"I have died every day waiting for you."
¿Sabes? Solía pedirte en cada una de las ocasiones que tenía para formular un deseo. Desde que tengo memoria, al menos. En cada cumpleaños cerraba los ojos y te pedía para que el próximo año me ayudases a soplar las velas. Cuando me sentía solo o atrapado me daba esos largos paseos por la playa, y si aparecía alguna estrella fugaz le pedía con todo mi corazón tu mano para la próxima caminata por la costa. En año nuevo, al terminar de casi atragantarme con las doce uvas, deseaba que para el siguiente fueses el primero a cuyos brazos lanzarme al sonar la última campanada. Fíjate si te pedía que hasta hice un blog que como título pregunta por ti... Te pedía y te echaba de menos, y aun sin conocerte sabía que estabas por ahí, y que seguro que en algún momento nos encontraríamos y todo, por fin, estaría bien. Lo que se me olvidó pedir, quizá, fue la capacidad de reconocerte.
Pero no sólo te pedía; no. También te buscaba. Te buscaba de bar en bar, de mano en mano, de beso en beso y de corazón en corazón, y a cada nuevo fracaso cada vez sentía que necesitaba correr más y más, que me quedaba sin tiempo. Nunca cerraba las opciones, y ya te puede imaginar el caminillo de corazones rotos que dejé a mi paso. Luego se transformó en una adicción, y yo lo disfracé de juego.
* * *
El cartel decía: "Pasen y vean a una de las criaturas más extraordinarias de nuestro mundo." El premio por domesticarla era su corazón de oro. Lo que los clientes no sabían era que en su carrera por la libertad algo se lo había robado por el camino. Sin corazón, órgano de los deseos, la criatura no podía ser domesticada.
* * *
- Esto me cansa.- dijo Dorian. Se removió incómodo en su asiento y reflexionó acerca de esa sensación. No estaba acostumbrado a sentirse incómodo.
- ¿El qué? - preguntó Dante distraído mientras contemplaba por la ventana el incipiente Invierno. Algo pareció preocuparle en el suave planeo de una de las retrasadas hojas de Otoño que había decidido unirse al suicidio de sus hermanas, pero giró la cabeza y miró a Dorian. - ¿Qué te cansa?.-
- Todo.- respondió.- El frío, la incertidumbre... - parecía desganado, y no miraba de vuelta a su amigo. -... todo esto de vivir del pasado en un eterno presente y no terminar de mirar hacia el futuro...- D
esde que no fumaba en pipa estaba un poco más irascible.
- Más allá del fin de semana, ¿quieres decir? - respondió Dante con una sonrisa.
Hay que reconocer que sabía meter el dedo en la llaga, pero de sus palabras no podía extraerse intención maligna alguna. Tenía razón, a fin de cuentas, y lo había plasmado con una metáfora. La metáfora consistía en vivir una vida a base de placeres esporádicos que sólo los momentos de ocio proporcionaban placeres pasajeros que rogaban emulación, hasta que dentro de nuestra propia rutina de trabajo terminamos queriendo robar un pedacito de festejo en algún momento que no corresponde.
Dorian levantó la vista para protestar pero sabía que no podía. Y además tampoco quería. Dante volvió a fijarse en el susurro del Invierno y Dorian se fijó con él.
- Frío pero hermoso...- susurró meditabundo.
- Ordenado e imperturbable.- respondió Dante.
- Aburrido y deprimente.- devolvió Dorian con cierto sarcasmo e hizo gesto de desdén con la mano, con un además de levantarse.
- Como mi hermano.- contestó el pequeño guerrero con otra de sus sonrisas. Dorian no aguantaba la paz interior del muchachito de la espada, y éste no aguantaba la impulsividad y el descontrol de su hermano. Además, Dorian no aguantaba el frío, y nada le enfadaba más a que lo comparasen con cualquier cosa que oliese a hielo de lejos. Pero antes de que pudiese empezar una discusión ambos oyeron un ruido proveniente del piso de arriba. Se miraron un instante, tensos.
-¿Crees que se habrá...- empezó Dante.
-...despertado?- terminó Dorian - No lo sé. Quizá se ha tropezado con alguno de sus juguetes.
- No seas idiota.- replicó Dante. Un insulto; eso indicaba que estaba nervioso. Se intentó recomponer un poco y miró a su hermano: le temblaban las manos. Sin embargo fue Dorian el primero que se recompuso esta vez.
-Pues si se ha despertado más nos vale poner un poco de orden en la habitación...-.
Dante asintió, y ambos se incorporaron en silencio.
D.
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