Alfeizar de mi ventana. Pasada la media noche observo la media luna decreciente y en la medida de lo posible intento evitar que la mitad que me queda de corazón no piense en tí.
PD: Sin éxito
Ahora sí.
Ahora no.
Silencio.
Suspiro y levanto la mirada: media luna creciente. En mis cascos la melodía se ha detenido. Bajo la mirada y me quito los cascos. Todo está tan tranquilo a la luz de las estrellas… Pero entonces vuelve:
Ahora sí.
Ahora no.
Quizás sí…
Pero, ¿y si no?...
No hay nada seguro y todo parecen contradicciones. Cierro los ojos y los abro de nuevo para ver lo que llevo escrito: nada. Nada de nada. Vuelvo a cerrar los ojos y escucho el sonido de la noche, una noche que trae a mis oídos el eco de miles de historias que nunca serían contadas… ¿Pero a quién le importa? Allá donde los que quedamos todavía cabalgamos a lomos de dragón o rescatamos princesas de torres lejanas la cruda realidad de lo que nos trae el viento nos estremece. ¿Debería…?
Sí. Creo que sí.
¿O no?
Pero es que si…
No. Definitivamente no.
¿Pero porqué debería?
-Quizá no estés haciendo las preguntas adecuadas.-suena una voz en mi cabeza.
La pregunta. Siempre preguntas. ¿Acaso no podemos vivir sin preguntar? Con las preguntas vienen las contradicciones. Un sí, un no, un tal vez, un ahora, un después… un jamás. Un Nunca Jamás.
Y hace ya tanto de eso…
Hace ya tanto que no me acerco a tu ventana. ¿Seguirá abierta? (otra vez preguntando). Si siguiera abierta quizás podría acercarme a verte, como tantas otras noches… Pero, ¿porqué debería seguir abierta? Es por mí, ¿verdad? Por eso la cerraste. ¿O fue por ti?
Ya no es lo mismo.
Ya nada es lo mismo.
Y donde todo parecía tener sentido ahora nada lo tiene y todo gira y cambia y se retuerce y se transforma y donde antes existía un soporte para nuestras fantasías ahora solo queda el olvido. Ya no hay polvo de Hadas.
No.
Espera.
Sí que lo hay.
Quizá no estaba buscando donde debería.
Sí, será eso.
¡Es eso! Ahora lo veo.
Vaya sonrisa de tonto que se me ha quedado… la misma que cuando como picotas.
Punto y aparte.
Vuelvo a lanzar una mirada a la luna, y ésta va con resentimiento. Tú puedes verle, yo no.
Jo.
Ahora es cuando empiezo a pensar en esa otra ventanita que se ha abierto tímidamente buscando un poquito de mi atención. Cierro los ojos y vuelvo a escuchar la canción que me trae el viento: más historias. Pero estas historias son diferentes: son aquellas que aún están por llegar. Es el eco de lo viene detrás de la mirada que todavía no vi, del abrazo que todavía no abracé, del beso que todavía no recibí… Y siento que igual podría aprovechar mejor el tiempo que me paso contigo.
¿Cómo que no puedo verle? Já. Ahora me pongo en pie. ¡Si el que escribe soy yo!
Miro arriba, miro abajo, miro a la derecha y a la izquierda, y finalmente miro atrás: la puerta de la habitación está cerrada. Genial: allá vamos.
…
La noche cálida me acaricia la cara y la media luna creciente ilumina la sonrisa que se me dibuja en la cara mientras te veo dormir. Aquí todo está tan tranquilo como siempre.
Sí.
No.
Mierda. Las contradicciones.
Pero, ¿qué más da? Ya estás aquí. Lo tienes ahí delante. Solo tienes que entrar. Y continúo con el dilema en forma de monólogo mental.
Joder, sí.
¡Que no!
Me encantas cuando duermes. (no es por cambiar de tema, es que, en serio, me encanta)
Nunca te lo he dicho, pero a veces cuando dormimos los dos y me despierto en mitad de la noche me quedo mirándote.
Pero eso son tonterías.
Definitivamente no.
Se una persona normal, anda. Me digo por enésima vez.
Vale.
Entonces nada.
Pero es que el que nada no se ahoga.
Y nosotros tenemos “nada” para aguantar un diluvio universal.
Odio nadar. Y odio que nades.
¿Entonces en qué quedamos?
...
Pues a nadar, y volvemos a casa.
…
Me vuelvo a sentar en el alfeizar de la ventana. Ha debido de pasar mucho tiempo porque la luna ya no se ve. Quizá debería acostarme ya. Como la gente normal.
