Tímidamente, metí la mano en mi bolsillo y saqué la pequeña llave oxidada que siempre llevaba conmigo. La acerqué a la cerradura y dudé. Me temblaban las manos. ¿Qué íba a encontrarme allí dentro? Cómo estaría después de...después de...
La llave encaja y vuelve a girar, no sin cierta dificultad. (¿Cómo se puede oxidar tanto en una noche?). La puerta se abre.
Asomo la cabeza y veo que ni tan siquiera entra la luz del sol. No quiero mirar...
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