A trece días de los Rituales de Fuego, cuando comenzaba la temporada de crecimiento de los campos, donde las semillas brotaban por doquier, el sol brillaba imponente sobre la llanura, donde la Naturaleza celebraba la danza de la fertilidad, nace, junto con el resto de la vida, una nueva alma, amparada, como tiempo atrás, por la sonriente Doncella.
Cantando sus plegarias, la rosa de los vientos meció sus primeras palabras y protegido entre la espesura del bosque, la calidez de la hoguera, el arrullo de un río cercano y el silbido del viento en las ramas, se durmió.
D.
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