miércoles, 16 de diciembre de 2009

I wanna go home


Parece que uno no se da cuenta de lo que tiene hasta que lo pierde. No se da cuenta de que echa de menos a una amiga hasta que no está. No se da cuenta de que la luz del vestíbulo a las cinco de la mañana que dejó su madre está encendida para que cuando llegara a casa supiera que no estaba solo, hasta que vuelves a la tu habitación de estudiante y te la encuentras vacía y oscura. Uno no se da cuenta de la tranquilidad de su ciudad hasta que se va. Ni se da cuenta de lo cómodo que resulta todo cuando se encuentra en un entorno familiar. Se da uno cuenta cuando no está. Cuando ya se ha ido. Cuando tiene miedo a la frialdad de la gente, cuando ve que nada es como antes, cuando te comienzas a hastiar de la hipocresía y de las apariencias, cuando ves que todo a tu alrededor corre como si todas las personas tuvieran prisa por vivir y morir, cuando el arte pasa de sentimiento a entretenimiento, cuando nada excepto producir y consumir tiene sentido, cuando te sientes solo entre seis millones de personas sabiendo que aunque grites nadie te va a escuchar.
Me siento como un niño perdido, luchando por volver a nunca jamás, pidiéndole a mi Hada que por favor no se vaya, que no quiero perder la magia, que no quiero perder la ilusión. Que no quiero crecer. Que no me gusta lo que hay fuera, que me da miedo. Que quiero que alguien me saque de aquí. Que necesito que pare el mundo para bajarme. Hoy me siento pequeñito entre tanta gente grande.

¿Dónde está Campanilla, chitita? Hoy quiero irme a casa.

domingo, 29 de noviembre de 2009

When fairies are gone

A word... a sound... a sight...
And staring at the snowy landscape I wonder where all my fairies had gone. Last time I saw them I was with you... but you are gone... so far… so cold… and now, laying here in the cold snow I can’t think properly. When did you say goodbye? When you decided to run away of my life?
I close my hand a little bit more than before and feel the silver necklace cutting my skin… one last thought… an incredibly sweet sadness in your eyes… and then… nothing. Not a word… not a sound… not a sight…
And fairies are gone carrying the pieces of my once alive broken heart with their tiny mischievous hands.

jueves, 12 de noviembre de 2009

What hurts the most...


Es increíble cuánto te puede cambiar la vida una palabra...


Alguien la pronuncia. Tú la asimilas. El tiempo se detiene y tienes sensación de vértigo. Piensas que a ti no te puede estar pasando esto. Porque esto le pasa a los conocidos, a los amigos de conocidos, a los amigos de tus amigos, pero no a ti. Te sientas y no sabes si llorar de rabia, de ira o de impotencia e intentas buscar a alguien para echarle la culpa. Tienes al médico delante y tienes a tus familiares que están sintiendo lo mismo que tú. La presión en el pecho no te deja respirar. Sollozas. En tu cabeza comienzan a formarse imágenes a partir del torbellino de preguntas, deseos y oraciones que progresivamente se condensan y se empujan las unas con las otras. No lo puedes aguantar y te dejas llevar por las emociones, al tiempo que alguien que estaba esperando el momento en qu te fallaran las fuerzas te sujeta y tu le abrazas y lloras en su hombro, bloqueando cualquier tipo de pensamiento racional. No. Ahora no quieres pensar. Ahora solo quieres llorar y gritar y reprocharle a Dios el mal en el mundo.


Pasan unas horas y el pronto se te pasa. Ahora es cuando toca pensar. Piensas que hace tan solo unas horas todo era perfecto. Era solo una afonía, te repites una y otra vez. Y ves el mundo desde otra perspectiva. Mientras andas por la calle te fijas un poco más en la gente te sorprendes a ti misma envidiando a las demás personas que no comparten tu situación. Los ves felices paseando, ajenos a tu dolor. Y es en estos momentos cuando te das cuenta de lo efímeras que son las cosas. De que una palabra puede hacer eco en tus oídos incluso después de haberla escuchado tiempo ha, y que, incluso en la distancia, sigue destilando su veneno como el primer día. Empiezas a apreciar lo que tienes como si en cualquier momento pudiera esfumarse para siempre. Empiezas a querer con el corazón. Y es que sólo cuando pensamos que vamos a perder algo empezamos a apreciarlo de verdad. Ves la vida desde otra perspectiva y te haces el firme propósito de seguir adelante con la máxima ilusión y la máxima energía.


