi una libélula y quise mirarla más de cerca. Se atravesó en mi camino como un sueño fugaz, pero al cabo de un momento olvidé si la libélula era mi sueño o si yo era el de ella.

- ¿No es obvia la respuesta?, preguntó Arturo.

Merlín le propinó un golpecito en la cabeza y le dijo:

- Tú crees que tus sueños existen aquí adentro. Pero como yo me encuentro en todas partes, ¿cómo puedo saber cuál parte de mí sueña a otra?

D.

sábado, 16 de julio de 2011

At the edge

Los sentimientos afloraron con el primer acorde de la canción y todo mi espíritu vibró con intensidad. Al principio, como ya era costumbre, mi mente hizo el trabajo de raciocinio, para reconducir esas vibraciones y convertirlas en canción, y mi consciencia comenzó a separarse de la situación, en un esfuerzo, ya reiterativo, por objetivarla… y empecé a sentir conscientemente.

Noté una leve presión en el pecho; me temblaban las manos mientras agarraba mi guitarra y una tímida sonrisa se asomaba en mi rostro. Todo mi cuerpo parecía más debilitado, más frágil, y una extraña sensación se apoderaba de mis pensamientos, que apenas podía distinguir en la mezcla entre los eternos opuestos y complementarios amor y odio que hervían en algún rinconcito de mi mente, ahora bajo la estricta supervisión de una voluntad consciente que no la dejaba rebelarse más de la cuenta.

Si tuviera que explicar la sensación, diría que era como estudiar la fauna en la Naturaleza, siendo la propia fauna la que se estudia a sí misma en su entorno. Es la sensación de ser la roca y sentir cómo te fragmentas por el calor, ser la flor y ver cómo absorbes vitalidad del Sol, como ser el pájaro y contemplar cada detalle del vuelo, cada movimiento del ala, cada soplo de aire bajo las plumas. Y no es poesía; es ciencia.

D.

viernes, 15 de julio de 2011

La Biblioteca del Viejo I

Por J. Tyrson

...porque todo esto ha ocurrido...

....tal  vez... a alguno de nosotros...


El viejo me observó con una mirada arrugada, fría y gris.

Si no me hubieran hablado de él, si no hubiera recorrido gente, países y situaciones para llegar hasta él en ese momento, seguramente me hubiera marchado. Ni siquiera hubiera entrado a aquella pocilga que era la casa del viejo. Y mucho menos hubiera caminado tantos kilómetros por aquel páramo.

Todo parecía gris, como él, como el polvo que parecía cubrirlo todo. Su edad era..., era…, no sé. No lo sé. Viejo, eso sí, muy viejo. Arrugado, se movía con un poco de dificultad, y con los ojos ardientes, brillantes, como vidrios vivos.

Pero ya estaba allí, ¡al fin! Podría haber llegado antes, sin gastar tanto dinero, sin viajar tanto y preguntarle a tanta gente. Lo único necesario para encontrarlo había sido desearlo, necesitarlo fervientemente.

Todavía no me explico bien cómo llegué a esta cabaña. Ni me importa mucho. Había encontrado al viejo, a la persona que tiene todas las respuestas del mundo.

Lo que me desilusionó fue el aspecto de todo aquello. Él era gris, como ya les conté, la cabaña era muy diferente por dentro de lo que parecía por fuera. Hubiera esperado encontrar una cómoda estancia rural, estufa a leña, reposeras y todo lo demás. Pero no. allí estaba yo, sentado frente a una máquina de escribir con un papel en blanco. Y el viejo que me miraba, parado frente a mi, casi agazapado. Por detrás, se veían paredes y más paredes, enormes, repletas de estantes, cubiertas de libros. Era, evidentemente, mucho más grande por dentro que lo que se veía por fuera. Pero preferí no pensar en esa distorsión. Lo importante era saber preguntar, era una oportunidad única.

El viejo me miraba y esperaba.

Dudé, temí. ¿Por qué a último momento la duda y el temor, cuando uno verdaderamente va a saber, va a entrar en un universo diferente? ¿Por qué?

Tenía mil preguntas, tenía series interminables de preguntas. Temas a desarrollar, asuntos en los que profundizar. Y ahora que estaba allí...

-¿Qué es Dios? –fue lo que atiné a decir con temor a que esa situación desapareciera.

Me pareció que el viejo sonreía ante la pregunta. Tuve la amarga sospecha de que era una pregunta reiterada.

Se dio vuelta y fue hasta la biblioteca. Buscó, miró, pensó, eligió un libro, pequeño, viejo, lleno de polvo, como todos los demás. Lo abrió. Me pareció que movía la cabeza, satisfecha.

Cuando me lo dio, vi el título de un cuento. Comencé a leer.


DIOS ESTABA SOLO

Cuando mi Padre coaguló, fui en toda mi dimensión. Todo mi ser era la totalidad.

Dentro de mí, la luz era mi luz, la oscuridad era mi oscuridad, y la infinita potencia de la existencia latía impaciente.

Me regocijé en ella. Era punto y fui onda, era posibilidad y fui infinito. Había creado el espacio y el tiempo. Una pequeña contracción... y fue la materia.

