La artificialidad del momento, en general, y de mi sonrisa, en particular, era tan convincente que nadie podía echarme nada en cara…
Pero al cabo de un par de días era incapaz de sostenerla. Se podría decir que comencé a ser más natural, suponiendo que la naturalidad de mi persona fuera la introversión y el rechazo al mundo exterior y a cualquier ser que se moviera según sus reglas y costumbres. Y así se creó el mundo. Aunque más que un mundo, era una habitación. Una pequeña sala con una curiosa matrioska despintada en el centro, y a su lado una rosa azul. El resto: polvo y aire. Por una pequeña ventana entra una tenue luz crepuscular y le da a mi habitación ese tono que solo aparece en las películas de vampiros.
Si quieres jugar con la muñeca, adelante… apuesto a que te aburres antes de llegar a la primera.
Paris Oh La Lá…
Cuánto daría por ser esa gárgola…
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