sábado, 16 de junio de 2012

Midgard Traveller

"The road goes ever on and on..."

El futuro es uno de esos demonios que se gestan en una sociedad que teme a la muerte. Este demonio, consciente de su poder, surca las tierras del Midgard a toda velocidad y arrasa el campo mental que atraviesa... dejando muerte a su paso. La muerte que trae, aún así, es ficticia. Porque sólo muere aquél que vive, y sólo vive el que reconoce la muerte...

A lo lejos resuenan los tambores de aquellos que bailan alrededor del fuego, anunciando que el misterio más grande se oculta en los lugares más pequeños... explicando que las puertas de Assgard vuelven a formar el arco del triunfo de los dioses del viejo mundo.

jueves, 14 de junio de 2012

Eden

"When the time comes, your heart will be true..."

El Edén se veía reseco cuando crucé las Puertas del Jardín. Al principio pensé que el Guardián me lo impediría, como efectivamente intentó hacer, pero no le dio tiempo a alzar su temible espada de fuego cuando hice que su rubia cabellera se estrellara estrepitosamente contra la parte exterior del muro. Cayó al suelo y empezó a desangrarse. Un leve susurro de emoción se asomó tímidamente, pero algo más oscuro se la tragó y reveló la más ligera de las sorpresas. No sabía que los ángeles sangraran; levanté levemente una ceja, y sonreí (al fin y al cabo, era lo mejor que ahora sabía hacer), y recobrando el estoicismo de mi nuevo rostro atravesé el portal. 

Que aquello llevaba abandonado siglos no era lo único que revelaba un primer vistazo. Era como si alguien, deliberadamente, hubiese dejado morir aquélla maravilla. Era desolador, y se me erizaron los pelos de la nuca. Después de un segundo reconocimiento más detenido, con esa segunda característica forma de mirar que aprendí de la Noche, reparé en varios elementos del paisaje que me resultaron vagamente familiares. Entre ellos se encontraba aquél riachuelo que juraría que una vez fue caudaloso, al lado del cuál pasaba horas leyendo en compañía de las criaturas más hermosas que la mente podía concebir... dragones. Quizá el río me parecía más grande al ser yo más pequeño. De hecho, antes, el propio Guardián parecía más temible, el río más grande, y los colores más vivos. Ahora no eran más que máculas de una tierra salvaje que cambió sus verdes claros y celestes ordenados por un Caos de madreselva, matorrales grises y azules lluviosos. Y yo me sentía, si no más fuerte, sí más alto que todo aquello. 

Pero reparé especialmente en ciertos detalles, contemplándolos desde mi nueva perspectiva. Éstos eran los elementos que en Edén constituían mis pesadillas más tenebrosas, aquellos obstáculos infranqueables que me hacían desesperar. Los observé, uno a uno, y comencé a reírme con una risa que hizo eco en los muros del Jardín, como sólo un lugar vacío puede hacerlo. Quizá con otros ojos habría sido una risa malvada. Pero en realidad fue una carcajada caótica sin placer ni dolor. Alcé la mano derecha y aquellos viejos recuerdos ardieron en diferentes colores, dejando simples montones de ceniza. Cerré los ojos un momento y reflexioné. La culpa la tenía el árbol del Centro.

Cuando me giré hacia el Árbol del Bien y del Mal el recelo se apoderó de mi mirada. Ahora la emoción sí comenzaba a surgir, y procuré mantener la calma. Inspirar, espirar. Al fin y al cabo, la Magia sólo funciona de esa forma. Me aproximé con cautela y a paso lento entre los montones de ceniza humeante. Me detuve a escasos centímetros y miré hacia arriba. El Árbol seguía tan frondoso y lleno de vitalidad como siempre, con una fuerza inmanente increíblemente poderosa. La emoción volvió a surgir. Ira. Edén estaba arrasado, muerto y abandonado, y el causante de las mayores desgracias que viví entre sus muros sigue intacto y rebosante de vida. Inspirar y espirar apenas funcionaba. La cara me ardía. Me obligué a mi mismo a sentarme y a cerrar los ojos. Y así, de espaldas al árbol, medité acerca de lo que debería hacer ahora. Ahora... ahora que Edén estaba sembrado de vileza y soledad, vacío, y con los dragones fuera de sus muros. 

De repente, algo en mi pecho, en la zona del corazón, comenzó a brillar. Me di la vuelta y descubrí que el Árbol también brillaba. El mensaje fue ineludible: tengo tu corazón

D.