El despertar llegó suave como un susurro - al principio está esa sensación de no saber dónde te encuentras y qué está pasando a tu alrededor, entonces te ubicas y ves que todo sigue igual que anoche… y te acuerdas de tu solitario “anoche” –. La tristeza comenzó a escalar las patas de la cama y amenazó con severa mirada con saltar de nuevo y poseerme. La miré con preocupación - Jo, otra vez no – y sollocé. Los recuerdos volvieron a mi cabeza, pero esta vez cerré los ojos con tranquilidad… y evoqué tu sonrisa… tu dulce sonrisa (de niño chico)… tus ojillos inocentes (y la forma en la que me miran)… tu tacto(cariñoso y suave)… tu sabor (dulce y adictivo)… tu sinceridad… y los malos recuerdos se disiparon en el horizonte.
Mientras el sol se colaba por mi ventana pude entrever a través del cristal que hacía un bonito día. Un día despejado. Deseé con todas mis fuerzas que la noche nunca volviese a llegar.
Y de repente me apetecía un gofre con nata. Y su consecuente sonrisa.
La sonrisa que tú haces que salga cada día a pasear, los ojos que te miran así porque te lo has ganado, el tacto que solo quiere tocarte a ti, mi sinceridad que es lo poco que puedo darte... El sabor ya es cosa tuya...
ResponderEliminarLeer esto ha sido como cuando me das un abrazo, suave y cálido, una razón más para sonreir día a día, como cuando te comes un gofre calentito en mitad de la calle casi congelada... :)
Ya te lo he dicho antes pero... Te quiero y esto sí que te lo has ganado a pulso. :)