Incluso en la soledad de ésta noche que te parece más oscura que ninguna que hayas vivido, sabes que no estás sola. Sabes que sigues teniendo a tu familia, a tus amigos y a Yonki. Y sabes que me tienes a mí. Ánimo.

domingo, 8 de noviembre de 2009

Over my head


Los días de lluvia… ah, cómo los echo de menos. Ha pasado tanto tiempo desde la última vez que, desde lo alto de mi torre, escuché el suave plop que las gotitas cantaban a ritmo aleatorio para una ciudad incapaz de disfrutar de su sencillez…


Inspiro. Expiro. Inspiro… suspiro. Con los ojos cerrados echo hacia atrás la cabeza y dejo que la lluvia se deslice por mi rostro. Las gotas me acarician como cristales helados: un leve roce en los ojos, otro en la nariz, otro en los labios. Sonrío y vuelvo a abrir los ojos. Desde aquí se ve tan bien mi ciudad… De forma pausada y tranquila llevo mis manos al borde de mi camiseta que se suspende sobre el cinturón de mi pantalón y lo agarro con fuerza, para luego tirar y sentir el abrazo de la noche sobre mi torso ahora desnudo.
-Libertad- susurro, y sonrío.


No hace falta ni que piense en ello. Tan pronto no están como sí que están. Y ahora estaban. Agito una, agito otra: todo en orden. Poco a poco noto cómo mi sistema nervioso se extiende hasta el extremo más alejado de aquellas dos nuevas extremidades que sobresalían de mi espalda e insultaban a la oscuridad de la noche con un negro aún más profundo y brillante. Un, dos, tres, y de un salto caigo al vacío.


La velocidad, el aire en la cara, mis manos cortando el cielo nocturno. Ahora no se oye el plop. Ahora todo vuela a mi alrededor, y disfruto intensamente de la sensación de estar siendo purificado a medida que atravieso la tormenta desafiando a la gravedad.
Veo gente. Escucho el tráfico. Huelo la humedad. Degusto la lluvia. Toco el cielo… Siento el vacío. Ahí estaba de nuevo la sensación de que todo se estaba yendo al garete. Entonces Dorian comienza a susurrarme.
-Dan asco y pena.-
Yo le contesto
-No saben lo que hacen.-
-Y tampoco les importa.-
-Nadie les ha enseñado a pensar.-
-Los borregos no necesitan pensar.-
-No eligieron ser borregos.-
-Tú no eres un borrego.-
-Porque yo soy diferente.-
-¿Diferente? ¿Quién lo dice?-
-Nadie. Simplemente lo se.-
-Vale, pero que sepas que no tienen solución. Están condenados.-
-No si yo lo impido.-
Dorian ríe.
-Él lo intentó y mira dónde estamos.-
-Yo no soy Él.-
-Pero te encanta jugar a serlo, ¿verdad?.- Vuelve a reir.
Silencio.


En el fondo, ¿quién me manda a mi a meterme en éstos líos?Ahora es cuando lo dudo: ¿Libertad?


miércoles, 28 de octubre de 2009

I'll always be your angel


Alfeizar de mi ventana. Pasada la media noche observo la media luna decreciente y en la medida de lo posible intento evitar que la mitad que me queda de corazón no piense en tí.
PD: Sin éxito

Ahora sí.
Ahora no.
Silencio.
Suspiro y levanto la mirada: media luna creciente. En mis cascos la melodía se ha detenido. Bajo la mirada y me quito los cascos. Todo está tan tranquilo a la luz de las estrellas… Pero entonces vuelve:
Ahora sí.
Ahora no.
Quizás sí…
Pero, ¿y si no?...
No hay nada seguro y todo parecen contradicciones. Cierro los ojos y los abro de nuevo para ver lo que llevo escrito: nada. Nada de nada. Vuelvo a cerrar los ojos y escucho el sonido de la noche, una noche que trae a mis oídos el eco de miles de historias que nunca serían contadas… ¿Pero a quién le importa? Allá donde los que quedamos todavía cabalgamos a lomos de dragón o rescatamos princesas de torres lejanas la cruda realidad de lo que nos trae el viento nos estremece. ¿Debería…?
Sí. Creo que sí.
¿O no?
Pero es que si…
No. Definitivamente no.
¿Pero porqué debería?
-Quizá no estés haciendo las preguntas adecuadas.-suena una voz en mi cabeza.
La pregunta. Siempre preguntas. ¿Acaso no podemos vivir sin preguntar? Con las preguntas vienen las contradicciones. Un sí, un no, un tal vez, un ahora, un después… un jamás. Un Nunca Jamás.
Y hace ya tanto de eso…
Hace ya tanto que no me acerco a tu ventana. ¿Seguirá abierta? (otra vez preguntando). Si siguiera abierta quizás podría acercarme a verte, como tantas otras noches… Pero, ¿porqué debería seguir abierta? Es por mí, ¿verdad? Por eso la cerraste. ¿O fue por ti?
Ya no es lo mismo.
Ya nada es lo mismo.
Y donde todo parecía tener sentido ahora nada lo tiene y todo gira y cambia y se retuerce y se transforma y donde antes existía un soporte para nuestras fantasías ahora solo queda el olvido. Ya no hay polvo de Hadas.
No.
Espera.
Sí que lo hay.
Quizá no estaba buscando donde debería.
Sí, será eso.
¡Es eso! Ahora lo veo.
Vaya sonrisa de tonto que se me ha quedado… la misma que cuando como picotas.

