Al igual que los ríos confluyen antes de llegar al mar y dibujan una silueta única e irrepetible, el espíritu va trazando su pincelada en los lienzos del destino antes de confundirse con el infinito, y durante la creación natural de ese camino encuentra otros muchos espíritus. Algunos desvían su trayectoria, la complementan o la obstruyen, como hacen las rocas, los peces e incluso otros ríos. Está en la mano que traza la línea el sortear los obstáculos, como está en el sino del río encontrar la forma de llegar al mar sin estancarse. No es más bonita un trazado que otro, al igual que dos ríos nunca serán iguales entre sí. Tampoco todos los trazados se funden con el infinito, ni todos los ríos llegan al mar.
Aún así, quería hablarte de la confluencia entre los ríos… ese momento azaroso en que dos corrientes se convierten en una que vale por dos, dos colores sobre el lienzo del destino que juegan a bailar, embelleciendo, en algunas ocasiones, el dibujo a trazar. Pero ni todas las aguas están limpias, ni todos los colores dibujan un buen destino.
No podemos evitar seguir la corriente ni pintar sobre nuestro destino, pero el don de no saber si llegaremos al mar es lo que nos hace decidir si hacerlo o no. Ahí empieza el Camino.
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