viernes, 2 de diciembre de 2011

Boys don’t cry

Aunque era previsible, lo cierto era que no lo quise ver venir hasta que lo tuve encima. Y aún es esa situación la sensación tampoco terminaba de ser desagradable. Supongo que es ese famoso sí pero no del que todos hablan y nadie puede concretar. También supongo que intentar concretarlo equivale a que se te escape entre los dedos… como se te escapa el tiempo entre los dedos cual fina arena del desierto del Tiempo…

Sé que no es mi forma usual de escribir, pero tampoco mi estado mental es el usual. En el fondo sabía que, tarde o temprano terminaría tocando fondo, o al menos el fondo que toda ousía en mi situación puede permitirse. Sí, no… ¿sí? Tal vez… no; eso es volver al hoyo. Pero en el hoyo se está bastante calentito.

Tenemos roles definidos: todos esperan que actúes de acuerdo a lo que estén acostumbrados a esperar de ti, para luego catalogarlo en una de sus lista de “normalidad” y “anormalidad”, que se ajustan al perfil que tú, en tu santa inocencia, te dignaste a crear en sus mentes sin, ni tan siquiera, haber pedido existir. Llegas y te dicen que esto es así, así y así. No te salgas. ¿Porqué? ¿Acaso yo pedí estar aquí? ¿Contigo, quizá? ¡En serio! ¡No lo pedí! ¡No me pongáis el maldito caramelo detrás del escaparate, si no puedo alcanzarlo! Bah…

Y juro solemnemente sobre la Constitución de 1717 que… que… mierda. Se me ha olvidado.

¿Pero sabes lo que sí sé, y que no se me olvida? Que nos vamos a morir. Tú. Yo. Ellos. Hoy. Mañana. Al otro. Y, que, aún sabiéndolo, todos seguirán pensando que lo “correcto” es que los chicos no lloren. Pues nada.

Eros for no one. Total, tampoco se encarnaría en ninguno de vosotros. Le gustan demasiado los chicos inteligentes y con demasiadas cosas para pensar.

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