Punto y aparte.

Vuelvo a lanzar una mirada a la luna, y ésta va con resentimiento. Tú puedes verle, yo no.
Jo.
Ahora es cuando empiezo a pensar en esa otra ventanita que se ha abierto tímidamente buscando un poquito de mi atención. Cierro los ojos y vuelvo a escuchar la canción que me trae el viento: más historias. Pero estas historias son diferentes: son aquellas que aún están por llegar. Es el eco de lo viene detrás de la mirada que todavía no vi, del abrazo que todavía no abracé, del beso que todavía no recibí… Y siento que igual podría aprovechar mejor el tiempo que me paso contigo.
¿Cómo que no puedo verle? Já. Ahora me pongo en pie. ¡Si el que escribe soy yo!
Miro arriba, miro abajo, miro a la derecha y a la izquierda, y finalmente miro atrás: la puerta de la habitación está cerrada. Genial: allá vamos.

La noche cálida me acaricia la cara y la media luna creciente ilumina la sonrisa que se me dibuja en la cara mientras te veo dormir. Aquí todo está tan tranquilo como siempre.
Sí.
No.
Mierda. Las contradicciones.
Pero, ¿qué más da? Ya estás aquí. Lo tienes ahí delante. Solo tienes que entrar. Y continúo con el dilema en forma de monólogo mental.
Joder, sí.
¡Que no!
Me encantas cuando duermes. (no es por cambiar de tema, es que, en serio, me encanta)
Nunca te lo he dicho, pero a veces cuando dormimos los dos y me despierto en mitad de la noche me quedo mirándote.
Pero eso son tonterías.
Definitivamente no.
Se una persona normal, anda. Me digo por enésima vez.
Vale.
Entonces nada.
Pero es que el que nada no se ahoga.
Y nosotros tenemos “nada” para aguantar un diluvio universal.
Odio nadar. Y odio que nades.
¿Entonces en qué quedamos?
...
Pues a nadar, y volvemos a casa.

Me vuelvo a sentar en el alfeizar de la ventana. Ha debido de pasar mucho tiempo porque la luna ya no se ve. Quizá debería acostarme ya. Como la gente normal.
Eso sí. Antes de dormir ten por seguro que ésta noche soñarás conmigo. Pregúntale a la media luna porqué…

martes, 27 de octubre de 2009

Forever is a lot of time, isn't it?



When my time goes, forget the wrong that I've done. Help me live behind some reasons to be missed.

Hoy es uno de esos días en los que todo parece feo y triste, en los que la vida pasa de forma lenta y monótona y te empeñas en verlo todo desde las grises lentes de la melancolía y la añoranza. Uno de esos días en los que toca echar de menos a alguien, bien porque está lejos, bien porque está cerca o bien porque, simplemente, no está. Son días en los que uno se para a pensar y a valorar lo que tiene, en los que analiza algún instante pasado y lo evoca para valorarlo como si lo estuviera viviendo de nuevo... y entonces sonríe.

Yo hoy sonreí porque volví a leer el mensaje de las seis de ésta mañana, saboreando palabra por palabra y estremeciéndome de felicidad (sí, sí, felicidad) al recordar aquel primer beso de "buenos días" que todavía me quemaba los labios en el metro de camino a la Universidad. Y necesitaba contárselo a alguien que quisiera escucharme (o leerme). ´


***

-¿Ésto va para largo, verdad?- te pregunté.

-Tiene toda la pinta, sí...- me dijiste sonriendo. Fruncí el ceño.

-¿Cuánto tiempo más voy a tener que aguantarte?-

Pusiste cara de ofendido y me soltaste la mano. Avanzaste a paso más rápido y me quedé atrás. --Como si de verdad quisiera irse- pensé, y sonreí. Te di alcanze y te rodeé con mis brazos haciendo que detuvieras la marcha. Te di la vuelta y al verme sonreir suavizaste la mirada. No te di tiempo a que replicaras nada, ya que, tan pronto como nuestras miradas se cruzaron mis labios se cerraron sobre los tuyos. Fue más que un beso: fue un compromiso. Fue un te quiero de verdad. Fue una fracción de tiempo infinito en el torrente de luces y sonidos que se desarrollaba a nuestro alrededor, un instante que selló dos corazones y los convirtió en uno. Fue un momento de respiro, de alivio, de paz, a la luz del atardecer que se filtraba entre los edificios de Gran Vía.

