miércoles, 20 de julio de 2011

El sendero del Mago

El mago observa los ires y venires del mundo,

pero su alma habita en el ámbito de la luz.

El paisaje cambia, el observador permanece igual.

El cuerpo es sólo el sitio al que los recuerdos llaman hogar.

Merlín prefería evitar que lo vieran los mortales, pero en ocasiones se le podía ver una tarde de verano haciendo equilibrio en un pie, al borde de un campo. Los campesinos curiosos se le acercaban, pero Merlín permanecía como una estatua, sin emitir sonido alguno o reconocer su presencia. En esas ocasiones, Arturo pensaba que su maestro parecía una garza vieja acechando a un pez en el pantano. Un día, después de que Merlín había pasado horas contemplando el estanque, el niño no resistió la tentación de preguntarle qué era lo que miraba.

- No lo sé con exactitud, contestó Merlín. Vi una libélula y quise mirarla más de cerca. Se atravesó en mi camino como un sueño fugaz, pero al cabo de un momento olvidé si la libélula era mi sueño o si yo era el de ella.

- ¿No es obvia la respuesta?, preguntó Arturo.

Merlín le propinó un golpecito en la cabeza y le dijo:

- Tú crees que tus sueños existen aquí adentro. Pero como yo me encuentro en todas partes, ¿cómo puedo saber cuál parte de mí sueña a otra?

D.

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