Y de pronto, una extraña fuerza que provenía de mi devenir dio lugar a la vida. Me contemplé en ese proceso y me maravillé, impulsé el devenir y la vida fue más y más compleja, más y más maravillosa. Pero una extraña ansiedad surgía, algo misterioso e incomprensible venía desde el fondo de mi eternidad.

De pronto, se hizo evidente, mi omnipotencia no era tal, había algo que no comprendía: el por qué de mi creación. Supe, que averiguar ese por qué, era la razón de mí ser. Y conocí la angustia.

En un supremo esfuerzo por saber di existencia a mi máxima obra, y para que fuera perfecta, la hice a mi imagen y semejanza. Y fue el hombre en el universo. Pero allí mismo finalizó mi potencia creadora en cumplimiento de una misteriosa ley que no comprendía.

Miré al hombre y no me vio. Ya no había creación, tan solo transformación. Y una lenta entropía comenzó a devorarme.

Grité y el hombre no me escuchó, lo vi buscarme sin encontrar, lo vi pensar sin comprender, lo vi intentar amarme sin conocerme. Y vi cómo me dividía con desesperación. Conocí la soledad... y lloré.

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El día era gris; sin frío ni calor, sin lluvia, sin sol. Si no fuera, nada cambiaría.

El hombre caminaba por el parque. Él también era gris.

-¿Habría cambiado el mundo si no hubiera nacido?- se preguntó, como tantas otras veces.

Y como tantas otras veces quedó paralizado sin encontrar una respuesta.

El hombre no parecía tener una edad definida, ni nada que, de alguna forma, lo hiciera diferente, a no ser por los tres o cuatro libros que apretaba bajo su brazo. Solamente el muy leve arrastrar de sus pies y los hombros un tanto caídos, permitían sospechar una vida en la que ni siquiera había fracasado, porque no era consciente de haber intentado nada.

Se sentó en un banco de la plaza, frente a la iglesia.

Contempló, al frente, la estructura pétrea y gris, símbolo de un deseo impreciso e inconfeso.

Miró hacia abajo, hacia los libros que descansaban en sus rodillas. Y en ellos vio la síntesis de la soberbia humana que, en la infinita pequeñez de su percepción hacía esfuerzos titánicos por trascender un devenir que no llegaba a comprender.

Se sentía cansado, muy cansado. Su tiempo, sin hitos y sin referencias, casi había desvanecido el viejo mordisco de la soledad.

Recordó sentirse solo hace años cuando, siendo muy niño, en la escuela, todos se rieron de él al orinarse encima. O cuando vio que aquella muchacha a la que amó en silencio se casó con su compañero más querido. Después la soledad y él fueron uno, sin nada ni nadie que hiciera evidente esa condición.

Su mirada, un tanto desenfocada, vagó por el entorno. La iglesia, el cielo, la gente que pasaba, todo era gris, sin sentido, disociado.

No supo cuando sus ojos quedaron fijos en aquel cantero. Ni cuando comenzó a sentir cómo, de lo más recóndito de su alma, surgía en silencio un alarido desgarrador.

-¿Por qué?- se preguntaba, sin saber si era él quien lo hacía.

Sintió una extraña sensación de irrealidad, angustia, miedo, algo le estaba pasando. ¿Era verdaderamente en él que sucedía?

Quiso levantarse para salir de allí, pero sus ojos continuaban prisioneros de aquel cantero.

Estaba petrificado, ya nada más existía, solo él, el cantero y la realidad de su observación. En esas tres entidades algo monstruoso, grotesco y chocante acontecía: el hombre gris estaba viendo llorar a una flor.

Y allí, en esa coordenada insignificante y casi despreciable del tiempo y del espacio, la realidad del mundo y del Universo comenzó a hacerse pedazos.

Por esa grieta de percepción vio llorar a todas las flores, a todos los hombres, a toda la vida sin saberlo, y sin lágrimas.

Y él, solo, omnipotente y majestuoso como un Gran Hacedor, supo que, con su propia observación, podía cambiarlo todo y detener el llanto del Universo. Porque esa realidad ocurría en su propia conciencia, y en ella todo lo era.

Procuró serenarse, objetivar el poder de su voluntad. Escuchó, pudo oír las voces del tiempo, de todos los tiempos. Miró, y vio el infinito. Quiso amar, y entonces comprendió el maravilloso instante de sincronismo que había dado lugar al milagro. Miró la iglesia, los libros, rió. Miró la vida, y fue feliz. Miró en su interior y supo que él también podía hacer milagros, siempre lo había podido.

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Comprendí. Supe que existía desde que alguien pensaba en mí. Supe que era eterno desde que alguien me comprendía. En algún lugar del Universo, en una recóndita partícula de mi ser, eso había ocurrido. El Propósito de la vida, el ansia de mi creación tenían esa sencilla explicación, que alguien me conociera, un hombre gris lo había hecho. Y juntos, el hombre y yo, comprendimos el Propósito de mi Padre: que la vida fuera cada vez más y más perfecta. Y que alguna vez, alguien lo descubriera a él.