-No me sueltes,- recé- porfavor.-





* * *




Y aquella noche soñé...


...soñé que dormía contigo...


...soñé que todo era tan perfecto...


...como el amanecer...


...como las estrellas...


...como nosotros...


...cuando vamos de la mano...




domingo, 18 de octubre de 2009

-...¿porqué se detiene?...- dijo el príncipe


Invierno

La suave brisa que entra por la ventana me acaricia dulcemente la mejilla y agita con timidez una de las lágrimas que comienzan a caer. Una triste melodía comienza a sonar en la lejanía del bosque, de ninguna parte y de todas a la vez, tiñendo la habitación de un azul frío como la nieve que cubre cada una de las torres de palacio.
Nieva...
A medida que la nieve cae mi corazón se congela al compás de la triste melodía. Ya nada importa. Ya nadie importa. ¿Porqué habría de importarme algo más? ¿Porqué habría de importarme alguien más? Ahora seré frío como el hielo. Ahora todos sabrán lo que es sufrir. Todos los que se oponían, todos los que hablaban a mis espaldas y conspiraban contra mí, todos aquellos que consideraron que alguien como yo no tiene derecho a amar. Que no puedo amar a quién quiera. Que tengo que amar a quien escojan.
No.
Eso no es justo.
Pero quizá así me sentiría mejor…
… o quizá no tanto.
Sea como sea, no va a volver. Nada hará que vuelva. Nada. Y poco a poco la verdad oculta de mi afirmación va generando en mi cabeza una idea cada vez más real, que me repta por la espalda en forma de escalofrío. Me mareo. Me mareo y no puedo sostenerme en pié. Me siento en el alfeizar de la ventana como tantas otras noches había hecho quién ya no volvería a hacerlo, quien ya no volvería a tocar para mí, quien ya no volvería a mirarme a los ojos como nadie se había atrevido a hacerlo… quien ya, en la lejanía que separaba nuestros mundos, no volvería a quererme.
Con la realidad, la melodía se detiene. ¿Porqué se detiene? Me agito nervioso. Necesito que vuelva a sonar. Necesito seguir escuchando la música. Necesito seguir escuchando su música. ¿Porqué se detiene? Sollozo y escondo la cara entre las rodillas, rompiendo a llorar como nunca antes había llorado. Ahora no puedo controlarlo. Mi desgarro es tan grande… tan intenso mi dolor. ¿Porqué se detiene? ¿Porqué no suena?
-¿Porqué te vas?- susurro-¿Porqué me dejas? Me dijiste que nunca te irías…-
Levanto la mirada y mis ojos se iluminan con la pálida sonrisa de la luna-nuestra luna-. En lo más profundo del bosque me parece ver una luz… pero no puede ser. No está. Se fue. Y ahí estaba otra vez la suave y melancólica melodía sonando.
-No puede ser…-vuelvo a susurrar.
Corriendo me bajo del alfeizar y atravieso la habitación como un rayo en dirección a la puerta, que se abre sin oponer resistencia. Apenas tardo unos segundos en alcanzar los hermosos jardines que rodeaban palacio. La fría nieve perfora la planta de mis pies como cuchillos, pero ahora todo me da igual. Ahora solo quiero llegar al bosque.
-¡Alteza!-alguien grita-¡Alteza, volved a palacio!-
Pero yo no escucho y continúo corriendo. Oigo que el alboroto va en aumento en la distancia, pero su melodía seguía llamándome.
-¿Dónde estás?- digo en voz baja.
Ya estoy en los límites del bosque. La melodía suena tan cercana que voy olvidando que acabo de despertar a medio palacio.
-¡¿Dónde estás?!- sin contener mi rabia grito tan alto como puedo.
Como respuesta la melodía cesa. En mi desesperación me dejo caer al suelo de rodillas y me tumbo sobre la nieve… vuelvo a llorar… pero, ¿qué es eso? veo una luz. Brillante y pálida se posa con gracia sobre el manto blanco en el que se congelaban mis lágrimas. Al levantar la vista veo que la luz se rompe en mil pedazos y suena algo parecido a una risa. Extiendo la mano para recoger lo que había dejado aquella extraña lucecilla y descubro una pieza de fría plata. Era la mitad de un colgante. Era la mitad de su colgante. Todo se oscurece de nuevo y siento como si cayera. Y en esa oscuridad, por una fracción de segundo, me parece escuchar los últimos arpegios en decrescendo de una melodía que nunca volvería a ser interpretada.