martes, 25 de diciembre de 2012

One A.M. Meditation

"Una piedra de buen tamaño, que relucía desnuda lavada por la lluvia, se hallaba en un lugar elevado, rodeada de flores de muchos colores, en el borde de un huerto que daba a un camino pedregoso. Después de mirar durante largo rato a las piedras del camino, sintió el deseo de dejarse caer entre ellas.


- “Qué hago yo aquí entre las plantas- se preguntó -. Debería de estar ahí abajo, con las de mi clase”.


De modo que rodó hasta el fondo del terraplén y se unió a las demás. Pero las ruedas de los carros, los cascos de los caballos y los pies de los minantes no tardaron en reducirla a un estado de continua aflicción. Todo pasaba por encima de ella o la golpeaba. A veces, al verse sucia de barro o de excrementos de animales, alzaba la vista un poco – en vano – hacia el lugar que había abandonado: aquel lugar de soledad y plácida felicidad.


Eso es lo que le seduce a todo aquel que decide abandonar la vida solitaria y contemplativa, para descender junto a gentes de infinita perversidad.”


Códice Atlanticus, Leonardo da Vinci.

Gradient of nonsense

1366-768-332360‘Let me occupy your mind as you do mine…’

Empezar por el principio suena redundante, pero a veces, cuando nos vamos por las ramas y nos dejamos llevar por las afecciones del alma, perdemos las raíces del árbol con el que estamos creciendo.

Quizá el principio en este caso esté en el porqué de los textos de este espacio. Podría explicar que, al nunca ser más que un ensayo literario, i. e. un ejercicio de escritura, nunca le daré a ninguno de estos textos la categoría de tractatus filosófico. La buena filosofía se hace a la luz del sol, no alumbrado con el reflejo de la luna en la ventana, si bien todo tiene sus ventajas e inconvenientes. Es así como la teleología de estas palabras es, en primer lugar, servir de ejercicio catártico para su autor, una suerte de exorcismo personal, cuya condición de posibilidad es una siempre subyacente intención de que alguien concreto las lea e, idealmente, las entienda, y un nacimiento en la Oscuridad, por eso la mayoría son escritos a altas horas de la noche. En segundo lugar el telos del escrito es conseguir un efecto deseado sobre ciertas coordenadas de la Mente Universal, una vez habiendo sido asimilado el contenido.

Y es por eso que la claridad, en el sentido de coherencia con el ‘mundo cotidiano’, se me hace difícil, ya que la simbología que aquí se plasma peca de ser demasiado universal y personal a la vez. La exégesis ‘correcta’ de las mismas sólo debe hacerla la persona a la que el texto va dedicado; si bien, y precisamente por la ambigüedad de los símbolos y de la narración cientos de significados pueden ser atribuidos a cada uno de los pasajes, y es en ese laberinto de innumerables calles sin salida y decenas de criaturas de leyenda donde se esconde el autor, claro y transparente, como ningún espejo puede mostrar, desnudo de todo exceso más allá de la literalidad, publicando su intimidad y velándola después. Es por eso que es un ejercicio de catarsis, ya que los mensajes enviados a través de la palabra rara vez llegan a su destinatario, a no ser que las citas sean explícitas.

Así, ya tenemos el porqué y el para qué. El cómo se averigua en el ‘estilo’, deliberadamente oscuro, impreciso pero muy sensorial y cercano. Crear espacios íntimos de miríadas de momentos es la ‘especialidad’ de la casa. Quizá la soledad sea el último bastión que me protege de lo expuesta que queda mi alma cuando mi mirada se vierte sobre los tentadores espejismos de aquello que sólo está a mi alcance con los poderes de los diez qliphoth.

domingo, 2 de diciembre de 2012

Nightmare

Cuando abrí los ojos se me habría encogido el corazón si lo hubiese tenido. Los límites de mi ataúd parecieron encogerse a mi alrededor. Tomé aire e inspiré lentamente; aún sin necesitarlo, seguía aquietando mis pensamientos si le dedicaba la suficiente concentración. Levanté la tapa con una mano y me incorporé. Miré a mi alrededor y esa sensación volvió a recorrerme la espalda. No… no es posible, pensé para mí, pero era más que el susurro de una afirmación: era una súplica. Salí del lecho y me acerqué al balcón, a través del cual la luna decreciente brillaba con rostro de recién levantada, con el tono amarillento que adquiere en la noche temprana.

Oteé el horizonte y en la lejanía sólo vi infinitud, un vasto e interminable desierto que aislaba mi castillo de piedra del mundo de aquellos cuyos ojos sangrarían al contemplar con sus mentes un silencio que ni la tierra, el agua, el aire o el fuego osaban romper. O al menos no hasta ese momento. La situación se volvió incómoda y me pareció oír susurros de ecos que hacía mucho tiempo que no escuchaba. Ven… ven…

Tal vez me confundí al despertar. Puede que todavía quede algo parecido a un corazón en alguna parte del yermo que habito. O tal vez nunca llegué a despertar y esto no sea más que otro sueño.

*   *   *

La irrealidad del mundo sólo la perciben aquéllos que despiertan tras un largo letargo, para caer en la cuenta de que el camino no ha hecho más que comenzar. Aún así, ¿cómo emprender la marcha cuando se echa de menos la comodidad de las sábanas? El consuelo reside en entender que nunca es adiós, sino hasta luego.

D.