La creación podía continuar, el hombre llegará a hacerlo. Y a los ojos del hombre no fui justo ni injusto, ni malo ni bueno, simplemente fui, más sencillo, más grande, más cerca... Y el pecado desapareció del mundo de los hombres. La ley superior del Cosmos se cumplía, el hombre y yo fuimos uno. No estaba solo.

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El hombre comenzó a caminar por el parque, erguido, sonriente. Todos lo miraban y le sonreían mientras una nube de pájaros lo acompañaba y las flores cantaban a su paso.

El hombre ya no era gris, el día tampoco. Ya no estaba solo.

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La creación continuaba, y en el Cosmos, un Universo detenía su fatal entropía.

fin


Terminé. debo confesar que me sorprendió un poco. yo siempre había pensado que..., no sé..., algo más formal, mas ordenado, no tan dependiente...

¿Dónde quedaba todo aquello del bien y del mal?

El viejo me miraba y levantaba las cejas, me estaba apurando a la próxima pregunta. Yo quería pensar un poco. Me agarré de lo último que estaba pensando, no sea cosa que mi oportunidad terminara allí, dejándome más confuso que cuando llegué.

El Bien y el Mal.

-¿Y el Diablo, qué es eso del Diablo y el Mal?

Iba a redondear más la pregunta, pero ya tenía otro cuento en las manos.

(continuará)

D.

domingo, 10 de julio de 2011

Forgiveness and Love

Estaba el Buda meditando en la espesura junto a sus discípulos, cuando se acercó un detractor espiritual que lo detestaba y aprovechando el momento de mayor concentración del Buda, lo insultó lo escupió y le arrojó tierra.

Buda salió del trance al instante y con una sonrisa plácida envolvió con compasión al agresor; sin embargo, los discípulos reaccionaron violentamente, atraparon al hombre y alzando palos y piedras, esperaron la orden del Buda para darle su merecido.


Buda, en un instante percibió la totalidad de la situación, y les ordenó a los discípulos que soltasen al hombre, mientras se dirigía a este con suavidad y convicción diciéndole:


“Mira lo que has generado en nosotros: nos has expuesto como un espejo muestra el verdadero rostro. Desde ahora te pido, por favor, que venga todos los días a probar nuestra verdad o nuestra hipocresía. Has visto que en un instante te llené de amor, pero estos hombres, que hace años me siguen por el mundo meditando y orando, demuestran no entender ni vivir el proceso de la unidad y quisieron responder con una agresión similar o mayor a la recibida.

Vuelve siempre que desees, eres mi invitado de honor. Todo insulto tuyo será bien recibido, como un estímulo para ver si vibramos alto, o es sólo un engaño de la mente que ve la unidad en todo”.

Cuando escucharon esto, tanto los discípulos como el hombre, se retiraron de la presencia del Buda rápidamente, llenos de culpa, cada uno percibiendo la lección de grandeza del maestro y tratando de escapar de su mirada y de la vergüenza interna.

A la mañana siguiente, el agresor, se presentó ante Buda, se arrojó a sus pies y le dijo en forma muy sentida.

“No pude dormir en toda la noche, la culpa es muy grande, le suplico que me perdone y me aceptes como discípulo.”

Buda, con una sonrisa en el rostro, le dijo: “Eres libre de quedarse con nosotros, pero no puedo perdonarte”.

El hombre, muy compungido, le pidió que por favor lo hiciera, ya que él era el maestro de la compasión, a lo que el Buda respondió:

“Entiéndeme: para que alguien perdone, debe haber un ego herido; solo el ego herido, la falsa creencia de que uno es la personalidad, es quien puede perdonar: después de haber odiado, o resentido, se pasa a un nivel de cierto avance, con una trampa incluida, que es la necesidad de sentirse espiritualmente superior, a aquel que en su bajeza mental nos hirió. Solo alguien que sigue viendo la dualidad, y se considera a sí mismo muy sabio perdona a aquel ignorante que le causó una herida”.


Y continuó: “No es mi caso, ya que te veo como un alma afín, y no me siento superior, no siento que me hayas herido, solo tengo amor en mi corazón para ti, y no puedo perdonarte; solo te amo. Quien ama, ya no necesita perdonar.”

El hombre no pudo disimular una cierta desilusión, ya que las palabras de Buda eran muy profundas para ser captadas por una mente llena todavía de turbulencia y necesidad, y ante esa mirada carente, el Buda añadió con comprensión infinita:

“Percibo lo que le pasa, vamos a resolverlo: Para perdonar, ya sabemos que necesitamos a alguien dispuesto a perdonar. Vamos a buscar a los discípulos, que en su soberbia están todavía llenos de rencor, y les va a gustar mucho que les pidas perdón. En su ignorancia se van a sentir magnánimos por perdonarlo, poderosos por darle su perdón, y tú también vas a estar contento y tranquilo por recibirlo; vas a sentir un reaseguro en su ego culposo, y así más o menos todos quedarán contentos y seguiremos meditando en el bosque, como si nada hubiera pasado”

Y así fue.

miércoles, 6 de julio de 2011

Cogito Ergo Svm

Hombre, conócete a ti mismo y conocerás al Universo y a los Dioses.