No se qué tendrán las montañas que me hacen recordar. Es como si el eco de los recuerdos rebotaran eternamente entre las altas cumbres y viajaran de pico en pico, de abeto en abeto, embriagando la nieve y arrastrando un frío viento de nostalgia… tantas historias ¿dónde quedan? Igual es hora de pararse y mirar el paisaje.
El ayer ya no existe, pero ¿porqué no sigue persiguiendo de forma tan insistente?. Igual me equivoqué… igual el pasado siga en el presente tan presente y real como el ahora, solo que en forma de ese eco frío y nostálgico que nos hace recordar… hasta el punto en el que deseas no volver a recordar antes que seguir hiriéndote con la duda. (Circle me and the needle moves gracefully back and forth… if my heart was a compass you’d be north…)
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En cuanto colgué el teléfono sentí un poco de vértigo. Era esa sensación de estar mirando hacia abajo desde un alto acantilado y te hubieras planteado en algún momento saltar. Entonces ocurre y con pánico noto como los pies se deslizan por el borde y, como por arte de magia, ya no hay suelo. El tiempo se congela y el espacio se difumina en ese instante y el melancólico viento de las montañas me envuelve y mece mi alma, trayéndome el eco de esos recuerdos en forma de estacas de hielo que prometían escarcharme el corazón y anclarlo al más frío y eterno invierno. Y era lo que solía pasar… pero esta vez no fue así.
El tiempo volvió a su rítmico tic tac y el espacio se configuró ante mis ojos: el abismo seguía ahí abajo, profundo, oscuro frío pero… ¿qué pasó?
Atravesó el cielo como una centella verde, como la última esperanza, como el último rayo de sol (que, como sabréis, según Julio Verne, es verde) de la puesta de sol de mi corazoncito, y me agarró de la mano fuerte. Y ya no caí. Porque Peter Pan me salvó como solo ocurre en las películas, justo al final, cuando ya crees que no te puedes salvar, que todo está perdido… y zas: aparece.
Con la sonrisa en la cara… me dejó en un maravilloso campo de flores (y aquí empieza la segunda parte)
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El campo estaba rodeado de flores de pascua preciosas (por eso de que es Navidad),
así que, como es lógico, no pude, como mínimo, acordarme de… jum… de ese pequeño pokémon con forma de erizo y una florecita preciosa que solo aparecía en lugares “casi tan bonitos” como él… y el recuerd
o deshizo el hielo del eco de la montaña, y el viento nostálgico se convirtió en una suave brisa cálida que envolvió el mágico paisaje… entonces, c
asi por arte de magia (de nuevo), sentí el calor de unos labios sobre los míos bajo la lluvia de diciembre instantes antes de desvanecerme y comenzar a soñar…
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