domingo, 8 de noviembre de 2009

Over my head


Los días de lluvia… ah, cómo los echo de menos. Ha pasado tanto tiempo desde la última vez que, desde lo alto de mi torre, escuché el suave plop que las gotitas cantaban a ritmo aleatorio para una ciudad incapaz de disfrutar de su sencillez…


Inspiro. Expiro. Inspiro… suspiro. Con los ojos cerrados echo hacia atrás la cabeza y dejo que la lluvia se deslice por mi rostro. Las gotas me acarician como cristales helados: un leve roce en los ojos, otro en la nariz, otro en los labios. Sonrío y vuelvo a abrir los ojos. Desde aquí se ve tan bien mi ciudad… De forma pausada y tranquila llevo mis manos al borde de mi camiseta que se suspende sobre el cinturón de mi pantalón y lo agarro con fuerza, para luego tirar y sentir el abrazo de la noche sobre mi torso ahora desnudo.
-Libertad- susurro, y sonrío.


No hace falta ni que piense en ello. Tan pronto no están como sí que están. Y ahora estaban. Agito una, agito otra: todo en orden. Poco a poco noto cómo mi sistema nervioso se extiende hasta el extremo más alejado de aquellas dos nuevas extremidades que sobresalían de mi espalda e insultaban a la oscuridad de la noche con un negro aún más profundo y brillante. Un, dos, tres, y de un salto caigo al vacío.


La velocidad, el aire en la cara, mis manos cortando el cielo nocturno. Ahora no se oye el plop. Ahora todo vuela a mi alrededor, y disfruto intensamente de la sensación de estar siendo purificado a medida que atravieso la tormenta desafiando a la gravedad.
Veo gente. Escucho el tráfico. Huelo la humedad. Degusto la lluvia. Toco el cielo… Siento el vacío. Ahí estaba de nuevo la sensación de que todo se estaba yendo al garete. Entonces Dorian comienza a susurrarme.
-Dan asco y pena.-
Yo le contesto
-No saben lo que hacen.-
-Y tampoco les importa.-
-Nadie les ha enseñado a pensar.-
-Los borregos no necesitan pensar.-
-No eligieron ser borregos.-
-Tú no eres un borrego.-
-Porque yo soy diferente.-
-¿Diferente? ¿Quién lo dice?-
-Nadie. Simplemente lo se.-
-Vale, pero que sepas que no tienen solución. Están condenados.-
-No si yo lo impido.-
Dorian ríe.
-Él lo intentó y mira dónde estamos.-
-Yo no soy Él.-
-Pero te encanta jugar a serlo, ¿verdad?.- Vuelve a reir.
Silencio.


En el fondo, ¿quién me manda a mi a meterme en éstos líos?Ahora es cuando lo dudo: ¿Libertad?


2 comentarios:

  1. Amo tu forma de escribir,. hace que cada centimetro de mi piel se estremezca tanto como el roce de una pluma sobre un cuerpo desnudo (=

    ResponderEliminar