Es como… como cuando el tempo es de dos, siendo uno realmente, y de repente se ejecuta un tresillo. Ese instante en el que el corazón te da un vuelco y te sorprendes a ti mismo escuchando una canción que nunca te había gustado, y que ahora te gusta.
Como cuando lo escuchas de su boca, sabiéndote propietario de sus palabras (aunque él sea dueño de tu alma), y tienes la extraña sensación de que te acaba de besar, aún estando sus labios separados de los tuyos por la infinitud de puntos de la línea recta que los une, naturalmente de forma imaginaria. Pero la imaginación es todo lo que me queda. Al fin y al cabo, creé una fantasía basada en lo que me dijeron que era la realidad.
Y en esa fantasía las imágenes se distorsionan y se tuercen. El continuo espacio-tiempo tiene una nueva dimensión indescriptible en lenguaje humano alguno, y que sólo se puede percibir con los oídos del alma. Es algo así como un la-do-mi, seguido del instante de tensión que te genera el sol#, su sensible. Es la sensación de sonreír cada vez que el acorde queda inconcluso, y el deseo consecuente de nunca llegar a la tónica por miedo a perder el momento de eternidad que provoca ese nunca caer y reposar.
Y, extrañamente, cuando tocas fondo lo llaman “Cadencia Perfecta”. Pues si la perfección reside en la conclusión, prefiero llegar a ella suicidándome desde la Dominante, sabiendo que disfruté más de la imperfecta sensación de nunca haber muerto en el acorde de tónica.
Nunca sabes cuando pueden escribirte unos versos… (ni tan siquiera si éstos tendrán alguna rima). Ni si ésta fantasía llegará a su final antes de tu solo de guitarra.
D.