Un rápido y superficial vistazo a nuestro mundo de hoy en día, suponiendo que pudiéramos ser objetivos y aún nos quedara capacidad para impresionarnos, nos revelaría un ser humano que presume de sofisticación y poder tecnológico: la cumbre de la civilización. Una cultura y una sociedad ordenada que vive en grandes urbes y cuya estructura, insisto: a primera vista, es estable y segura. Habría casi que decir estática. Pero, ¿desde cuándo el mundo ha sido estático? Un análisis de la situación, a “segunda vista” y algo más cercano revelaría una verdad que aunque todos conocen, muchos aceptan: la dinámica del mundo es el dinero. El poder económico. De modo que ya tenemos los dos polos del mapa completo de la realidad: una percepción estática, en la que ciudadanos del mundo viven el transcurso de una sociedad invariable, o más bien indestructible y aparentemente omnipresente, y una percepción dinámica en la que se aprecia que el primum mobile de las motivaciones humanas, el poder, y la capacidad de cambio la tiene el sistema financiero: es aquello que da vida a lo inerte e inmóvil. Analicemos, pues.
Siguiendo con el estudio de la realidad contemporánea, y cada vez sumergiéndonos más y más en el complicado sistema, comenzamos a entender la aparente “falta de naturalidad o equilibrio” dentro de la estática. Al igual que en todos los procesos naturales, existen dos “polos” de una misma realidad para que exista un equilibrio, y efectivamente nuestra sociedad de consumo feliz tiene una contraparte: aquello que llamamos tercer mundo y el consecuente abuso de sus habitantes y culturas, la sobreexplotación de los recursos planetarios y la pronto irreparable contaminación a la que se está sometiendo nuestro medio ambiente. ¿Y qué es lo más fascinante de todo? Que nos da igual. Al fin y al cabo, tenemos excusas.
Tenemos la excusa de la rutina, la excusa del alimento, la excusa de las relaciones sociales, del qué pensarán, de qué me pondré para salir, de qué tengo que hacer la semana próxima para el trabajo... y un eterno etcétera que incapacita la mente consciente para producir cambios porque el cerebro humano tiende a acomodarse al mínimo estado de energía (como todo cuerpo físico) y se automatiza. Y aquí es donde entra la fascinante máquina de control de nuestros días: sabemos que nos venden ropa que probablemente manufacturen con explotación infantil, e, insisto, lo sabemos, ¡y la seguimos comprando!; nos venden comida basura como si fuera sana, y sabemos que es comida basura, ¡y la seguimos comiendo!; el planeta, nuestro hábitat, insisto en un intento de subrayar, nuestro medio ambiente y sin el cual no podríamos existir, se consume lentamente y se muere, y lo sabemos, ¡y nos da igual!
Estas líneas son un mero análisis superficial de nuestra situación, ya que la verdadera realidad de nuestra realidad está en todas partes, en la aparente estática de nuestro alrededor, y en la aparente dinámica del sistema financiero. Y tan solo hay que llegar a entender que de nosotros, las personas, los seres humanos, dependen el crear movimiento en la estática, y de hacer que cese en la dinámica.
Á.Meléndez
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