Eso sí. Antes de dormir ten por seguro que ésta noche soñarás conmigo. Pregúntale a la media luna porqué…
Ahora no.
Silencio.
Suspiro y levanto la mirada: media luna creciente. En mis cascos la melodía se ha detenido. Bajo la mirada y me quito los cascos. Todo está tan tranquilo a la luz de las estrellas… Pero entonces vuelve:
Ahora sí.
Ahora no.
Quizás sí…
Pero, ¿y si no?...
No hay nada seguro y todo parecen contradicciones. Cierro los ojos y los abro de nuevo para ver lo que llevo escrito: nada. Nada de nada. Vuelvo a cerrar los ojos y escucho el sonido de la noche, una noche que trae a mis oídos el eco de miles de historias que nunca serían contadas… ¿Pero a quién le importa? Allá donde los que quedamos todavía cabalgamos a lomos de dragón o rescatamos princesas de torres lejanas la cruda realidad de lo que nos trae el viento nos estremece. ¿Debería…?
Sí. Creo que sí.
¿O no?
Pero es que si…
No. Definitivamente no.
¿Pero porqué debería?
-Quizá no estés haciendo las preguntas adecuadas.-suena una voz en mi cabeza.
La pregunta. Siempre preguntas. ¿Acaso no podemos vivir sin preguntar? Con las preguntas vienen las contradicciones. Un sí, un no, un tal vez, un ahora, un después… un jamás. Un Nunca Jamás.
Y hace ya tanto de eso…
Hace ya tanto que no me acerco a tu ventana. ¿Seguirá abierta? (otra vez preguntando). Si siguiera abierta quizás podría acercarme a verte, como tantas otras noches… Pero, ¿porqué debería seguir abierta? Es por mí, ¿verdad? Por eso la cerraste. ¿O fue por ti?
Ya no es lo mismo.
Ya nada es lo mismo.
Y donde todo parecía tener sentido ahora nada lo tiene y todo gira y cambia y se retuerce y se transforma y donde antes existía un soporte para nuestras fantasías ahora solo queda el olvido. Ya no hay polvo de Hadas.
No.
Espera.
Sí que lo hay.
Quizá no estaba buscando donde debería.
Sí, será eso.
¡Es eso! Ahora lo veo.
Vaya sonrisa de tonto que se me ha quedado… la misma que cuando como picotas.
Punto y aparte.
Vuelvo a lanzar una mirada a la luna, y ésta va con resentimiento. Tú puedes verle, yo no.
Jo.
Ahora es cuando empiezo a pensar en esa otra ventanita que se ha abierto tímidamente buscando un poquito de mi atención. Cierro los ojos y vuelvo a escuchar la canción que me trae el viento: más historias. Pero estas historias son diferentes: son aquellas que aún están por llegar. Es el eco de lo viene detrás de la mirada que todavía no vi, del abrazo que todavía no abracé, del beso que todavía no recibí… Y siento que igual podría aprovechar mejor el tiempo que me paso contigo.
¿Cómo que no puedo verle? Já. Ahora me pongo en pie. ¡Si el que escribe soy yo!
Miro arriba, miro abajo, miro a la derecha y a la izquierda, y finalmente miro atrás: la puerta de la habitación está cerrada. Genial: allá vamos.
…
La noche cálida me acaricia la cara y la media luna creciente ilumina la sonrisa que se me dibuja en la cara mientras te veo dormir. Aquí todo está tan tranquilo como siempre.
Sí.
No.
Mierda. Las contradicciones.
Pero, ¿qué más da? Ya estás aquí. Lo tienes ahí delante. Solo tienes que entrar. Y continúo con el dilema en forma de monólogo mental.
Joder, sí.
¡Que no!
Me encantas cuando duermes. (no es por cambiar de tema, es que, en serio, me encanta)
Nunca te lo he dicho, pero a veces cuando dormimos los dos y me despierto en mitad de la noche me quedo mirándote.
Pero eso son tonterías.
Definitivamente no.
Se una persona normal, anda. Me digo por enésima vez.
Vale.
Entonces nada.
Pero es que el que nada no se ahoga.
Y nosotros tenemos “nada” para aguantar un diluvio universal.
Odio nadar. Y odio que nades.
¿Entonces en qué quedamos?
...
Pues a nadar, y volvemos a casa.
…
Me vuelvo a sentar en el alfeizar de la ventana. Ha debido de pasar mucho tiempo porque la luna ya no se ve. Quizá debería acostarme ya. Como la gente normal.
Eso sí. Antes de dormir ten por seguro que ésta noche soñarás conmigo. Pregúntale a la media luna porqué…