domingo, 3 de marzo de 2013

A Koala Song

Te digo que no, y después te digo que sí. Sí... supongo que es mi "forma de ser". Ya sabes que me gusta mantener el control de las situaciones, y en general es ese control el que me da la fuerza para mantenernos a flote a los dos... ¿o quizá sólo a mí? Me gusta que te sientas protegido entre mis brazos y que escondas tu sonrisa de koala en mi pecho, porque de alguna forma fortificas nuestro castillo: haces que pueda con cualquier adversidad que se nos coloque en el camino. 

¿Mi filosofía? La conoces mejor que cualquier otra persona sobre este planeta y sus diversas dimensiones. Disciplina, control, fuerza, orden... un cuerpo físico entrenado, un alma bajo dominio, una mente concentrada... Ni pasado, ni futuro, nada sino un eterno presente al margen de toda convención. Sabes que me dan igual las normas, los patrones, los prejuicios, las creencias, y que cualquier forma de dogmatismo no termina de calar en mi corazón, un corazón que de frío que puede llegar a ser, quema. Pero... ¿crees que me reconocerías en esta descripción?

La disciplina no es más que el propósito de entender que a cada segundo que no pasas conmigo puedo perderte de forma irremediable; a fin de cuentas mi muerte nunca está más allá de a un brazo de distancia (el izquierdo). El control es la necesidad de mantener fuera de foco aquello que nos sobra: modelos de conducta, moral, convenciones, estructuras, esquemas, ideas recicladas, y sustituirlo de forma creativa por aquello que decidamos por el camino. La fuerza surge de la urgencia de protegerte, quizá incluso más de lo que debería, casi sin dejarte crecer... a fin de cuentas no es sino el miedo a perder la batalla contra las Arenas del Tiempo lo que me hace buscar el poder. El orden es la ilusión de un mundo formado por líneas rectas y ángulos de noventa grados que me permiten sentirme seguro en mi posición, ya que tengo con qué compararla... al estar yo seguro, puedo proporcionarte un suelo seguro en el que pisar. 

Pero... ¡ah!... de repente me faltas.

Entonces el tiempo se vuelve mi peor tortura, los cielos se oscurecen y quedo recluso en unas mazmorras que más que proteger de mí a los "hombres libres", es a mí a quien protegen de mí mismo. La fortaleza se vuelve cálida, y el castillo de hielo pasa a ser de lava ardiente. La disciplina se torna en desorden, el control en descontrol, la fuerza en explosión, el orden en caos. La coherencia se convierte en un atributo sobrevalorado y la libertad de un pensamiento sin barreras me transforman en el mayor tirano intelectual y emocional que ha pisado la tierra. La vorágine convierte una perspectiva en la que todas las perspectivas son igual de válidas en otra perspectiva contraria en las que todas son igual de absurdas y ridículas ante mis ojos. Y podrías reconocerme también en éste párrafo, que no es sino ausencia de ti.

Entonces si el primero somos tú y yo, y el segundo no-tú y yo puedo inferir que puedo ser y no ser, ser o no ser, y ni ser ni no ser cuando tu órbita interacciona (o deja de hacerlo) con un "Yo" que de caótico es concreto, y de ordenado díscolo. 

Y todo esto, mon chéri, no es ni más ni menos que un Universo en el que colorear a nuestra medida, sin reglas heredadas de personas que tuvieron prisa por morir y se olvidaron de vivir, o que tuvieron prisa por vivir y se acabaron muriendo. Y quisiera colorearlo contigo, mi pequeño, mi amante, mi compañero de aventuras, mi calor en invierno y más calor en verano, y sobre todo mi mejor amigo: con tus colores, los míos, los de ambos, y los que nos inventemos sobre la marcha. Todo tiene solución, hasta la muerte (¿verdad, Muerte? - Muerte asiente y me sonríe [creo que no puede dejar de sonreír...]-). Sólo hace falta visualizar la puerta, dibujar el círculo de transmutación y apoyar las manos (las tuyas y las mías) en la pared. 

Te quiero. 

Á. 




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