miércoles, 29 de agosto de 2012

Elogio de la Locura

12_Insanity_by_freakdearts“Don’t try to live so wise, don’t cry ‘cause you’re so right, don’t dry with fakes or fears ‘cause you will hate yourself in the end…” (“No intentes vivir de forma tan sabia, no llores, porque tienes razón, no te seques con farsas o miedos, porque terminarás odiándote al final…”)

De todas las historias que podremos escuchar alguna vez en nuestro camino, suelen gustarme más aquellas de las que ya conozco el final. Y es que aunque lo oiga en versos pronunciados por otros protagonistas, el suicidio romántico siempre será mi forma favorita de inmortalizar la cumbre de la pasión, el non plus ultra de la experiencia sobre la teoría, musa de toda inspiración y belleza de aquello que se hace eterno por ser efímero.

Y es que encontrar que el objeto de contemplación y deleite no es más susurro que el arrullo de las hojas de otoño al caer, instante que viene y se va, transforma toda desazón por el paso del tiempo en todo un árbol de hojas caducas que se desnuda, instante tras instante, a la luz de la luna de verano con la esperanza puesta en la primavera, que traerá de nuevo la promesa del arrullo susurrante de una nueva hoja que volverá a caer y nos hará enloquecer.

¡Locura! ¡Dulce locura, que descorres los velos de aquello que no les está permitido mirar a quienes no cuentan con tus besos, néctar de toda vida, maná de la embriaguez de los sentidos del alma, tú que apartas los venenos y trampas del Espíritu de la Razón y abres los ojos a una forma de noche privilegiada en la que la luna está abajo mientras la disfrutamos del revés, protégenos de la envidia del sabio cuerdo y conviértelo en juglar de tu corte como nosotros lo somos de la suya!

Pues no es loco el que sufre la locura, sino aquél que necesita del loco para llamarle tal y reafirmarse a sí mismo como cuerdo, pues el loco jamás necesitará más espejo que sí mismo para ver reflejado el universo en toda su magnifica demencia devolviéndole la sonrisa. Y ahí, él, y sólo él, será capaz de reír.

D.

domingo, 19 de agosto de 2012

About Blue Eyes and Summer Sky

“¿Cuánto tiempo es para siempre? – preguntó Alicia…”

Solía pensarse especial. Cuando alguien le miraba a los ojos sabía cómo absorber al observador en un vórtice de incertidumbre, transformando cuanto hubiese alrededor en algo espaciotemporalmente difícil de acotar. El observador, atrapado, duda de la reacción y recurre al protocolo para salir de una situación incómoda, pero no le da tiempo. Él, en el momento adecuado, libera la presión y deja a su presa relajarse, mostrando una tímida sonrisa. Pero no acababa ahí. Porque cada vez que sonreía el abismo de su mirada se hacía más profundo. En esos momentos, el observador sólo veía a un muchacho sonriendo tímidamente con una mirada ligeramente distante, pero no se arriesgaría a volver a perderse en sus ojos. Con un ademán le quitaría tensión a una situación que no sabría etiquetar, y se limitaría a sonreír de vuelta y le restaría toda la importancia. A fin de cuentas, ¿cuánto dura una mirada?

Solía pensarse especial porque cuando se miraba en el espejo a los ojos el infinito le devolvía la mirada y le daba vértigo. No había encontrado ojos con aquella profundidad, ni sonrisas con señales que, a modo de miguitas de pan, llevasen al observador por los indescifrables secretos de una mente y un corazón que no encuentran reposo en lo temporal. En situaciones de este tipo, los pensamientos entran en una dinámica de vertiginosa velocidad que bloquean las respuestas conscientes y la vida del individuo se vuelve automática. Se esfuma la disciplina en una mecánica de respuestas en lata, de las que venden en los supermercados, reduciendo la conducta y sus consecuentes respuestas a un montón de palabras… palabras que deciden por él hacia dónde tiene que girar la mirada y cuándo tiene que sonreír para no romper la ilusión. Y es en esa miríada de miradas y sonrisas que duran fracciones de segundo en las que él encuentra ese para siempre de vértigo, de incertidumbre, tras unos ojos que esconden los restos de una batalla en la que los dos bandos comparten el mismo corazón.

* * *

El verdadero arte de crear a la persona reside en la capacidad de destruirla. La autodestrucción constante de lo poco que se pueda construir en algún que otro ratillo de aburrimiento previene al individuo de cualquier fanatismo, a la vez que lo incapacitan para una vida normal.

D.