‘Cuando uno está enamorado, siempre comienza engañándose a sí mismo y termina engañando a otros. Eso es lo que el mundo llama amor.’
Con la primera inspiración el bebé pasa a formar parte del Mundo. Con la primera espiración llora con toda la fuerza que sus pequeños pulmones le permiten. Vuelve a inspirar, habiendo realizado su primera respiración completa, y ahora está vivo.
Siguiendo la secuencia, su historia se compondrá de miríadas de inadvertidas respiraciones que le secundarán cuando aprenda a distinguir entre él mismo y los otros, cuando aprenda a andar y a correr. Después aprenderá a controlarla, de forma que, administrándola, ésta le permita realizar sonidos con los que expresar aquello que está dentro, y le permitirá alcanzar aquello que está fuera. Y seguirá vivo.
Él no será consciente, pero habrá momentos en que su respiración se acelerará cuando corra, y llegará a jadear; la forzará cuando esté enfadado y le costará encontrarla cuando ría a carcajadas… y en su último ciclo, respirará una última vez más antes de partir.
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Quizá no parecería desorbitado, siguiendo este pensamiento, deducir que hay una respiración para cada momento, y que ese futuro incierto que se abre ante nosotros se compone de aire que entra con la misma facilidad con la que se va, así como vienen y se van los instantes por eternos que nos parezcan. Respirar es vivir.
Pero… tal vez…
…no sean los momentos en los que respiramos aquellos en los que vivimos, sino aquellos en los que se nos olvidó hacerlo: cuando dos miradas se cruzan, cuando dos bocas se juntan por primera vez, cuando dos cuerpos se rozan furtivamente, cuando una mano busca a otra sin encontrarla, cuando la sorpresa se impone al sentido común… son todos momentos en los que el aliento desaparece y el entorno se congela, y el cuerpo deja de realizar la única función fisiológica sin la que no podría estar más de dos minutos… ese momento en que se decide morir por vivir.
Así, cuando vivimos, realmente deseamos morir, ya que al volver a respirar las miradas se bajan con miedo, las bocas se separan, los cuerpos se alejan y la mano vuelve sola a su dueño. Puede que la vida no sea más que una mentira si para vivirla con intensidad hemos de desear con mayor intensidad dejar de hacerlo.
Tal vez…
D.