sábado, 10 de abril de 2010

Fall to Pieces


Tosí violentamente y la sangre me inundó la boca, dejándome un asqueroso sabor a hierro. Escupí. Las palabras "ojo por ojo y el mundo se quedará ciego" rebotaban en mi cabeza... me mareo. Apenas puedo respirar. No paraba de preguntarme porqué, aunque ya, realmente, poco importaba. De hecho, me daba igual el porqué. ¿No era suficiente humillarme, ignorarme e insultarme? ¿Tenías que rematarme una vez en el suelo? Volví a toser y una nueva ronda ferrosa golpeó mi paladar.


-Das pena.-


Oí el leve susurro en mi oído y un escalofrío me recorrió la espalda. Lentamente me dí la vuelta hasta ponerme boca arriba, mirando al cielo. Distinguí la esbelta silueta de Dorian enmarcada en un cielo repleto de estrellas dolorosamente hermoso. Apenas podía abrir los ojos.


-Sin ánimo de recrearme en tu situación espero que me concedas éste pequeño momento de placer. Te lo dije.


Alcé la vista y vi que su expresión era seria, pero en sus ojos eran un océano de compasión. Se acercó un poco más y me examinó con detenimiento. Sentí cómo se estremecía al pasar las vista por mi ojo amoratado, por el hilillo de sangre que todavía me colgaba de los labios, los cortes en las muñecas... y por el feo agujero que decoraba mi pecho. Allí donde una vez latió un corazón, había y un vacío frío y oscuro. Metió la mano y sacó uno de los fragmentos de cristal escarlata encarnados, y lo alzó para verlo mejor.


-Qué desastre...- murmuró para sí.


Depositó la pieza con sus compañeras y se desplazó como una sombra hasta que mi cabeza estuvo sobre sus rodillas. Limpió parte de la sangre que difuminaban mis facciones y me observaba, aún con el semblante serio. Mientras me acariciaba el pelo de forma distraída sentí su voz en mi cabeza.


Se acabó, mi amor. No debiste encerrarme anoche, pero no te culpo por ello. Sé que el cristal brillaba como nunca lo había hecho antes, y entiendo que quisieras que volviera a hacerlo, pero ya no está. Lo ha roto. Respira. Tranquilízate. Estoy aquí, todo va a salir bien.


Esas últimas siete palabras me hiceron llorar otra vez... creo que habría dado mi vida por que se hubiera acercado alguna vez y abrazándome me hubiera dicho que estaba ahí y que todo iba a salir bien. Pero nunca lo había hecho.


No sois iguales. Te has rebajado tanto que ya no sabes ni quién eres. Pero ya ha pasado todo... shhhh... deja de llorar. Tranquilo. A partir de ahora voy a estar contigo. Y para siempre.


Para siempre... sí... parecía que iba a ser para siempre... pero no. No fue para siempre.


Se acabó el aguantar a toda esa gente con la que se junta... todas sus críticas y desprecios... seguro que es tan cobarde que no será capaz de decir que te lo hizo por despecho. Así no se actúa... ey... ey, pequeño, no llores más, que estoy aquí. Si en el fondo sigues siendo un crío...


Una clandestina brisa primaveral meció el pelo que le caía por la cara. Dejó de acariciarme el pelo y se metió la mano en el bolsillo. Lentamente sacó un objeto y lo observó con detenimiento. El pentáculo de plata. El símbolo de la unión.


-Ahora yo te guardaré ésto...- dijo.


Introdujo con suavidad su mano libre en las vacío de mi pecho y comenzó a sacar las piezas rotas una a una y a guardarlas en el colgante de plata. Cuando hubo terminado lo hizo desaparecer.


Ya está a salvo, pero no vas a volver a usarlo hasta que yo lo considere oportuno.


Volvió a depositar mi cabeza sobre el suelo y me ayudó a levantarme. Con un movimiento elegante, se quitó la camiseta y me vendó el pecho. Me cargó a su espalda sin esfuerzo e hizo algo que yo había olvidado por completo: desplegó sus majestuosas alas negras y me llevó hacia las estrellas.


* * *


Me hubiera gustado dejarte tantas cosas por escrito... pero resulta que en ese pentáculo iban mis sueños y esperanzas, mis creencias en que todo terminaría saliendo bien... sigo sin entender el porqué... tenía tantas cosas que darte... tanto que compartir contigo... estaba dispuesto a cualquier cosa con tal de hacerte sonreir. Ahora, desde las estrellas, veo que de nada sirve lamentarse... ya que él está conmigo... y ahora todo va a salir bien. Aunque siempre queden las cicatrices. Adiós.



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