Nieve, nieve nieva, nieve a la de uno.
Suave y despacito, con el mecer del viento, se posa cada copito en el corazón del corazón de la montaña en la que no me encuentro mientras bailo una canción. Sordo, sordo, sordo… y copito a copito el sonido de dos latidos se adueña de unos oídos que necesitan más escuchar que oír.
Nieve, nieve nieva, nieve a la de dos.
Suave y despacito, con el paso de mis botas, se posa cada copito en el alma del alma que una vez creí que tuve al verme reflejado en un espejo que estalló mientras buscaba ese poquito de luz para servir de algo. Ciego, ciego, ciego… y copito a copito el color de las nubes (cuando están alegres) se adueña del paisaje, más por costumbre que por gusto, frente a unos ojos que necesitan más ver que mirar.
Nieve, nieve nieva, nieve a la de tres.
Suave y despacito, con el recuerdo de un suspiro, se posa cada copito en la mente de la mente del filósofo del que apenas puedo recordar tan siquiera lo que nunca llegó a escribir. Mudo, mudo, mudo… y copito a copito las palabras que selló en su corazón y sus labios no pronunciarían jamás se consumen y corrompen el sentimiento que, más que sentir, quizás, necesitaba sentirse.
Nieve, nieve nieva, nieve a la de, y por último, cuatro.
Adoro la nieve... siempre parece colarse entre nuestras historias mejor enterradas y echar anclas al tiempo,por supuesto puedo hacer dos cosas: ser más frío que los más fríos glaciares o... resguardarme a esperar que pase la época de heladas.
ResponderEliminarPD: no siempre nieva en diciembre =)