martes, 27 de marzo de 2012

Ostara Midnight

I amar prestar aen: han mathon ne nen, han mathon ne chae... a han noston ned 'wilith...

La calidez de la noche invitaba a navegar por el mar de constelaciones que desafiaban la intermitente luz de las farolas. Habíanle enseñado a aquél muchacho que contemplaba el firmamento desde su ventana que el hombre no podía volar. Pero el muchacho sabía que eso no era cierto, ya que cada noche, cuando todos dormían, su imaginación le transportaba a lugares remotos a la velocidad del pensamiento. Había noches en las que surcaba los grandes océanos y nadaba con las sirenas, otras bailaba a la luz de las diferentes lunas con los elfos de los bosques, a veces se enroscaba en las melodías de los elementales del aire y otras veces escuchaba el susurro del desierto desde la paz de la cumbre de las Pirámides.

¿Quién podrá robar la inocencia de aquél que ve la vida con los ojos de un niño, sino él mismo? No es el entorno el que nos somete, sino nuestra disposición a ser sometidos por el mismo...





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