La Tierra tiembla y deja de ser estable. El Agua se evapora y deja de fluir. El Fuego se extingue y deja de quemar. El Viento cesa y se transforma en aire. Ahora el Vacío es. Y es Caos.
Cierro los ojos… estático, dinámico, arriba, abajo, luz, oscuridad, orden, desorden, caliente, frío, bueno, malo, sol, luna… luna… dinámica… baja… oscura… desordenada… fría… ¿mala?
Suspirar estaba casi de más, pero mi nuevo sistema gnoseológico era tan preciso y transparente que comenzaba a temer por tanta experimentación. Y apenas estaba a las puertas… pero a medida que me adentraba en maravillosas expediciones en busca de la quintaesencia alquímica mi cuerpo no cesaba de recordarme que, a pesar de la iluminación prometida, la materia es indivisible de la dualidad humana. No. No es el espíritu lo que flaquea. Es el cuerpo esta vez el que grita: caos.
* * *
El suave arrullo del bosque rodeó la escena. En el centro de la esencia de lo natural, recostado sobre una piedra, se encontraba aquel muchachito de largas orejas picudas y túnica verde. Con los ojos cerrados, y el viento meciendo su rubio cabello, sostenía con armonía una pequeña ocarina azul. La magia de la escena estancó mi corazón al contemplarla. Quizá era una señal. Aún así no estaba más que en el borde exterior del bosque… El muchacho, con aire sereno, se llevó el instrumento a los labios y sopló una dulce melodía… Y con su música supe su nombre y qué hacía allí. Entendí porqué no entraba en el bosque y al entenderlo sentí la tentación de no entrar tampoco. Pero debía entrar. Aún así mis sentidos me pedían descansar, dejarme llevar y fluir con la nana de la ocarina. Ante mi indecisión una voz sonó en mi cabeza: piensas demasiado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario