‘Let me occupy your mind as you do mine…’
Empezar por el principio suena redundante, pero a veces, cuando nos vamos por las ramas y nos dejamos llevar por las afecciones del alma, perdemos las raíces del árbol con el que estamos creciendo.
Quizá el principio en este caso esté en el porqué de los textos de este espacio. Podría explicar que, al nunca ser más que un ensayo literario, i. e. un ejercicio de escritura, nunca le daré a ninguno de estos textos la categoría de tractatus filosófico. La buena filosofía se hace a la luz del sol, no alumbrado con el reflejo de la luna en la ventana, si bien todo tiene sus ventajas e inconvenientes. Es así como la teleología de estas palabras es, en primer lugar, servir de ejercicio catártico para su autor, una suerte de exorcismo personal, cuya condición de posibilidad es una siempre subyacente intención de que alguien concreto las lea e, idealmente, las entienda, y un nacimiento en la Oscuridad, por eso la mayoría son escritos a altas horas de la noche. En segundo lugar el telos del escrito es conseguir un efecto deseado sobre ciertas coordenadas de la Mente Universal, una vez habiendo sido asimilado el contenido.
Y es por eso que la claridad, en el sentido de coherencia con el ‘mundo cotidiano’, se me hace difícil, ya que la simbología que aquí se plasma peca de ser demasiado universal y personal a la vez. La exégesis ‘correcta’ de las mismas sólo debe hacerla la persona a la que el texto va dedicado; si bien, y precisamente por la ambigüedad de los símbolos y de la narración cientos de significados pueden ser atribuidos a cada uno de los pasajes, y es en ese laberinto de innumerables calles sin salida y decenas de criaturas de leyenda donde se esconde el autor, claro y transparente, como ningún espejo puede mostrar, desnudo de todo exceso más allá de la literalidad, publicando su intimidad y velándola después. Es por eso que es un ejercicio de catarsis, ya que los mensajes enviados a través de la palabra rara vez llegan a su destinatario, a no ser que las citas sean explícitas.
Así, ya tenemos el porqué y el para qué. El cómo se averigua en el ‘estilo’, deliberadamente oscuro, impreciso pero muy sensorial y cercano. Crear espacios íntimos de miríadas de momentos es la ‘especialidad’ de la casa. Quizá la soledad sea el último bastión que me protege de lo expuesta que queda mi alma cuando mi mirada se vierte sobre los tentadores espejismos de aquello que sólo está a mi alcance con los poderes de los diez qliphoth.
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